Siria y la cumbre de la alianza tripartita

(Especial Ceeag para Infodefensa) El pasado 7 de septiembre se celebró la cumbre tripartita entre Rusia, Turquía e Irán para tratar la situación siria y en particular lo que se vive en la provincia de Idlib, último bastión rebelde. El mandatario ruso, Vladimir Putin, y su homólogo iraní, Hasan Rohaní, denunciaron a grupos terroristas por sus acciones en dicha zona. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, exigió un alto al fuego en esa provincia. La declaración final se orientó a un trabajo cooperativo para erradicar a los terroristas, sin llegar a un acuerdo conjunto sobre un cese de bombardeos en Idlib. Posteriormente, el 9 de septiembre, el gobierno sirio, con el apoyo de Rusia, reanudó la ofensiva en dicha zona.

Las posturas divergentes de los tres países con respecto a la actuación en Idlib reflejan los diversos intereses que estas naciones mantienen en Siria, y, en concreto, en Oriente Próximo.

En primer lugar, Rusia es un actor que ha demostrado de manera explícita su apoyo al régimen sirio en cuanto a las ofensivas desarrolladas en la zona. Moscú pretende mantener influencia en el territorio, y de esta manera ser un país con mayor presencia en la región, en desmedro de Estados Unidos. El discurso de Putin apunta a una lucha anti terrorista en justificación de las ofensivas. Por lo que no se prevé un cambio de conducta en el conflicto sirio.

En segundo lugar, Irán también es aliado de Al-Ásad, lo que causa una creciente tensión en Próximo Oriente, por los conflictos que tiene este país con las potencias rivales de la región: Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita; las cuales están presionando para desvincular a Teherán del territorio. Además, Rusia está distendiendo sus relaciones con Israel, principal rival de Irán, que insiste en la retirada de Teherán de esa zona. Sin embargo, Moscú depende del apoyo de las fuerzas terrestres iraníes, según señala la experta de la Fundación Ciencia y Política (SWP), Margarete Klein. Por lo tanto, la estrategia que adopte Rusia frente a Irán es incierta. Sin embargo, una menor presencia de Irán en favor de Moscú es poco probable porque alteraría los planes geopolíticos de Teherán en la región; esto, a pesar de las presiones de EE.UU., Arabia Saudita e Israel.

Por último, en el caso de Turquía, el gobierno de Erdogan respalda a ciertos grupos opositores en Siria. Además, teme que una derrota definitiva de los adversarios internos de Bashar Al-Ásad provoque la salida masiva de refugiados sirios hacia territorio turco, por ello la mejor opción para Ankara es resolver el conflicto de manera pacífica. Por tanto, tendería a adoptar una postura más cercana a Occidente. Turquía es un país miembro de la OTAN, sin embargo se ha distanciado de las políticas norteamericanas y ha reforzado sus lazos con Rusia. De esta manera, está desarrollando una política propia, lo cual genera incertidumbre respecto a sus futuras actuaciones.

Un factor que aúna a Turquía, Irán y Siria es la contención de los grupos kurdos, ya que dichos países recelan de la constitución de un Estado kurdo en sus territorios. Similar situación se da en el vecino Irak, donde gran parte de su territorio norte es controlado por fuerzas kurdas. Éstas han sido fundamentales en la lucha de Estados Unidos contra el autodenominado Estado Islámico, lo que ha generado la molestia y preocupación de Ankara.

Como se aprecia, el panorama en Oriente Próximo sigue siendo complejo y la tensión es creciente. Los tres países con mayor influencia en el conflicto sirio han demostrado que no existe consenso con respecto a una solución pacífica en el territorio, por lo que el escenario es incierto. Finalmente, todo dependerá de los intereses nacionales que cada nación mantenga en Siria y las alianzas que deseen conservar, ya que en definitiva, la lucha se mantiene entre Oriente y Occidente.

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