Armas 3D & Educación
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Armas 3D & Educación

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*Por Cathy Saumeth C.

La tecnología cada día nos propone nuevas aplicaciones e instrumentos que nos facilitan realizar trabajos en nuestro entorno y eso siempre genera controversia. Un ejemplo es el debate que se ha generado en los Estados Unidos la nueva oferta que se nos plantea de fabricación de armas en impresoras 3D, en un momento en donde hemos comenzado a acostumbrarnos a hechos violentos que involucran el uso de armas en lugares públicos, así como terrorismo selectivo y convulsiones derivadas de la confrontación entre posiciones políticas y dificultades socioeconómicas.

En este entorno cabe preguntarse ¿Está la sociedad y en el especial, -y para este caso en particular- la nación estadounidense preparada y capacitada para afrontar ese cambio, que implica la posibilidad de fabricar en gran medida un arma en 3D?

Y ante el derecho consagrado por la Segunda Enmienda de la Constitución Política de los Estados Unidos y que reconoce el derecho de poseer y portar armas, ¿la educación que actualmente se imparte, sirve para comprender y aplicar nuevos mecanismos ante esta nueva realidad?

Parece ser que las respuestas son en principio oscuras y nos muestran de nuevo la puerta falsa y gris que conlleva la tecnología en competencia constante con la educación. Ahora, si bien es cierto, el problema no está en poseer o portar un arma como tal, ya que este derecho ha podido ejercerse sin mayores restricciones, sino en los principios, fundamentos y valores que tenga una persona cualquiera que porte un arma y cómo ejerza ese derecho, no solo para la protección de su entorno y propiedad, sino en que él mismo no afecte los derechos de los demás, teniendo en cuenta que en esencia es un ser social.

En este punto, cabe recordar que la educación, a nivel general, se ha ido enfocando en planes de estudios dirigidos a que el individuo cumpla con las expectativas y necesidades socioeconómicas que exige la globalización, dejando a un lado valores y principios indispensables para el crecimiento como ser humano, como ser holístico inmerso en una naturaleza cambiante.

Este vacío en la educación de valores no solo se observa en las instituciones educativas, sino también en los hogares, donde su ausencia se ha ido reemplazando por la conectividad, que brinda grandes cantidades de información pero que al no ser sopesada ha ido transformando conceptos que anteriormente estaban claros o definidos, tales como el respeto, la intimidad, la privacidad, la tolerancia, fundamentos todos de una convivencia saludable.

En el pasado estaba claro que el portar un arma estaba fundamentado en la necesidad de poder defenderse y era entendido como un medio de protección y no de agresión, primando la dignidad humana y en el derecho a esta, que era sustentado por valores como el respeto y la tolerancia, que desafortunadamente han pasado hoy en día a un segundo plano, pues los mismos han sido reemplazados por el desahogo, la frustración y la desesperanza.

A veces el pasado es mejor y la historia nos muestra que muchas veces hay que tomar herramientas que parecen hoy obsoletas, pero que en su momento fueron piezas de equilibrio para sociedades, por ello es necesario volver a una educación en donde el civismo y la ética primen sobre la otras áreas y donde las personas no solo sean competitivas ante lo imprevisto sino resilientes y verdaderos guías.

Esa competitividad no riñe con la dignidad y, en estos casos, gobernar es también educar.

*Cathy Saumeth, es psicóloga y especialista en psicología clínica.



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