EEUU y las sanciones a Irán
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EEUU y las sanciones a Irán

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(Especial Ceeag para Infodefensa) Después de meses de señalar la inconveniencia del Jcpoa (Joint Comprehensive Plan of Action, en castellano: Plan de Acción Conjunto y Completo) para la seguridad y los intereses de Washington, el presidente Donald Trump anunció el restablecimiento de las sanciones a Irán, dando el último paso para retirarse de este acuerdo internacional.

Las medidas en materia comercial se califican cómo de carácter secundario, porque lo que se busca no es afectar directamente la economía de Irán, sino más bien, alterar una conducta comercial evitando que terceros países le compren hidrocarburos u otros bienes a Teherán. Las sanciones buscan atacar la venta de petróleo, su amplia infraestructura energética, comercio, la banca, industria de seguros, entre las actividades económicas donde se concentran los apremios.

Sin embargo, gran parte de los costos de estas medidas ya han sido asumidos por Irán y los mercados internacionales que se han ido lentamente ajustando a un anuncio esperado. De hecho, cerca de un tercio de la producción de petróleo del país persa ya ha dejado de ingresar a los mercados internacionales antes de la reinstauración de las restricciones. Además, estas sanciones afectan a cientos de organizaciones e individuos en particular. La disyuntiva entre seguir comerciando con Teherán y asumir las sanciones o mantener los vínculos comerciales con la principal economía y poder global ha significado la salida de varias empresas transnacionales.

La aplicación de estas medidas tiene importantes matices en su aplicación. Algunos países, aliados o con un carácter relevante para los Estados Unidos están temporalmente exentos de estas medidas en sus transacciones con Irán, para que no sea afectada su respectiva economía. Un caso particularmente significativo es China, Estado que es un importante socio comercial de Teherán y al cual Washington no ha querido sancionar por ahora, por las consecuencias que en materia comercial y estratégica podría acarrear una medida de esta naturaleza. Aún más, tomando en cuenta las disputas comerciales y políticas que actualmente afectan a ambas superpotencias. Beijing puede, como en otras crisis actuales, tener un rol cada vez más significativo en este conflicto en particular. Esto debido a que en buena medida el éxito de las sanciones depende del gigante asiático para su efectividad. Si China no se suma a las sanciones contra Irán estás tendrán una efectividad más acotada y los objetivos buscados por Washington se alejarán.

En cuanto a Rusia, país cada vez más involucrado en la región, tiene estrechos vínculos con el gobierno iraní y ha logrado construir una alianza que sostiene al régimen sirio pero con proyecciones más allá de conflicto interno de ese Estado. En relación a esta coyuntura, Moscú puede jugar un importante rol en esta situación, no porque Rusia sea un gran consumidor de hidrocarburos; sino más bien, por las vías de tránsito que para los productos iraníes puede ofrecer, junto con el apoyo político para abrirle mercados y así evadir las sanciones norteamericanas.

La Unión Europea y en particular los países de esa región que son parte del Jcpoa tratan de lograr un nuevo acuerdo con Irán para salvar el instrumento y evitar que sus inversiones en ese país se vean afectadas. Además, creen que el tratado es más eficaz que la ausencia de éste para controlar las ambiciones nucleares del país persa.

En definitiva, lo que busca EEUU con el restablecimiento de las sanciones es ejercer presión para que Irán se siente nuevamente a la mesa de negociaciones y así poder concretar un acuerdo más estricto en relación a las pretensiones nucleares de Teherán. No obstante, no es la única, ni la principal prioridad. Washington quiere contener la creciente influencia de Irán en la región. Teherán ha logrado posicionarse en toda la zona del Levante Mediterráneo, desde el Golfo Pérsico al litoral de Siria y el Líbano, amenazando a Israel, principal aliado de Estados Unidos en el Oriente Medio y generando presión al delicado equilibrio geopolítico de la zona entre las dos principales facciones del Islam: la sunnita y la chiita (esta última liderada por Irán). Esto provoca la respuesta de Arabia Saudita que ve amenazada su posición en el Oriente Medio. A esto se suma la alianza entre Irán, Rusia y Turquía que disminuye la capacidad de los Estados Unidos de intervenir en la zona lo cual configura una situación compleja para sus intereses y objetivos.

En síntesis, se aprecian condiciones propicias para una crisis a gran escala, relativamente contenida por los dos grandes bloques mencionados y las grandes potencias intervinientes, que no significa un control absoluto de la situación, menos un descenso de los conflictos locales presentes que son reflejo de este contexto, como la guerra civil en Yemen. El debilitado orden geopolítico existente posibilitaría una crisis a gran escala, produciendo inestabilidad más allá de las fronteras de la región, lo que afectaría la seguridad mundial.

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