Siria y el mundo después de los ataques
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Siria y el mundo después de los ataques

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(Especial Ceeag para Infodefensa) El ataque norteamericano, perpetrado el 6 de abril del 2017 en Siria, como respuesta a la utilización de armas químicas por parte del régimen de Bashar al-Ásad, fijó los límites sobre los cuales Estados Unidos y sus aliados actuarían en el país árabe. El Consejo de Seguridad se reunió el 7 de abril sin llegar a una resolución tras el veto de Rusia y China. Posteriormente, en mayo en la Cumbre de Taormina, Italia, el G7 exigió aunar esfuerzos para una solución política del conflicto civil en Siria. Sin embargo, estos compromisos no se concretaron y, en consecuencia, quedó abierta la posibilidad de nuevos bombardeos.

El pasado viernes 13 de abril, Estados Unidos y sus aliados (Reino Unido y Francia) atacaron instalaciones sirias, en respuesta al supuesto uso de armas químicas por parte del régimen de Bashar al-Ásad en la ofensiva a la localidad de Duma (en las cercanías de Damasco), el pasado 7 de abril. Esta operación tuvo como finalidad infringir daño al supuesto arsenal químico que posee Siria. Por su parte, la primera ministra británica, Theresa May, declaró que los ataques eran “limitados y dirigidos” y no tenían como propósito intervenir en el conflicto civil sirio.

El bombardeo ejecutado contó con el apoyo de miembros de la OTAN así como los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Qatar. Por otro lado, el mandatario ruso, Vladimir Putin, respondió señalando que "tales acciones no se quedarán sin consecuencias" y solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Irán, cercano a Siria, advirtió que los aliados no ganarían nada con el ataque. Por último, al-Ásad negó haber empleado armas químicas y sostuvo que los ataques constituían "una flagrante violación del derecho internacional".

En el acontecimiento se identifican tres asuntos relacionados con el conflicto. Primero, en lo interno, las fuerzas del régimen alauita de al-Ásad y su partido el Baas que se enfrentan con diferentes fuerzas de oposición: kurdos (las guerrillas del YPG), diferentes grupos sunníes (mayoría en Siria) desde grupos moderados hasta grupos vinculados a Al Qaeda, y la organización yihadista autodenominada Estado Islámico. Estas fuerzas son apoyadas por potencias locales del Oriente Próximo y de carácter global tales como: Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos; y Estados Unidos a nivel global. Segundo, que las fuerzas del régimen de al-Ásad son respaldadas por la guerrilla chiita de Hezbolá y de Irán. Por otra parte, algunos grupos de la oposición, reciben apoyo de los EEUU. Turquía, otra potencia regional, considera que la guerrilla kurda es una amenaza para su soberanía y seguridad nacional. Israel por su parte, está muy preocupado por la penetración iraní en territorio sirio. Tercero, y a escala global, encontramos la presencia de Estados Unidos con asistencia de sus aliados en la región, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Israel; más, potencias europeas como Francia y Reino Unido junto con la OTAN, por un lado. Y por otro, Rusia con presencia militar en Siria en defensa del régimen de al-Ásad.

Visto el ataque desde lo político y económico, se advierte que EE.UU. busca dar una señal de que no está ausente de la región, limitando el accionar del régimen de al-Ásad. Es claro que el conflicto se proyecta, desde su situación local inicial a una coyuntura internacional entre Estados Unidos y Rusia. El escenario es más complejo en el ámbito regional del Oriente Próximo, porque se mantiene la tendencia a un acercamiento de fronteras entre Israel e Irán. Los efectos económicos más directos podrían volatizar el precio del petróleo y el intercambio comercial de Rusia con Estados Unidos y sus aliados. El objetivo de EEUU es contener la presencia de Irán en Siria. Por otro lado, Trump intenta mantener su influencia en la zona en desmedro de Rusia. Moscú ha desarrollado un rol diplomático y militar en la región, sin embargo también tiene intereses geopolíticos en la zona.

En el ámbito del Derecho Internacional, la comunidad internacional también ha manifestado su postura frente a los ataques en Siria. Al respecto, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, sostuvo la necesidad de actuar de forma consistente con la ley internacional. El punto central es que si bien la ejecución de un ataque con armas químicas está sancionado por la legislación internacional, el empleo de la fuerza sólo está amparado por un acto de legítima defensa frente a una agresión actual y potencial o por resolución del Consejo de Seguridad Nacional.

En el citado ataque se emplearon misiles Tomahawk. Este tipo de arma es de largo alcance y de gran precisión, mide más de seis metros de longitud, pesa más de 1.500 kilos y están diseñados para volar a baja altitud, desarrollando velocidades hasta los 885 km/h. Pueden transportar ojivas de hasta 454 kilos y alcanzar objetivos hasta 1.600 kilómetros de distancia. Dentro de la capacidad bélica utilizada, también destaca el Jassm-ER, misil de Distancia Aire-Tierra Conjunto - Rango Extendido (conocido como misil invisible, debido a que su firma de radar es muy pequeña siendo difícil de detectar).

Las repercusiones del ataque demuestran que el conflicto en Siria avanza a condiciones críticas, con una escalada manifiesta en la cual no se identifican esfuerzos reales que contribuyan a detener la crisis. Las naciones involucradas mantienen intereses contrapuestos. De esta manera, no se descarta que puedan existir otras respuestas y futuras ofensivas frente a estos ataques, incrementando las disputas de las potencias en territorio Sirio, donde Rusia también puede convertirse en un actor con mayor protagonismo otorgando apoyo militar al régimen de Bashar al-Ásad.

Por su parte, la Casa Blanca busca dentro de sus fronteras aunar esfuerzos para conseguir un enfoque unificado contra un enemigo externo común. Esto, podría mitigar los problemas internos a corto plazo. La oposición estadounidense aún se mantiene dividida en cuanto a la ofensiva norteamericana, por lo que el mandatario deberá sostener una postura estratégica que pueda favorecerle en su ámbito interno y externo. En cuanto a las consecuencias políticas externas, se espera de EE.UU. conserve la alianza con sus aliados en relación a la situación siria. En el contexto regional del Oriente Medio, se observa una creciente tensión entre las potencias locales, Israel-Irán y entre el mundo sunita y chiita.

La violación al Derecho Internacional ha sido cada vez más recurrente. La supuesta utilización de armas químicas, así como ataques a territorio soberano parece no acabar. Los organismos internacionales no tienen suficiente poder ni respaldo para poder actuar por sobre los Estados, lo que le impide ejercer su rol.

En síntesis, el conflicto adquiere una escala cada vez más global, comprometiendo a las principales potencias mundiales. Esto es una consecuencia de la no concreción de los objetivos de Taormina. La guerra civil está concluyendo pero la tensión aumenta entre las potencias regionales, especialmente entre Irán e Israel. Es decir, ya dejó de ser un conflicto local para transformarse en un conflicto regional con implicancias globales, afectando la paz y la seguridad internacional.

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