Punto de quiebre en la defensa aérea mexicana
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Punto de quiebre en la defensa aérea mexicana

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En una década de cubrir temas militares para diversos medios, siempre escucho la misma pregunta ¿cuándo va cambiar México sus F-5? Tengo que ser honesto, al principio mi respuesta iba acompañada de frases políticamente correctas y esperanza, pero con los años las preguntas se han multiplicado en la misma proporción que mis réplicas han migrado de la ilusión a la amarga realidad, que es a dónde creo prudente aterrizar hoy para tratar de llegar a responder la que creo es la pregunta correcta: ¿necesita México jets de combate?

Existen frases muy usadas, que incluso utilicé en el pasado, y que con total honestidad creo que ya no son respuestas contundentes y distan mucho de ser verdaderamente satisfactorias: “ser una economía robusta del G-20” no es un argumento puntual que condicione la tenencia de cazas como un requisito intrínseco; “ser el tercer país latinoamericano con mayor gasto militar” está más relacionado a las amenazas reales y al consumo militar real; “México es un país con una tradición pacifista”, falso, desde 1910 no hemos parado de matarnos entre nosotros; “debemos estar preparados ante las amenazas”, el país está enfrentando a las amenazas, sólo que estas son internas. Como vemos, ninguna de las expresiones anteriores contesta positivamente la pregunta.

Realidad

Voy a contar una anécdota que un muy respetado compañero me platicó hace tiempo. En los años ochenta era común desplegar aeronaves a la base de Ixtepec para ayudar a interceptar aeronaves ilícitas entrando al espacio aéreo del sur. En una de esas misiones despegó un F-5, el cual en coordinación con un radar de tierra comenzó la cacería, sin embargo, mientras el piloto operaba en millas náuticas, el radar lo hacía en kilómetros y mientras el avión reportaba en nudos, el radar lo hacía en kilómetros por hora; un completo desastre y sobra decir que la noche cayó, el combustible comenzó a agotarse y la intercepción jamás se logró.

Resultó mucho más interesante conocer qué el piloto mexicano casi volando con los vapores en los tanques de combustible regresó a Ixtepec para aterrizar en plena oscuridad. El problema fue que las luces de la pista fallaron y el piloto se quedó sin ninguna referencia para aterrizar, sin embargo de todos modos decidió continuar, calculando la distancia entre los hangares aún iluminados y la última ubicación que recordaba de la pista y es obvio que finalmente todo salió bien. Pero ¿qué nos dice esta anécdota? Sólo dos cosas, una que la tecnología tanto en el aire como en tierra no sirvió para nada, y la otra que fue el factor humano y la habilidad de un piloto lo que salvó el día y lo único que vale la pena rescatar para la posteridad.

Y a esto viene otra pregunta ¿de qué han servido los F-5 en México? Con toda honestidad considero que para nada mas allá de haber entrenado a casi 90 pilotos en el arte de operar aviones de combate en ¡35 años!, una cifra innegablemente pobre y otro indicador irrefutable de la inexistente amenaza en ese tema. Y para cerrar con la anécdota de Ixtepec, queda claro que el único legado a continuar y cuidar es el expertise y el conocimiento de los pilotos Tigre de la FAM y a ese respecto queda abierta la pregunta de si la tradición “peleadora” de la FAM se desvanecerá o permanecerá ante la abrumadora realidad de que dicha tradición podría ya no ser ni costeable y poco necesaria. Así que tal vez sea momento de ver la incómoda realidad, sea agradable o no, pero los F-5 (como aeronaves) nunca han sido tan relevantes para la aviación militar en México, no al grado que se cree. ¿Por qué? porque no hubo necesidad de que trascendieran en absolutamente nada técnicamente mejor, tan simple como eso. Preguntemos en España por el Mirage III o el Saeta para entender éste punto.

Aunque el año pasado se reportó equivocadamente que la flota sería retirada, la flota ha seguido volando, pero a niveles bajísimos, tan sólo de enero a finales de febrero de 2017 y, según datos de Sedena, los aviones registraron 25:50 horas de vuelo, entonces ¿por qué les dedicamos tanta atención? Creo que en México nos gusta vivir la ilusión de lo insostenible y nos hemos aferrado a 35 años de mitos y leyendas con reemplazos que en toda claridad nunca veremos y entre más nos hemos acercado a la muerte de los Tigres, más nos ilusionamos con ver un flamante caza de quinta generación o un Programa FX. Personalmente creo que en ciertos niveles de gobierno se plantea la disyuntiva de ya no operar cazas o la de incorporar algo light. Y creo que ambas son respuestas válidas y honestas para nuestra realidad.

Hay quien argumentará que no se puede perder la capacidad supersónica pero, honestamente, esta no ha servido para nada más que hacer 15 o 20 minutos de Ciudad de México a Yucatán. Los aviones nunca han entrado en combate, mucho menos han servido para introducir mejoras tecnológicas que apoyen a la industria aeronáutica nacional, nunca han salido a ejercicios disimilares con alguien que vuele los aviones diferente a como se volaban en los años 1950 y que nos enseñe a explotar mejor las capacidades de los aviones y finalmente por su reducido número nunca tuvieron un impacto importante en la preparación de pilotos del mismo modo que los T-33 sí lo tuvieron.

Hay que recordar que en los años 80 y parte de los 90, los pilotos de F-5 representaban menos del 1% de los pilotos de la FAM, nada de esto suena como que en materia de doctrina y presencia en el aire fuesen un factor determinante en la vigilancia del país, de hecho estoy casi seguro que si pudiésemos analizar los registros, los T33 y los Pilatus PC-7 tendrían un impacto y un aporte más significativo e increíblemente mayor en la aviación militar mexicana y de hecho lo tienen, hay más pilotos, comandantes de escuadrón y generales formados en esos aviones que en F-5.

¿Relevantes?

Si crees que en esas horas de la madrugada con bruma y nubes bajas los F-5 mexicanos patrullaban los cielos mexicanos buscando intrusos en el horizonte, lamento decepcionarte. Para poner un avión en el aire se debe tener un propósito claro y planificado; y para los Tiger de la FAM, 95% de las ocasiones, el propósito es el entrenamiento. Es decir, los pilotos planean rutas de vuelo hacia sus zonas de trabajo designadas para aprender a dominar el avión de un modo u otro, o para enseñar a otro piloto a hacerlo. De acuerdo a los datos de la Sedena sólo en un 5% de las ocasiones los aviones fueron o han sido involucrados en tareas relativas a la vigilancia del espacio aéreo mexicano. Y, por favor, no hay que confundir las labores policiacas que de vez en cuando recaen (equivocadamente) en la FAM contra el verdadero concepto de defensa aérea, son dos cosas completamente distintas.

Es decir, si tomamos en cuenta las 648 horas de vuelo que la flota de F-5 acumuló en el 2016, nos daremos cuenta que sólo 33 horas se dedicaron a vigilancia. ¿Qué significa esto? Quiere decir que ni la FAM, ni la Sedena y para efectos prácticos México, no enfrenta una amenaza a su espacio aéreo. Y acotemos, no se trata de lo que tú o yo creamos o nos gustaría imaginar, se trata de un hecho, un número oficial tomado de los registros públicos de la FAM y Sedena que deja claro y sin interpretaciones porque no hay un reemplazo y porque no es ni remotamente urgente dedicarle recursos y tiempo a una aeronave que no tiene impacto real en las Fuerzas Armadas mexicanas, desde ningún punto de vista estratégico o táctico. Cualquier analista serio que estudie el marco de amenazas externas a la seguridad nacional mexicana, no tardará más de cinco minutos en detectar que México no tiene amenazas externas que justifiquen la compra de cazas modernos y que aparte cuenta con un contexto de defensa al exterior increíblemente cómodo y muy distinto de sus referentes más cercanos.

La concepción y aceptación de esta realidad no es mediocridad o abandono, es simplemente la realidad que está ahí afuera, sólo que la mayoría no quiere o no puede verlo. Esta realidad no está determinada por subjetividades y matices, es un hecho tangible, pasa a diario y a menos que mañana veamos cazas chinos incursionando en las costas de Oaxaca (y a riesgo de repetirme) considero que ninguna de las ya mencionadas “respuestas trilladas” logran refutar exitosamente esta serie de claros hechos. El silencio de las autoridades mexicanas sobre el tema del reemplazo refuerza esta idea, es claro que ante las numerosas y constantes ofertas, guardan silencio porque políticamente no es un tema urgente que requiera un compromiso inmediato. Ante toda esta abrumadora realidad, no encuentro un solo argumento que la refute.

Necesidad, la palabra clave.

Mi conclusión es muy sencilla y creo que siempre ha estado ahí, el reemplazo de los F-5 no es para las instituciones de defensa mexicanas más que una inquietud que aún no se determina cómo resolver, o si al caso se quiere resolver. Esto no significa que se actúa de modo irresponsable, de hecho la FAM y Sedena con toda responsabilidad han atendido necesidades estratégicas y de defensa reales como la infraestructura aérea para los planes de apoyo a la población, la renovación de la flota de helicópteros, la modernización de los esquemas de entrenamiento, infraestructura de bases aéreas y finalmente los activos para vigilancia. Esta ha atendido cerca del 80% de sus atrasos mientras se le juzga y presiona por el 1% de sus activos que honestamente, menos importan. Sin duda, hay que tener presente que la FAM es mucho, mucho más que sólo un escuadrón de diez aviones cuya disminución no afecta en nada a las operaciones críticas de la FAM, no así, si mañana ya no hubiera un solo transporte.

Creo que al leer el escenario que México vive hoy no veremos un reemplazo como muchos lo esperan, una especie de reflejo de la aviación militar mexicana de hace 40 años, con un grupo de jets entrenadores y un grupo de primera línea de cazas de cuarta generación. No, no veo una FAM y una Sedena regresando a eso porque sencillamente no corresponde con la realidad operativa, económica y doctrinal actual de México tanto al interior como al exterior. Es decir, ya no existe ni la necesidad ni la justificación de hacerlo porque no requiere mayor análisis darse cuenta que ya nadie en México destinará y podrá justificar enormes recursos para cazas que en toda la realidad no verán acción jamás, cuando la misma Sedena, sí que puede justificar esos recursos para más radares, drones, entrenamiento y helicópteros, algo que sí necesita. No en balde el coqueteo de México con el Mig 35 y otros aviones norteamericanos y europeos no ha ido más lejos hasta este momento.

¿Necesita México jets de combate?

En lo personal creo que aviones como el Gripen, F-16, F-18 o el Mig 35 son lujos que no veremos a menos que algo extraordinario suceda, aunque existe un plan que apunta que en unos años se debe buscar incorporar algún tipo de interceptor, en lo particular veo una inconsistencia fundamental en éste documento: México no es y nunca ha sido el escenario para un interceptor en el sentido real de la palabra. En México la intercepción recae más en una evolución de vuelo o misión que en el sentido estricto del término interceptor, como lo sería un Mig-31 o un Tornado F3, descontando el hecho de que máquinas así ya no se consideran tan útiles actualmente. Al menos en México no es de esperar que un avión tenga que despegar en cinco minutos y trepar a velocidad supersónica hacia la estratósfera para interceptar un Tupolev, por lo que el término resulta sobrado y desmesurado para una nación que históricamente sólo ha volado cazas del modo más simple posible, sin embargo algo de ese documento sin duda deberá materializarse.

Por el contrario, como recientemente lo hemos comunicado, entrenadores jet con perfiles básico-moderados y de bajo costo sí que parecen levantar algún interés, lo que no es casualidad, ya que este concepto se acomoda más con la idea de no perder las habilidades y competencias de los aviadores de combate mexicanos sin comprometerse políticamente e incurrir en altos costos que nadie quiere pagar, alejándose de compras de alto perfil como capital para la oposición política, justo como sucedió con el reemplazo del avión presidencial en México.

Aun concretándose una compra de este tipo, creer que veremos flotas grandes de cazas aún en este punto parece más un pensamiento mágico que una probabilidad, porque otra realidad difícil de asimilar es la de encontrar algo más barato que el F-5, así que a mayor costo de operación veremos un declive en horas de vuelo y número de aeronaves adquiridas en caso de tratarse de un programa de aeronaves nuevas; ya que si se adquieren usadas (un retroceso y garrafal error para México) podríamos ver una compra numerosa, pero con la idea de canibalizar antes de mantener alta operatividad.

En mi opinión, y si tenemos algo de suerte, en los siguientes años podríamos ver la introducción de alguna de estas plataformas no como el avión que reemplace al F-5 o al T-33, de eso creo que ya hay que olvidarse, sino como un avión en una categoría propia que sólo este ahí para incorporar un tercer nivel de entrenamiento en las competencias de los aviadores mexicanos, lo que tal vez, sólo tal vez, sea la única justificación real que pueda detonar una compra y sólo, si es que la oportunidad se presta.



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