La competitividad de la industria de defensa
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La competitividad de la industria de defensa

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(Infodefensa.com) Por Enrique Navarro (*) – Las exportaciones de las empresas españolas han continuado con sus altas tasas positivas contribuyendo de forma neta al crecimiento del PIB en el comienzo de 2014, aunque obviamente con tasas menores comparadas con las de 2012 y 2013. Sin duda, ello no hubiera sido posible sin un incremento de la competitividad de nuestra industria. Calidad a menor coste es la garantía del éxito en los mercados exteriores. Sin embargo llama la atención que la industria de defensa y de seguridad, no haya incrementado su competitividad y en consecuencia mantenga unas tasas de reducción de las exportaciones que se viene acentuando desde el comienzo de la crisis.

A mi juicio, el mercado de las compras públicas, y en particular aquellas ligadas a la defensa y seguridad, se desenvuelve en un ambiente de incompetencia perfecta. ¿Qué quiere decir? Que las empresas proveedoras internacionales no compiten entre sí únicamente, pero que sin embargo hay unas reglas de elección de contratistas que en un supuesto de pleno intercambio de información resulta de una lógica aplastante. El problema es que existen tantos déficits de información en el mercado de la defensa, que para evitar un perjuicio económico para alguna o ambas partes, se establecen mecanismos de compensación o garantía de equilibrio, como acuerdos de cooperación industrial, acuerdo entre gobiernos etc.

Analizando catorce grandes contratos de plataformas aeronáuticas y navales de los últimos diez años que suponen 50.000 millones de dólares en contratos, se deduce que no son las empresas las que compiten en precio o calidad. Básicamente son las naciones las que concurren a estas licitaciones y las decisiones de los compradores en un noventa por ciento de los casos no se basan ni en el precio ni en la capacidad del producto, sino en factores exógenos, que poco tienen que ver con las reglas habituales de la contratación administrativa, a la que precisamente se obcecan los funcionarios de Bruselas en encasillar al sector de la defensa.

Sin querer mencionar ejemplos concretos para evitar susceptibilidades, el análisis de estos catorce contratos internacionales celebrados en los últimos siete años, ofrece resultados muy significativos sobre los procesos de compras y los elementos determinantes de las decisiones de adjudicación.

Todos los gobiernos excedieron el cronograma previsto inicialmente para la contratación en un 270%; y en la mayoría de los casos, un 64%, al menos se hicieron dos convocatorias en el mismo proceso con diferentes requerimientos. En un 95% de los casos, el cambio de requerimientos y la apertura de una nueva convocatoria, implicó un cambio en la decisión previa de la plataforma a adquirir. Los sobrecostes para los gobiernos de este constante incumplimiento de los plazos se estiman alrededor de un ocho por ciento de los precios de adjudicación. Esto supone teniendo en cuenta los presupuestos de estos proyectos, un sobrecoste estimado de 2.700 millones de dólares. El coste aproximado de una campaña comercial de dos años de duración para una gran corporación se estima en 240.000 horas hombre, más sus gastos asociados de promoción, oficinas, viajes etc. En todos los casos en los que se ha decidido hacer una segunda convocatoria, se ha optado por la oferta más económica, con una reducción significativa de los requerimientos exigidos. También es llamativo que en ninguna licitación se incrementaron los requerimientos técnicos en la segunda convocatoria. En el 100% de los contratos adjudicados, hubo compensaciones industriales y/o políticas, bajo fórmulas muy diferentes. En el 80% de los casos fue a través de la negociación y firma de un acuerdo de cooperación industrial y en el resto como parte de la estrategia comercial de los licitadores. En los grandes concursos, hubo intervenciones políticas de los países licitadores de alto o muy alto nivel, alcanzando a jefes de estado y gobierno en proyectos como Brasil, India o Corea del Sur; este hecho afecta al 78% del importe total contratado. Un alto porcentaje de los contratos incluyeron paquetes de financiamiento, en los cuales intervinieron entidades financiadoras de los gobiernos exportadores en un 75% de los casos, bien proveyendo subsidios a tipos de interés, coberturas de crédito y de impago, intervención de la banca estatal de los países, acuerdos de barter etc. En un 75% de los contratos hubo un contrato o acuerdo gobierno-gobierno, generalmente reemplazando al comercial o siendo paralelo al mismo.

Otra parte del estudio analizó las principales exportaciones de la industria española de defensa de los últimos veinte años, tomando en consideración doce contratos por un importe de 9.000 millones de Euros.

- El 90% de los contratos firmados llevaban aparejados un acuerdo de colaboración industrial u offset; en un caso se trató de un barter completo, venta de CN235 a Francia, y en otro hubo un barter parcial, compra de sistema NASAMs a Noruega.

- En cinco de los doce contratos el gobierno español firmó como contratista o garante o copartícipe del contrato.

- Los programas de venta de submarinos Scorpene son producto de una colaboración industrial internacional; así como la venta de fragatas a Noruega y Australia, en este caso con Lockheed Martin y como parte de la compra de las fragatas F-100 por España.

- En el caso de la venta primera de aviones C295 a Polonia, la contrapartida fue la adquisición de la mayoría del capital de la compañía aeronáutica polaca PZL.

La industria española de defensa ha perdido en los últimos quince años, algunas licitaciones o concursos internacionales de mucha envergadura, como la venta de aviones de transporte medio para el US Army frente al C27J de Alenia, circunstancia que se replicó en Rumania y en otros países. Navantia se ha visto excluida de proyectos en países donde había vendido anteriormente como Noruega o Malasia. La razón principal a mi juicio ha sido una política comercial más agresiva de los competidores, tanto en precio, apoyo político, financiación, cooperación industrial.

La recuperación de la capacidad exportadora de la industria española de Defensa, en especial en el área de plataformas, pasa por una posición más competitiva de nuestro sector, que se mide, a mi entender en cinco índices.

- Estructura industrial de costes.

Las empresas plataformistas están sobredimensionadas en términos de infraestructuras y de empleo, consecuencia de que no han realizado los ajustes de acuerdo a la nueva situación del mercado. A su vez, tienen un nivel de subcontratación todavía elevado, que si bien ofrece mayor flexibilidad daña la estructura de costes de la compañía. En términos generales y en la parte que podríamos considerar industrial, de menor contenido tecnológico, seguimos siendo menos competitivos que los países de extremo oriente, aunque no son ellos nuestros competidores naturales en el mercado de la defensa. La potenciación de la dualidad atendiendo mercados civiles y militares es una condición ineludible. Un astillero o una aeronáutica militar exclusivamente son inviables. Sin embargo, no existe la sensación de que sea una cuestión de precios la determinante de haber perdido algunos contratos en el pasado.

- Financiamiento.

Los países emergentes con un sistema financiero en ebullición y con apenas déficits públicos que financiar, están utilizando esta solvencia para apoyar sus exportaciones. De esta manera se están ofreciendo condiciones financieras muy atractivas con el soporte de instituciones financieras públicas, que a la larga determinan una decisión de compra. La decisión política de comprar una plataforma tiene un momento dulce que es el de la firma, en especial si hay un acuerdo de cooperación industrial, y seis años de dificultades en los que hay que pagar. Es natural la tendencia del político de apuntarse al primero y distanciarse del segundo. Si además, el pago puede realizarse en quince años, con mucho mayor motivo. Sin duda, aunque en el fondo no se admite de una forma expresa; una oferta de financiamiento es el elemento más crítico para acceder a mercados exteriores. La acción combinada de bancos privados, CESCE, aseguradoras; banca pública y el uso de determinadas ayudas a sectores críticos es condición indispensable para ser exitosos en el mercado exterior, y debe haber una única entidad que canalice y coordine todas estas acciones de apoyo.

- Apoyo político.

Un país nunca comprará un sistema de armas si no existe una alianza militar o política con el proveedor; o al menos unos intereses estratégicos o políticos comunes; si no se le garantiza la adecuada transferencia de tecnología y el soporte al ciclo de vida y si no se asegura el suministro de repuestos ante cualquier eventualidad. Un país difícilmente compra un sistema que no está en uso en las fuerzas armadas del país que exporta. Un gobierno, y en particular las fuerzas armadas, con independencia de su país de origen, confían más en otros gobiernos o en otras fuerzas armadas que en las empresas. Existe una comunidad de intereses entre militares a nivel mundial que debe ser la palanca de acceso a muchos mercados. La intervención profunda y con toda sus armas: diplomáticas, políticas, económicas, del gobierno español es también una condición ineludible. No hay empresa en España ni siquiera en el mundo que pueda competir contra el gobierno francés o el americano. La empresa española de Defensa sigue su aventura solitaria en el comercio internacional y esto va degradando paulatinamente nuestra capacidad exportadora.

- Desarrollo tecnológico.

La tecnología es y será el elemento definitorio de un país avanzado. La tecnología a menudo es un intangible sobre el que resulta imposible definir un precio. ¿Qué precio tiene convertir a un submarino en indetectable?; quizás más que el propio coste de construcción de todo el submarino. La desaparición de los presupuestos de I+D en España es y sobre todo será un hándicap excepcional para poder competir en los mercados. España gasta en I+D auténtica menos que Grecia en porcentaje sobre el PIB. Si no se reactivan los proyectos de I+D que tengan un impacto industrial inmediato, nuestra industria quedará desfasada en apenas una generación, tiempo que ya no se podrá recuperar. Sin inversión en tecnología tampoco se puede acceder a los programa cooperativos, que han sido fuente inagotable de conocimiento, experiencia y contratos. El abandono de España de los programas cooperativos multilaterales por razones presupuestarias, es echar el cerrojo de la puerta de otros mercados.

- Presupuestos.

Un país que no se toma en serio su defensa y su industria difícilmente puede convencer a otros países que inviertan sus recursos en nuestros productos. Un país que no es socio activo de la comunidad internacional de defensa, no va a convencer a potenciales clientes de ser un socio fiable que le ofrezca las garantías necesarias. Un país que no invierte en nuevos sistemas de armas, dejará a su industria obsoleta y por tanto fuera del mercado. Un país que no tiene en mente renovar su arma aérea, el sustituto del EF2000 o de las fragatas Santa Maria, está lanzando un mensaje de futuro demoledor a la industria. Pensar que vendrán mejores tiempos porque si, no es serio ni razonable. En primer lugar por las propias necesidades de nuestra seguridad industrial y en segundo lugar por las implicaciones de todo tipo España, debe ver crecer de forma significativa su presupuesto de Defensa en 2015, no hay más tiempo.

En la actualidad los índices de competitividad de nuestra industria están bajo mínimos. Invertir esta situación es responsabilidad de todos los agentes, pero especialmente del gobierno. Existen suficientes experiencias para aprender y aplicar medidas razonables que producirán un impacto positivo en nuestra economía y en el empleo, y en nuestra seguridad, de manera que no hay razones objetivas para no hacerlo.

(*) ENRIQUE NAVARRO es presidente y CEO de Intergroup holding Ag y analista de defensa

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