Productividad versus soberanía en defensa
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Productividad versus soberanía en defensa

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(Infodefensa.com) Por Antonio Fonfría (*) – El proceso de cambio que ha de vivir la actividad económico-industrial del sector de la defensa, tanto desde el lado de la oferta, como desde la demanda, pasa necesariamente por incrementar de manera sustancial la productividad en ambos lados. Desde la perspectiva del gasto público haciendo que cada euro gastado genere el mayor rendimiento social –value for money, anglosajón– y, por lo que respecta a la industria, elevando el rendimiento industrial de cada euro gastado por el sector público, esto es, dando el mejor producto/servicio al mejor precio.

La mayor parte de los análisis suelen llegar a la conclusión de que la mejor alternativa para alcanzar el objetivo de mejorar la productividad de ambas partes es la colaboración internacional, leída ésta también desde las dos orillas. Vía demanda se trataría de poner de acuerdo a los países para que realicen compras conjuntamente, mejorando así el rendimiento económico. Desde la perspectiva de la oferta, la colaboración pasaría por la creación de consorcios –generalmente grandes–, que podrían aprovechar la generación de economías de escala para reducir costes y, por ende, precios. Hasta aquí todo parece cuadrar, aunque sólo lo parece.

Así, si se observa el mecanismo de pooling & sharing que plantea laUE y el sistema que se acaba de describir, no cabe duda de la necesidad de renuncia por parte de los países a parte de su soberanía, tanto desde la perspectiva de la oferta como desde la demanda –suponiendo que pudiese hablase de soberanía de oferta y de demanda–. Con relación a la primera, la misma selección de capacidades que se vayan a desarrollar en el país, debido a que se consideren críticas e irrenunciables, supone una renuncia a realizarlas internamente, lo cual impone ciertas restricciones e implica determinados riesgos que es necesario valorar. Además, es cierto que generalmente no merece la pena –en términos económicos– mantener una mínima capacidad en un ámbito al cual se ha renunciado, ya que los elevados costes hundidos que supone no compensan los posibles beneficios que adiciona.

Por lo que se refiere a la soberanía de demanda, ésta se centra fundamentalmente en dos aspectos. El primero de ellos es la necesidad de decidir a qué capacidad militar se renuncia. El segundo de quién se pasa a depender para obtener dicha capacidad.

Tal y como se ha expuesto el tema parece bastante complejo de resolver. Sin embargo, en realidad no supone más que profundizar en lo que de facto ya se está dando desde hace décadas. Ningún país es capaz de satisfacer todas sus necesidades de defensa, por lo cual los países llevan realizando renuncias y tomando decisiones de dejar en manos de empresas extranjeras muchos de sus sistemas críticos desde hace años. Pongamos un ejemplo. Si suponemos que el sistema AEGIS es una capacidad irrenunciable, de ahí su incorporación a la Armada Española, y se importa de los EEUU, ello implica haber renunciado a crear esta capacidad –u otra similar–, internamente y con ello a que alguna empresa española pudiese desarrollarlo.

En el contexto en que estamos entrando, la diferencia fundamental se encuentra en la intensidad de esta situación junto con la necesidad de agrupar demandas para reducir costes. Aquí está la otra renuncia obligada por la productividad. En este caso, la renuncia a parte de la soberanía tampoco es tan dramática, ya que en realidad, los grandes proyectos de colaboración internacional –por ejemplo, el EF-2000–, buscan entre otras cosas, la agregación de demandas para reducir costes de adquisición. La novedad aparece a la hora de compartir sistemas y otros recursos. Sin embargo aquí no hay renuncia real a la soberanía y además se hace también desde hace años –AWACS de la OTAN-.

En definitiva, la obtención de ganancias de productividad –desde la perspectiva aquí expresada–, no puede limitarse por el concepto de soberanía en términos generales. Puede haber algunos casos en los que se llegue a revertir esta situación, pero son relativamente escasos. Por lo tanto, la profundización en la colaboración internacional, realizada de manera equilibrada y apoyada por una relación estratégica gobierno-industria, no tiene grandes problemas para no realizarse aduciendo problemas de soberanía. Si además son ciertas las ganancias aportadas por los proyectos internacionales que se han realizado en colaboración y que en tantas ocasiones nos han expuesto –aunque, eso sí, con muy pocas cifras–, pues aún con más motivo.

ANTONIO FONFRÍA es profesor de Economía Aplicada y director del Máster en Logística y Gestión Económica de la Defensa en la Universidad Complutense de Madrid.

Foto: Expal

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