¿Qué significa un nuevo ciclo inversor
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¿Qué significa un nuevo ciclo inversor

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El Ministerio de Defensa ha anunciado en repetidas ocasiones en los últimos meses el inicio de un nuevo ciclo de inversiones en Defensa que servirán para mantener nuestros objetivos militares, el desarrollo tecnológico de nuestros medios y de nuestra industria, y garantizar el amplio rango de actividades que nuestras Fuerzas armadas realizan.

Para entender qué debemos entender por ciclo inversor y qué no; empecemos por este último. No significa alcanzar un determinado porcentaje del PIB; ya sea por un incremento de los gastos generales, ni por incluir en la contabilización los gastos de la Guardia Civil o las pensiones o los programas especiales que ya están amortizados en un 90% en cuanto a su impacto industrial.

Un nuevo ciclo inversor requeriría regresar de inmediato a los datos de inversiones de 2008; cuando nuestro gobierno dedicaba no más del 0,9% del PIB a Defensa. Esto significaría regresar de los 17 millones de euros de 2017 a los 190 millones de euros de I+D en 2008; significa volver a los 619 millones de inversiones para el mantenimiento desde los 239 millones actuales y de los 93 millones de euros para modernización hasta los 602 millones de 2008. Estas cifras son tremendamente pequeñas para las necesidades actuales, ya que en todo el periodo entre 1996 y 2008, el 70% de las inversiones totales de Defensa se financiaron con los anticipos reintegrables del Ministerio de Industria. Esto quiere decir que, con estas cantidades mantenidas en el tiempo, no habría suficientes recursos para cubrir las necesidades más perentorias.

Así que el segundo paso, una vez alcanzados en un plazo máximo de dos años estas cantidades, sería garantizar un acuerdo parlamentario que permita un crecimiento de un 5% anual hasta 2030. Todos los estudios financieros estiman que la inflación anual de los productos de defensa, está entre el 8% y el 10%, lo que significa que todo incremento por debajo de estas cantidades supone una pérdida de poder adquisitivo.

La justificación para alcanzar estas cantidades es bastante obvia si analizamos las condiciones en las que se encuentra el material, su disponibilidad, así como los avances tecnológicos de las últimas dos décadas de las que nuestras empresas han estado al margen al estar centradas en plataformas que fueron diseñadas a comienzos de los años noventa.

Si comenzamos por la modernización un presupuesto de 600 millones para los próximos doce años nos darían 7.200 millones de euros; apenas para pagar una nueva serie de fragatas, los vehículos 8x8, el avión de entrenamiento ligero y las capacidades de guerra electrónica, y defensa antiaérea. No habría margen para plantear la renovación de los aviones embarcados, nuevos helicópteros, un avión de combate de nueva generación, aviones VIP; aviones no tripulados, aviones de patrulla marítima y una larga lista de necesidades básicas para mantener capacidades.

Más crítico es el mantenimiento, donde los niveles de disponibilidad de los equipos, actualmente está muy afectado por la escasez de medios para el sostenimiento, En 2017 los recursos para mantenimiento son un tercio de los de 2008 y los mismos de 1982; con la diferencia de que, para mantener unos niveles aceptables de disponibilidad de equipos de última generación, necesitaríamos duplicar los recursos de 2008 hasta los 1.200 millones de euros para inversiones en mantenimiento. El mantenimiento es el erial de nuestra Defensa

Finalmente, la investigación, crítica para la participación en programas multilaterales, la principal fuente de tecnología para nuestro país en los últimos cincuenta años, así como para nuevos desarrollos, en un campo en el que están tan critica la superioridad tecnológica, requiere de un incremento brutal de recursos. En 2008 el presupuesto de I+D ascendía a 190 millones, una cifra ridícula si la comparamos con las de los años noventa, y en 2017, 17 millones, lo que es una cifra nimia. Que España quede fuera de los nuevos desarrollos tecnológicos europeos, no sólo tendrá implicaciones militares, industriales y tecnológicas, sino sobre todo políticas. Si España no asume un papel relevante en los nuevos programas y desarrollos,se estará condenando a una política exterior basada en hacer lo que dice Francia dividido por la cuarta parte, es decir como siempre.

Pero de poco serviría este ciclo inversor sin un cambio en la política industrial, que nos permita volver a un modelo exitoso desde los años setenta y derogado de un plumazo por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en 2007. La industria española debe tener un papel preponderante en estos programas; nuestros astilleros deben hacer nuestros barcos, nuestras aeronáuticas nuestros aviones y nuestras industrias terrestres nuestra munición, nuestra artillería y nuestros vehículos. Seguir a Francia en esta política es sin duda el mejor ejemplo. Querer sacar pecho con los recursos de los españoles de europeísmo entregando nuestra capacidades industriales y tecnológicas a nuestros competidores sería un error imperdonable.

Lo que el gobierno debe presentar es un presupuesto plurianual que cuente con el máximo consenso parlamentario, con un retorno a cifras realistas y comparables de inversiones. Debe presentar una lista de programas calendarizada y con sus presupuestos estimados y una memoria de cómo debería abordarse cada programa desde el punto de vista industrial. Todo lo demás sería una frustrante declaración de intenciones que terminaría por hacer sucumbir a nuestra industria y a nuestra política de seguridad.



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