España y el FCAS
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España y el FCAS

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La incorporación de España al programa franco-alemán FCAS, ratificada por la ministra de Defensa en funciones Margarita Robles durante la pasada edición del Paris Air Show, es sin duda una buena noticia.

Durante la última asamblea general de Tedae, el secretario general de industria y pyme incidió en la trascendencia que tendrá este programa durante las próximas décadas. Efectivamente se trata de la incorporación, a partes iguales con los otros dos socios, al proyecto más ambicioso que se ha abordado a nivel europeo y que presenta multitud de desafíos.

En primer lugar el propio ámbito operativo, donde se contempla una verdadera revolución para el futuro de las operaciones aéreas, utilizando un “sistema de sistemas”. Conceptualmente el objetivo va más allá de un nuevo avión. Se incluye, entre otras cosas, el desarrollo de plataformas no tripuladas que deriven del programa Euromale en el que también participa España.

La modificación del concepto operativo tiene sus implicaciones tecnológicas. Se trata de desarrollar tecnologías avanzadas en el horizonte 2035. Un trabajo que ya se había iniciado hace años con el programa ETAP que puso los cimientos de algunas tecnologías que tendrán su aplicación en el nuevo programa. En el caso del componente no tripulado, la referencia es el programa Neuron para el desarrollo de un demostrador de UCAV, en el que también participó España. En ambos proyectos España invirtió unos 65 millones de euros durante la pasada década procedentes de diferentes fuentes. Una cantidad nada despreciable si consideramos el entorno en el que vivimos en esos años.

Es significativo que en el ETAP participaron también el Reino Unido, Italia y Suecia que se han consorciado en el proyecto Tempest liderado por los británicos. Nuevamente vemos al menos dos iniciativas europeas que se desarrollan en paralelo y que añaden un tercer desafío desde el punto de vista de la ansiada autonomía estratégica europea. Los tres retos que aludimos, operativos, tecnológicos y estratégicos, son comunes a los países participantes. Vemos otros que quizás sean más específicos del caso español: el financiero, el institucional y el industrial.

Desde el punto de vista financiero el esfuerzo será de decenas de miles de millones de euros durante al menos tres décadas. Las cifras son preliminares pero algunas estimaciones indican que la parte española podría llegar a los 20.000 millones de euros para las fases de diseño, desarrollo, producción y entrada en servicio. La fase inicial que finalizará a mediados de 2021 contempla una aportación española de 110 millones de euros. El desarrollo del demostrador está estimado inicialmente en un total de unos 3.000 millones de euros hasta 2030. Hasta ese año España tendrá que aportar un tercio de los costes. Un esfuerzo financiero importante que tendrá repercusión sobre el conjunto de la política de adquisiciones.

Esto lleva al segundo reto doméstico, puesto que requerirá una contribución adicional a la que pueda realizar el ministerio de defensa. El compromiso político para asegurar las contribuciones al programa no está garantizado por las peculiaridades de la financiación de la defensa en España. En cualquier caso su alcance obliga a establecer una adecuada coordinación entre diferentes estamentos para promover los intereses de España en un programa de carácter estratégico. Algo que trasciende al propio ministerio de Defensa.

El impulso político que señalamos como segundo reto doméstico, alcanza también a la necesidad de establecer estrategias. Se ha anunciado recientemente una revisión de la estrategia tecnológica de defensa. De cara al programa FCAS sería también deseable una estrategia específica para propiciar la participación de la industria española, algo que por otra parte ya se está haciendo en Alemania. El debate en este sentido no debe orientarse hacia fórmulas clásicas de reparto de carga de trabajo. Debemos poner en valor nuestras fortalezas y capacidades tecnológicas e industriales como elemento de negociación y contribución al proyecto.

En un programa de estas características es importante llegar a tiempo. Las demoras pueden derivar en situaciones de desventaja. España ha entrado con algo de retraso pero todavía a tiempo, con un compromiso de un gobierno en funciones que previsiblemente se mantendrá por el carácter estratégico del programa, y al que habrá que hacer frente con un volumen financiero importante. Todo ello requiere una estrategia de participación específica.



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