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La anunciada denuncia por parte norteamericana del tratado INF es sin duda una cuestión relevante. Aunque algunos analistas enmarcan la decisión del presidente Trump en el contexto de las relaciones bilaterales chino-norteamericanas, sus consecuencias pueden afectar a la estabilidad en Europa, en función de la interpretación que por su parte pueda hacer desde Moscú el presidente Putin. Teniendo en cuenta las personalidades de los protagonistas, los gobiernos europeos hacen bien por inquietarse ante la situación planteada.

Recordemos que el tratado INF es una derivada directa de la llamada doble decisión de la OTAN, o como se conoció de forma más popular, de la crisis de los euromisiles de principios de la década de 1980. Recordemos que ante el despliegue soviético de misiles SS20 en territorio de la Alemania comunista, la OTAN respondió con el despliegue de misiles Pershing y estableció un proceso de negociación para la desaparición de misiles nucleares de alcance intermedio en suelo europeo. La siguiente derivada fue que desde Washington el presidente Reagan lanzó la iniciativa de defensa estratégica, popularmente conocida como guerra de las galaxias, que hoy se enmarca en la llamada segunda 'offset strategy'. El proceso y la apuesta contribuyeron de forma muy significativa a la caída de la URSS.

Este ejemplo ilustra un caso de realpolitik. Una palabra que se ha repetido en nuestra España en torno a la comparecencia del presidente Sánchez sobre la situación de nuestras relaciones con Arabia Saudí y que afectan al futuro de Navantia y a inversiones importantes en otros sectores.

Quizás no sea el momento en el que se pueda reclamar un debate en profundidad y con altura de miras de cuál debe ser la posición española en materia de comercio de defensa. Sin duda, se trata de una cuestión relevante que debe verse más allá de operaciones puntuales. Lo que parece claro, en el caso concreto del sector naval de defensa español, es que su futuro no debería depender de un contrato exclusivo. Ni siquiera de un programa nacional tan importante como puede ser el de la futura fragata F110.

En Francia, Naval Group ha anunciado una alianza estratégica con Thales. Por su parte, la italiana Fincantieri se ha aliado con Leonardo y ha adquirido la parte militar de la firma local Vitrociset para completar sus capacidades. Aunque pudiera interpretarse como movimientos antagónicos entre futuros competidores también pudiera suponer un posicionamiento de cara a adquirir músculo para tomar posiciones en una supuesta fusión entre ambos.

En cualquier caso, los movimientos pueden estar anunciando un camino que podría empezar a conformar el futuro del sector naval de defensa europeo. Es un momento que parece propicio, puesto que desde Bruselas se ven con buenos ojos los movimientos que propicien un fortalecimiento de la industria de defensa europea frente a los socios y también competidores norteamericanos. Recordemos que en Estados Unidos también se están produciendo movimientos en el sector de defensa y que recientemente se ha anunciado la fusión entre Harris y L3 que dará lugar a un nuevo gigante empresarial que estará en el top 15 mundial.

El entorno que marca la realidad muestra que el futuro de la bahía de Cádiz, del sector naval y de la industria de defensa española bien merece un debate más profundo que trascienda las relaciones con un único cliente y a discusiones puntuales con intención de atraer votos locales.



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