Inmigración ilegal: Una cuestión de seguridad nacional
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Inmigración ilegal: Una cuestión de seguridad nacional

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Entre los meses de enero y julio de este año, y según estadísticas oficiales de Frontex, el número de inmigrantes ilegales en la Unión Europea ascendió a 340.000 personas; sólo en el mes de julio se superó la cifra de 100.000. En 2015 el número se ha triplicado respecto a 2014. Las cifras reales deben ser muy superiores.

La Unión Europea, hasta el momento, ha establecido como política para abordar esta problemática buscar y recoger a los inmigrantes en alta mar o en las fronteras y acogerlos en campamentos provisionales en condiciones impropias para los estándares europeos, para luego irlos soltando por Europa a dosis más pequeñas volviendo a generar problemas en fronteras interiores, como podemos ver en el Paso de Calais. La Unión Europea sigue viendo esta cuestión como una crisis humanitaria, que pretende resolver con paliativos muy provisionales, que son a todas luces insuficientes.

Además, a este dato se une uno que, aunque no novedoso, sí es significativo por la cifras. Muchos de los nuevos inmigrantes que llegan a la costas de Italia o al Este de Europa son personas que huyen de conflictos bélicos. La amenaza de vivir bajo los verdugos del Estados Islámico, o de Al Qaeda, en Libia, Siria, Eritrea, Afganistán, etc. empuja a muchas familias a buscar un mejor futuro en otros países ante la incapacidad de sus naciones de origen de resolver problemas que cada vez se están enquistando más, sin que la acción de los estados occidentales sea definitiva.

Los volúmenes y, sobre todo, la tendencia exigen para resolver el problema abordar esta cuestión migratoria como de seguridad nacional y que sean los organismos militares de la Unión los que se pongan en marcha y se justifique tanta burocracia para adoptar medidas mucho más eficaces.

En primer lugar, debe actuarse en los estados de origen, donde la crisis humanitaria es mucho más grave pero que por distante no detectamos. La situación en Líbano y Libia, y en menor medida en Turquía, es crítica, y la incapacidad para atender a millones de desplazados en estos territorios implicará no solo desórdenes públicos sino acciones militares que pueden provocar miles de muertos. Líbano está a punto de un conflicto civil con más de un millón de refugiados y donde se entremezclan chiítas, sunnitas, cristianos, etc. Todo un cóctel explosivo. Europa y la Alianza Atlántica deben adoptar acciones militares más beligerantes en los países en conflicto, y siendo un enemigo casi común en todos los casos: el extremismo radical islamista representado por Boko Haram en Nigeria, Al Qaeda en el Sahel y en la Península Arábiga, el Estado Islámico en Irak y Siria y Talibanes en Afganistán. Es una vergüenza que nos lamentemos de unas decenas de inmigrantes que mueren en nuestras costas y no de los miles que mueren en Siria o Irak, víctimas de una guerra de todos contra todos. La primavera árabe tan apoyada desde algunos países occidentales se ha teñido de rojo y toca ahora volver a replantear posiciones que funcionaron durante años apoyando a gobiernos que proporcionen estabilidad y seguridad como ya ocurrió en el pasado. El acogimiento indiscriminado está comenzando a crear problemas de seguridad dentro de los países. Desde ataques racistas, que no son nuevos en Europa y que nos traen recuerdos de viejos temores, a la acción de terroristas individuales que en todos los casos, como el reciente del tren Thalys, se están aprovechando del descontrol en nuestras fronteras y en nuestros puertos, donde parece más fácil entrar con un AK-47 que salir de turista. Algo grave falla en el control de las fronteras externas de la Unión. Asegurar las fronteras es un deber ineludible de los estados. Los estados se definen por tener fronteras seguras, y hoy en día muchos países están superados por los acontecimientos. Blindar las fronteras, establecer grandes campamentos de acogida en zonas aisladas donde con todos los medios pueda determinarse quién reúne los requerimientos para entrar en la Unión Europea como refugiado y quién debe ser devuelto a los puertos de origen, impedir que cualquier individuo o grupo pueda violar una frontera es algo consustancial a la defensa de los estados. La lucha contra las mafias ilegales que actúan a plena luz en los países de origen es una labor que debe involucrar a los servicios de inteligencia de todos los estados en una acción coordinada y deben aplicarse criterios de justicia universal para la persecución de estos delitos por los tribunales de la Unión Europea. Es necesaria una acción diplomática que involucre a estados que miran hacia otro lado cuando son en gran parte responsables de esta problemática. Irán, Turquía, Arabia Saudita y los países del Golfo disponen de recursos para ayudar a sus hermanos, pero sin embargo reprimen con tal dureza a los inmigrantes ilegales que todos prefieren la fría e inhóspita Alemania a estados musulmanes más seguros y con suficientes recursos. También Estados Unidos, que tiró el guante hacia una apertura del mundo árabe a la democracia desde el El Cairo, y que no hay más que ver los resultados desde Túnez hasta Pakistán y más allá, a Indonesia y Filipinas, para darse cuenta del fracaso de esta política impulsada desde Estados Unidos y apoyada por Europa que careció de una visión más realista del mundo árabe y de las fuerzas que lo mueven. Estados Unidos no puede quedar al margen de esta cuestión de seguridad en Europa. La situación se va a agravar con la crisis económica de los países africanos que viven de las materias primas y la agricultura y que están en recesión con brutales caídas en los precios que arruinarán a millones de familias en el Golfo de Guinea y en el Magreb, lo que abrirá un nuevo frente de presión sobre la frontera española principalmente.

La inmigración es consustancial a la vida de los hombres, y mientras existan grandes diferencias sociales y económicas entre países apenas separados por unas pocas millas de mar, será imposible detener el flujo de inmigración irregular; pero de ahí a no hacer más que acoger a todos cuantos lleguen solo va a provocar que el año que viene tengamos otra vez el triple de inmigrantes generando presiones sobre nuestro sistema social y económico que no serán fáciles de digerir. La falta de control está en la causa de que los que hoy son los miembros más activos de los grupos terroristas que asesinan y extorsionan por muchos de los estados de origen de los inmigrantes, puedan moverse como europeos con total libertad entre todos los países, y ya hemos visto lo que solo un hombre es capaz de hacer con un arma.

Creo que es hora de que las instituciones militares internacionales tanto de la Unión como de la Alianza tomen este problema como una cuestión de seguridad nacional e invocando los artículos de defensa común de los tratados adopten medidas claras, resolutivas para terminar con los conflictos bélicos, instaurar gobiernos estables en los países sometidos a guerras y regulen el tráfico migratorio hacia nuestras fronteras y entre nuestros estados. Europa tiene mucho margen para ser solidaria con aquéllos que huyen de conflictos y seguro que puede acoger a cientos de miles de refugiados, pero con control, con identificación, con reparto por países, con registro de antecedentes Es la única manera de que acojamos a los que realmente lo requieren y que mantengamos la seguridad y la estabilidad entre todos los ciudadanos europeos.

Y para ello, necesitamos presupuestos de defensa muy superiores a los que tenemos. Algunos como Francia, Alemania y Reino Unido ya están en esta línea. España, como país fronterizo, debe realizar un esfuerzo aún mayor en su gasto militar para poder contribuir a paliar esta crisis humanitaria y de seguridad con más y mejores medios, ayudando a los que lo necesitan, defendiéndonos de los grupos terroristas y disuadiendo a terceros países de adoptar políticas laxas en cuanto al control de su territorio evitando que sean plataformas donde se asienten grupos terroristas que utilizan los flujos migratorios como vía de penetración de sus comandos para atentar en Europa.

Esperemos que nuestros líderes europeos no esperen a estudios y a más análisis y adopten medidas resolutivas y de forma rápida y solidaria entre todos los países miembros para comenzar a resolver esta cuestión, quizás la amenaza más grave acontecida en Europa desde la caída del Muro de Berlín.

enriquenavarrogil.blogspot.com.es



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