Armonía y unidad: objetivos no transables para Beijin
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Armonía y unidad: objetivos no transables para Beijin

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(Especial CEEAG para Infodefensa) El presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, declaró el lunes 14 de septiembre que terminará "con el cuerpo aplastado y los huesos rotos" quien intente alguna actitud separatista en cualquier región del país, según publicó la edición digital del estatal Diario del Pueblo. "Quienquiera que intente actividades separatistas en cualquier parte de China terminará con el cuerpo aplastado y los huesos rotos, y cualquier fuerza externa que apoye esos intentos será considerada por el pueblo chino como quimérica", advirtió el mandatario durante una visita a Nepal este fin de semana.

El mensaje es claro y contundente, teniendo dos receptores inequívocos. Por una parte está pensado en el conflicto de Hong Kong; situación que es vista como una amenaza seria a Beijing. La razón radica en que las manifestaciones vulnerarían ciertos objetivos fundamentales políticos y estratégicos para China. Situación que sería un riesgo para su unidad territorial y nacional, por cuanto estas manifestaciones contienen un cuestionamiento implícito a la idea que el gobierno chino tiene para hacer efectivo ese objetivo. A esto debemos agregar el apoyo de las potencias occidentales a dichas manifestaciones que es visto como un acto de intromisión inaceptable por parte del gobierno chino.

Además, el hecho que Hong Kong esté ubicado en la zona fronteriza y oceánica de China, alteraría la buscada estabilidad fronteriza, que se proyecta más allá de sus fronteras y que es de gran importancia para planes como la Ruta de la Seda.

Asimismo, el mensaje particularmente duro tendría como destinatario las potencias occidentales, en lo que es una nueva manifestación de la retórica más dura y menos indirecta que quiere expresar el gobierno chino. Este discurso parece ser contradictorio con la tradicional forma en que China ha manifestado su postura hasta ahora. Un discurso apoyando la cooperación, los organismos internacionales (Beijing es uno de los principales aportantes de la Organización de Naciones Unidas) y el multilateralismo. Todo esto basado en el principio de armonía que implica un orden.

Dicha aparente contradicción discursiva no sería tal, por cuanto obedece a una particular mirada del régimen chino de cómo ve a su país y al mundo. Sus autoridades han dejado en claro en múltiples discursos y documentos que el beneficio para su país y los objetivos dispuestos por su dirigencia necesariamente son congruentes y similares. Es decir, que los objetivos chinos son aquellos necesarios para el orbe, una clásica mirada unipolar vista en todas las grandes potencias de la historia. Es por este motivo, que cualquier alteración a sus objetivos de armonía y unidad son vistos como una amenaza a esa planificación y mirada de la dirigencia del gigante asiático.

En el mismo contexto, se deben entender otros conflictos que también se estarían produciendo en aquella zona fronteriza y de expansión china. Uno de ellos se refiere a la situación de Taiwán, que es reivindicado como parte de su integridad territorial por parte de Beijing. Lo mismo ocurre con la región autónoma de Xinjiang, en el occidente del país, respecto de los conflictos étnicos y religiosos que la aquejan, y la situación del Tibet, en la zona de los Himalayas, de importancia religiosa y geopolíticamente relevante para China. Todas situaciones y regiones geográficas particularmente complejas.

Esta realidad obedece a la necesidad china de consolidar dichos objetivos no transables: armonía y unidad. Dichos objetivos, que podrían ser considerados ya principios de la política de Estado de china tienen una manifestación interna en la consolidación de un orden nación, partido, Estado pero también una manifestación externa con la cual China manifiesta su condición de superpotencia del siglo XXI y la necesidad de establecer un novus ordo, en el cual Beijing debería tener una posición preponderante y principal.

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