En peligro los plazos del primer bombardero de EEUU en 30 años
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En peligro los plazos del primer bombardero de EEUU en 30 años

Representación artística del aspecto esperado para el futuro bombardero B-21. Imagen. USAF
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Las estrecheces financieras ponen en peligro el calendario del programa del futuro bombardero B-21 Raider de Estados Unidos, valorado en 80.000 millones de dólares. El subsecretario de la Fuerza Aérea del país (USAF), Matt Donovan, ha advertido de la necesidad de llegar a una solución de financiación temporal para que el programa no sufra retrasos que podrían afectar a las entregas. De esta forma se compensaría en parte el estancamiento de la denominada CR (siglas en inglés de resolución continua) que provee asignaciones para el año fiscal.

Pero la USAF teme además que otra CR podría frenar esfuerzos clave como el del programa B-21, según ha advertido este jueves Donovan. “Una CR a largo plazo limitará la ejecución de las fases de ingeniería, fabricación y desarrollo (fase EMD) del B-21”, ya que “estaríamos limitados al nivel de financiación del año fiscal 2017, que está muy por debajo de la solicitud de presupuesto para el año fiscal 2018”. Para este año la Fuerza Aérea tiene prevista una asignación de 2.000 millones de dólares a la EMD del programa, mientras que en 2017 se establecieron 1.300 millones, por lo que el peligro está en ver reducido en 700 millones la cantidad anunciada para este ejercicio.

E B-21 es un desarrollo de Northrop Grumman, ganadora de un programa al que se le calcula un valor de hasta 80.000 millones de dólares, incluido todo su coste de vida, como publicó en octubre del año pasado Infodefensa.com. Se trata del primer bombardero desarrollado por Estados Unidos en 30 años, para cuya construcción también optaron Boeing y Lockheed Martin. El futuro aparato fue bautizado en septiembre de 2016 como Raider, invasor y atacante en inglés, para homenajear a los aviadores que en abril de 1942 realizaron el primer ataque norteamericano sobre suelo japonés después de haber sido golpeados en Pearl Harbour.

Los planes iniciados en 2004 contemplaban una aeronave que comenzaría a operar en 2018, sin embargo el programa quedó aparcado en 2010 por cuestiones presupuestarias. Al año siguiente volvió a retomarse el proyecto, aunque con la premisa de que cada uno de los cien aparatos previstos no se encareciese más allá de 550 millones de dólares o unos 800 millones si se tienen en cuenta la investigación y el desarrollo que llevarán aparejados.

El desarrollo, del que se calcula que se entregará un centenar de unidades a partir de mediados de la próxima década, deberá cargar grandes cantidades de combustible para penetrar las defensas más sofisticadas y destruir decenas de objetivos en una sola misión para la que deberá cubrir largas distancias.

El nuevo avión, que estará dotado con los últimos avances en armamento y en tecnología para pasar lo más desapercibido posible, e incluso se prevé que pueda llegar a volar sin tripulación, sustituirá a buena parte de la flota de casi un centenar y medio de bombarderos B-52, B-1 y B-2 con los que cuenta Estados Unidos en su inventario.

La USAF comenzó hace más de una década a plantearse la adquisición de un nuevo modelo de bombardero con el que reemplazar buena parte de su flota de B-52, que ya llevan en servicio más de medio siglo; los B-1, desplegados en los ochenta, y los B-2, utilizados desde los noventa. Se trata, así, del primer avión de este tipo que se desarrolla en el país en los últimos treinta años.



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