Turquía: el aliado incómodo
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Turquía: el aliado incómodo

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(Especial Ceeag para Infodefensa) La compra por parte de Turquía del sistema de defensa balístico S-400 a Rusia ha generado preocupación en Estados Unidos, donde se observa un creciente distanciamiento de Ankara de sus tradicionales aliados occidentales. Al respecto, el senador demócrata, Chris Van Hollen, ha sostenido que dicha compra implica una amenaza a la seguridad de los cazas F-35 y otorga a Putin la posibilidad de obtener información de inteligencia crítica sobre dicha tecnología.

Considerando que es absolutamente inusual que un país miembro de la OTAN adquiera armamento de adversarios político-estratégicos y sobre todo equipamiento de alta tecnología proveniente de los mismos, esta situación sería el ejemplo más claro del creciente distanciamiento entre Ankara y Washington. A esto, se suman los constantes conflictos con EE.UU. por la situación de Irak y Siria, por el apoyo de los norteamericanos a grupos kurdos (Unidades de Protección Popular, YPG, por sus siglas en kurdo) con el objetivo de combatir al autodenominado Estado Islámico, que amenazarían la soberanía turca en su territorio oriental y sus objetivos estratégicos en la región; las duras críticas del gobierno del presidente Erdoğan a Israel, aliado clave de Washington en la región; las crecientes acusaciones al régimen turco por autoritarismo político; la compleja relación del presidente de Turquía con la Unión Europea tras el congelamiento de las negociaciones para que Turquía ingrese al bloque europeo; el incidente del pastor cristiano Andrew Brunson, al cual Ankara acusa de conspirar en contra del gobierno; y, el conflicto arancelario con los Estados Unidos. Dichos episodios son síntomas de una erosión en las relaciones de Turquía con Occidente.

Ankara ha tratado de solucionar sus dificultades arancelarias con Washington aumentando sus alianzas con países de la región. En particular, destaca el fondo qatarí de inversiones por 15.000 millones de dólares que podría incrementarse en los meses futuros. Así, Qatar logra, a su vez, escapar de las sanciones de varios países del Golfo por la línea editorial de Al –Jazzera y su alianza con Teherán. Irán ha acrecentado su intercambio comercial con Turquía, generando la preocupación de Estados Unidos y sus aliados en la región. Ankara quiere aumentar su comercio con el país persa de 10.000 millones anuales (2017) a 30.000 millones de dólares en el futuro cercano. Esta situación de evadir las sanciones por parte de Turquía no es nueva. Ya en el año 2012, a pesar de las restricciones comerciales de Naciones Unidas, mantenía un gran flujo comercial con Irán por 22.000 millones de dólares y que, posteriormente, se redujo a 14.000 millones, fundamentalmente por la disminución del precio de los hidrocarburos. La economía turca es altamente dependiente de las fuentes energéticas iraníes. Ankara busca solucionar su crisis económica y retar a Washington; sin embargo, la banca turca está preocupada por los riesgos que implican para el sistema financiero estas alianzas comerciales “alternativas”.

Con todo, Turquía resulta aún un aliado vital para los objetivos políticos y estratégicos de Estados Unidos y de Europa en la región. Tradicionalmente ha sido la potencia que ha limitado la expansión rusa hacia el Mediterráneo, basta con recordar la Guerra de Crimea en el siglo XIX (1853 y 1856). Sin embargo, Erdoğan ha dado muestras de querer buscar un acercamiento con Putin, con el cual parece tener objetivos comunes en Oriente Medio, consolidando una alianza con Irán, adversario de los Estados Unidos e Israel en la región.

La valoración de Turquía como socio estratégico está cambiando, debido al aumento de las diferencias entre Washington y Ankara. Los intereses del presidente Recep Tayyip Erdoğan son contradictorios con los objetivos occidentales, lo cual sitúa a ambas partes en una situación compleja. La característica fundamental de esta frágil alianza con Occidente es la desconfianza y la duda, por ambas partes, sobre la importancia de mantener la alianza. No obstante, la importancia de Turquía como potencia en la región sigue siendo relevante, especialmente para Europa, puesto que Turquía ha sido primordial para contener la crisis migratoria desde el Oriente Medio (Siria, básicamente), que afecta a los países europeos. En definitiva, lo anterior constituye un escenario de incertidumbre que podría alterar los equilibrios geopolíticos y configurar nuevas políticas estratégicas por parte de las potencias globales y locales en la región.

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