Un ejemplo de potencial
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Un ejemplo de potencial

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Hace unos días hablé por teléfono con un antiguo compañero de trabajo que se encontraba celebrando un hito profesional que habían conseguido en su empresa. Al día siguiente, con el primer café de la mañana, leía en la prensa especializada la noticia “La UTE SENER-INAER entrega a la Armada el primer AB212 modernizado” y me contagiaba de la alegría de mi compañero, pues yo participé en este proyecto de manera directa.

En el año 2011, la UTE formada por las empresas SENER (grupo de ingeniería y tecnología) e INAER (operador líder de helicópteros en España) se adjudicaba el contrato del Programa de Extensión de Vida de los Helicópteros AB212 de la Armada (PEVH AB212). Este proyecto consistía en la modernización de siete helicópteros Agusta Bell 212 pertenecientes a la 3ª escuadrilla de la flotilla de aeronaves de la Armada por valor de 21 millones de euros.

El pliego de prescripciones técnicas (PPT) del programa pronosticaba la gran ambición del proyecto y la importancia del mismo para la Armada, pues pasaría de tener siete helicópteros “entrados en años”, con unas prestaciones bastante básicas, a poseer unas aeronaves modernas, equipadas con la última tecnología del momento en materia de defensa y con una vida útil extendida por más de 15 años, todo ello con un coste mucho menor que el derivado de adquirir nuevos helicópteros y en un periodo de tiempo “reducido”, algo que en mi opinión rozaba la utopía.

Por tanto el adjudicatario del concurso se enfrentaba a un proyecto ambicioso y pionero en la industria nacional que podría tener repercusiones (tanto positivas como negativas) en función de los resultados obtenidos, un proyecto que no estaba al alcance de cualquiera, pues se necesitaba mucho potencial para conseguirlo. En la Unión Temporal de Empresas, el grupo de ingeniería SENER se encargaría del diseño y la integración y el operador INAER afrontaría la instalación y la certificación. La cosa, en principio, pintaba bien para el buen fin del proyecto.

En febrero de 2013, con la ingeniería y el diseño ya avanzados por parte de SENER, comienzan los trabajos de certificación de la modificación con la autoridad, en este caso el INTA, algo que se iba a convertir en la piedra angular del proyecto, ya que mostrar cumplimiento de una modificación tan profunda no iba a ser fácil, en contra de lo que se pensaba.

Cuatro años después de la adjudicación del contrato, en diciembre de 2015, con la noticia de actualidad todavía sobre la mesa, se hace entrega del primer helicóptero a la Armada, algo que sin duda es positivo pero que invita a reflexionar acerca de los aciertos y los errores cometidos que han tenido repercusión en los plazos de ejecución del programa.

En lo que a mí respecta, como profesional de la aeronavegabilidad inicial, creo que uno de los errores que se pudieron cometer a nivel UTE fue subestimar el proceso de certificación, no considerándolo una pieza clave del proyecto, cuando finalmente ha sido uno de los puntos débiles del mismo, donde más problemas han podido surgir. En definitiva, un error en el análisis inicial de los riesgos del proyecto.

La certificación de una modificación que afecta a la FAR 29 casi en su totalidad (a excepción de algunos párrafos de estructura y motor que no se han visto alterados) es un proceso muy complejo, casi al nivel de certificar de tipo la aeronave completa, y no se puede pretender resolverlo en unos meses, puesto que se trata de la “prueba de fuego” que tiene que pasar el helicóptero para convencer al INTA de que su operación es segura, que al fin y al cabo es lo principal para una aeronave tanto civil como militar. Y con esto no me refiero únicamente a la parte ejecutora del proyecto, sino también a que quien oferta los contratos y establece los plazos debería ajustarse más a la realidad de la industria.

Dejando atrás este punto, hay que destacar que uno de los grandes aciertos ha sido la unión de dos empresas que han demostrado tener un gran potencial humano para alcanzar con éxito el objetivo propuesto, pues sinceramente no creo que hubiera sido posible de otra manera. Cuando una UTE se constituye, se dejan de lado los intereses particulares de las empresas que la forman para trabajar en la misma dirección, puesto que los únicos intereses que se tienen en cuenta son los del cliente que ha contratado los servicios. Tanto los éxitos como los fracasos son responsabilidad de todos y las particularidades no tienen cabida.

Como he comentado en el primer párrafo, participé en el proyecto de manera directa durante todo el año 2013 y parte de 2014, y he sido testigo del gran esfuerzo que se ha realizado y del gran valor del equipo que ha conseguido dar vida nuevamente a los AB212.

La entrega del primer helicóptero al cliente es un salto de gigante en el desarrollo del programa, pues no se trata únicamente del primero de siete, sino que una vez conseguida la certificación de la modificación integrada sobre el prototipo, el proceso de los seis restantes se asemeja más a una producción en serie (salvando las pequeñas diferencias que pueda haber entre ellos debido a que los años de fabricación difieren), lo que supondrá una aceleración en el desarrollo del programa y hará posible que la Armada cuente con la totalidad de sus helicópteros modificados para poder destinarlos a las misiones que considere.

Mi enhorabuena a todo el equipo de personas que ha llevado a cabo con éxito un proyecto de tal magnitud. A por seis más.



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