Ciclo inversor y ciclo de Gobierno
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Ciclo inversor y ciclo de Gobierno

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Recién celebrado el debate del estado de la nación, en el que, como era de esperar, ni se habló de misiones en el exterior, ni de defensa, ni de seguridad, ni de recortes en defensa, podemos dar por finiquitada la legislatura, justo cinco meses después de que el Ministerio de Defensa abriera un nuevo ciclo inversor. La única justificación para que no se haya podido iniciar este ciclo nuevo de inversiones en seguridad y defensa antes es porque la situación económica no lo permitía, pero ¿qué seguridad nos ofrece un paquete de inversiones que deberá abonarse en las próximas cinco legislaturas y que nace cuando está a punto de finalizar un ciclo de Gobierno?

Todas las encuestas van confirmando una clara tendencia de que en el próximo congreso el bipartidismo será pasado, y que el nuevo gobierno, por primera vez en la historia de nuestra democracia, será de coalición, sin que podamos vislumbrar quiénes lo conformarán. Esto va a ser una dificultad muy importante para poder sacar adelante programas que cuestan billones de euros, en un entorno de todavía alto desempleo y con un objetivo de reducir el déficit público en 50.000 millones de euros todavía en los próximos cuatro años.

Desde los años ochenta, los sucesivos gobiernos del Partido Socialista y el Partido Popular han venido hurtando a la ciudadanía y al Congreso cualquier discusión sobre la necesidad de invertir en defensa, sobre las amenazas que nos acechan y sus consecuencias, con el objetivo de poder continuar el esfuerzo inversor a través de medios presupuestarios y de financiación complejos sin tener que dar explicaciones, como sí ocurre en la comisión de Defensa del Congreso de los Estados Unidos, por citar un ejemplo. Si en el debate del estado de la nación o en todos los debates políticos que se producen no se habla de seguridad, ¿cómo convencer a los ciudadanos de la necesidad de invertir miles de millones de euros en defensa? Si además el entorno en el que deben tomarse estas decisiones es de coalición, donde hay que conjugar el interés de varios partidos, la continuidad de este recién estrenado ciclo inversor está claramente en entredicho.

El cambio de ciclo de Gobierno se produce en el entorno de inseguridad más notable desde la caída del Muro de Berlín.

Las tropas rusas han vuelto a Europa invadiendo un país soberano y está suministrando ayuda militar a un grupo separatista y rebelde mientras continúa lanzando sus aviones de combate sobre el espacio aéreo europeo que algún día producirán una nueva desgracia como la del avión de Malasian Airlines. Rusia está inmersa en un rearme sin precedentes desde los años setenta, tanto en capacidad nuclear como convencional, con nuevos aviones de combate y carros, trasladando sus bases desde el Oriente a las fronteras europeas, donde congrega a medio millón de hombres, mientras que utiliza la energía como arma frente a los países europeos que no se pliegan a sus intereses.

China continúa con su expansión amenazante en la región mientras que Corea del Norte se prepara para la guerra.

Los yihadistas actúan en una zona geográfica que va desde Indonesia hasta Marruecos, y existen grupos armados en más de veinte países, entre ellos Argelia y Libia, donde se encuentran nuestras principales fuentes de energía. Se estima que más de mil yihadistas han regresado a Marruecos del conflicto de Siria, y no vamos a hablar de la porosidad de nuestra frontera sur. Irak, Yemen, Siria, Libia, Níger, Mali, norte de Nigeria, etc. están más cerca de ser un estado fallido dominado por el Estado Islámico que de ser países estables.

Pero ¿cómo explicar todo esto cuando se hurta el debate sobre estos temas? La responsabilidad del gobernante es hacer lo que debe, no lo que le gusta o le place a sus intereses.

Esta contradicción de anunciar un ciclo inversor sin asignar los recursos al final de un ciclo de gobierno está generando a su vez incertidumbres que deberían despejarse, porque hasta las decisiones de inversión forman parte de la política de defensa, ya que indican el grado de compromiso de un país con su seguridad, lo que es la principal fuente de su propia existencia como estado.

Cuando España anuncia que adquirirá fragatas, vehículos blindados, drones etc. se generan tres tipos de expectativas. Por una parte, entre nuestros aliados se genera la expectativa de que somos solidarios con los intereses de la defensa común y que nos sumamos al esfuerzo que hacen los contribuyentes de otros países. Demuestra que no somos un free rider en la comunidad internacional de seguridad y defensa. En segundo lugar, es un aviso a los potenciales adversarios y a los que amenazan a nuestra seguridad de que en España no se escamotean recursos para promover e incrementar nuestra capacidad militar y de seguridad. También se generan, finalmente, expectativas en la industria de defensa y auxiliar y en sus trabajadores. Apoyar a la industria tecnológica en nuestro país es un objetivo prioritario de nuestra política económica y la aportación del sector al desarrollo tecnológico de nuestro país ha sido enorme en empleos, acceso a nuevos mercados y de spinoff con actividades civiles. Para los trabajadores actuales, y los que pueden incorporarse a este sector con los nuevos programas, es una oportunidad de acceder a trabajos duraderos y con un alto valor añadido; esos nuevos programas abren las expectativas para nuevas exportaciones como ocurrió en el pasado, pero si no hay nuevos productos, ¿qué vamos a exportar?

Sin embargo, si los anuncios no se culminan, todas las expectativas generadas se desvanecerán y se producirá el efecto contrario al deseado. El mensaje a nuestros socios será negativo; a nuestros enemigos, será de irresponsabilidad y derrotismo y a la industria, de desertización. Por ello es importante culminar los plazos y lanzar pronto los primeros programas. Sin embargo, este ambiente de contradicción no apoya a la resolución exitosa de los mismos, que no disponen ni de la atención política ni técnica necesaria de las personas que deben estar empujando el programa pero que vislumbran que si se nos pasa el arroz, a lo mejor ya no hay arroz que gestionar en apenas diez meses.

En la actual situación, nadie entendería, y mucho menos los partidos nuevos que van a irrumpir con fuerza en el Parlamento, que no han conocido los vericuetos de la defensa de los últimos treinta años y que serán determinantes de la conformación de mayorías de gobierno, que estos recursos no vayan destinados a la industria nacional del sector, como hacen Francia o Alemania o Italia, que no compran, siendo también miembros respetuosos de la Unión Europea, sus barcos o blindados en terceros países. No entenderán que no reviertan a nuestra industria los recursos y capacidades tecnológicas que se van a generar; no asumirán que con nuestros presupuestos se generen empleos en otros países y no en el nuestro. Por todo esto ha de avanzarse con fuerza y coordinación en la puesta en marcha de este ciclo, si es que realmente existe, y dotarlo de recursos suficientes y evidentes. Es necesario que se aprueben los techos de gasto en presupuestos para poder contratarlos a lo largo del año completamente.

Pero no debe echarse en saco roto la oportunidad que ofrece el plan Junker para programas de inversiones masivas en Europa para reactivar la economía. Que la Comisión vaya a disponer de recursos de este tipo debería ser la palanca que permite asignar parte de esos recursos a través de los organismos europeos de defensa y seguridad, para incrementar las capacidades de seguridad en Europa, en un momento que el continente está claramente amenazado militar y políticamente. Nada sería más beneficio a muchos intereses que disponer de recursos para este objetivo.

Lo que no nos podemos permitir es que el ciclo inversor acabe a la vez que el ciclo de gobierno, antes de nacer, porque sin duda será la peor de las noticias para nuestra defensa y seguridad, que, aunque no se hable de ella en el Parlamento, constituye el pilar básico de nuestra existencia como un país soberano e independiente.

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