La muerte de Soleimani: repercusiones estratégicas
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La muerte de Soleimani: repercusiones estratégicas

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(Especial CEEAG para Infodefensa) La muerte del general iraní Qasem Soleimani, por un misil lanzado desde un dron a su llegada al aeropuerto de Bagdad, marca indefectiblemente un nuevo camino en la dinámica de las relaciones internacionales, creando un precedente en el manejo y escalada de las conflictos internacionales.

Esta acción se origina en la maniobra de la crisis de Washington, donde responde al reto iraní iniciado el 27 de diciembre del año recién pasado por el ataque con cohete a una base estadounidense en la ciudad de Kirkuk donde muere un ciudadano americano. Detrás de los ataques se encontraba la milicia chií Kataib Hizbulá, financiada y apoyada por Irán y sus fuerzas Quds lideradas por Soleimani. Dos días después, se conoce la respuesta de EE.UU. bombardeando cinco localizaciones en Irak y Siria desde donde operaría la milicia chií. La crisis estaba contenida tanto en la limitación de la violencia, como la de los objetivos. Los ataques a la embajada de EEUU en Bagdad el pasado 31 de diciembre en protesta de los bombardeos, generará un cambio en la maniobra de la crisis. El presidente Trump no sigue el camino de la intensidad proporcional y extrema la respuesta transformándose en un nuevo reto para Irán.

Estados Unidos con esta acción toma cuatro decisiones fundamentales: delimita los niveles de violencia y objetivos que está dispuesto a aceptar, extiende su persecución y eliminación de objetivos de líderes extra sistema e incorpora miembros activos de estados-naciones. Evidencia capacidad y precisión tecnológica y, por último, lo hace con extrema publicidad.

A primeras luces, pareciera ser una acción propia de la permanente tensión entre “palomas y halcones” de la política norteamericana e incluso condicionada por factores de la política interna y las próximas elecciones, la realidad geopolítica y la política interna norteamericana es más compleja que eso.

El citado ataque a la embajada estadounidense es el punto de inflexión que determina el cambio, y es natural. Los ataques a embajadas en el pasado han sido un tema decisivo tanto en la política interna estadounidense, como en la intensidad en que se han involucrado en la política internacional. Es importante recordar tanto la crisis en la embajada iraní en 1979 y el criticado rol del presidente Carter, como la contundente respuesta del presidente Reagan para los atentados en el Líbano en 1983 y 1984. Por último, EEUU no olvida que las principales acciones de Osama bin Laden y Al-Qaeda comenzarían precisamente con el ataque a las embajadas de Kenia y Tanzania en 1998 bajo la demócrata administración de Clinton.

El diseño de la política exterior estadounidense tiene un conocido cambio a partir de la II Guerra Mundial, desde donde se ha fundado una convicción histórica y política, de que un mundo liderado por Estados Unidos es un mundo más libre y seguro para todos y que un ordenamiento internacional donde ejerzan una marcada fuerza por sobre el multilateralismo, generará un EEUU más seguro de amenazas. Encontramos en su historia política exterior ciertos matices, pero la idea clásica de imperio y de paz perpetua en el sentido kantiano subyace todo el siglo XX y el XXI.

Es precisamente que, retomando una postura continuadora, el presidente Donald Trump presentó el año 2018 un documento llamado Revisión de la Postura Nuclear (NPR, por sus siglas en inglés). En él, explica su giro sobre la política nuclear, criticando la ingenuidad en posturas idealistas que llevaron a EEUU a firmar en el pasado acuerdos de desnuclearización y desarme en distintas instancias. Para la actual administración de Washington, dicha postura solo ha generado mayores amenazas y menores capacidades de control, lo que se traduce en un mundo más volátil y menos seguro. Es por lo anterior que dicho documento no solo advierte al mundo de lo que luego conoceríamos en los retiros de distintos programas de desarme nuclear, sino que ratifica una renovación y sofisticación en su armamento.

Para la actual administración, Corea del Norte nuclearizada es, precisamente, el gran error del pacifismo demócrata.

El presidente Trump entiende el poder de manera esencial, siguiendo a Juvenell, como una capacidad. Las caracterizaciones que tanto han alimentado la literatura americana las últimas décadas sobre soft power, hard power y naturalezas culturalesi, le son absolutamente accidentales y utilitarias, lo que importa es el resultado.

Para comprender la decisión política de dar muerte al general Soleimani, es necesario recordar lo que está en juego, esto es: el proceso de nuclearización de Irán y la urgencia de evitarlo.

Hoy 9 (nueve) países poseen poderío nuclear, EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Paquistán, Israel y Corea del Norte. A pesar de que el 90% de dicho poder se concentra en EEUU y Rusia, es innegable que la naturaleza de la amenaza nuclear es ajena a las variables cuantitativas. Es pertinente recordar lo evidente, en palabras de Hannah Arendt: “La guerra ha dejado de ser la última ratio de conferencias y negociaciones cuya ruptura causaba el inicio de unas acciones militares que no eran más que la continuación de la política con otros medios. Ahora de lo que se trata más bien es de algo que naturalmente no podría ser nunca objeto de negociaciones: la simple existencia de un país o un pueblo“ (Arendt. 2019:106)

Trump manda una señal clara y contundente a Irán y a la región. EEUU no permitirá la nuclearización de dicho país y lo declara públicamente. Elimina a un líder regional que era un “funcionario de gobierno” de un estado-nación, declarado terrorista. Lo hace en territorio Iraquí con espectacularidad por la precisión y efectividad de la misión, acompañada de propaganda. EEUU le habla al mundo pero en especial al Medio Oriente (por Próximo Oriente) y advierte que, después de Isis, no tolerará un liderazgo iraní. Que protegerá a su aliado Israel y que no repetirá los errores del pasado. Esta acción debe ser entendida como una amenaza en lugares tan diversos como Venezuela o Turquía.

Irán es una amenaza por la exportación del chiismo revolucionario que proporciona una adhesión supra estatal, religiosa, santa y muchas veces fundamentalista que expande por los países árabes. Es conocido su apoyo ideológico y financiero a la creación de Hezbollah tras la primera Guerra del Líbano para combatir a Israel. No podemos olvidar que es el principal aliado y apoyo de Al Assad en Siria.

Con todo, Irán sabe que no tiene la capacidad de enfrentarse en una guerra con EEUU y que la amenaza del daño asimétrico que puede producir es un costo que Trump está dispuesto a asumir, esto lo obliga a situarse en un nuevo escenario de negociación.

Los norteamericanos históricamente han entendido que las decisiones estratégicas, están sujeta a dilemas, y sobre esto Walzer, siguiendo a Rawls, establece que “El cálculo utilitarista, sólo puede obligarnos a violar las reglas de la guerra en caso de que no nos estamos enfrentando simplemente a una derrota, sino a una derrota que contenga la probabilidad de acarrear el desastre para una comunidad política” (Walzer, Michael. 1997:357). Es a ello a lo que se refiere el presidente Trump cuando afirma que la acción de dar muerte a Soleimani fue para evitar una guerra y no para provocarla.

Esta nueva política, cambiará las actuales posiciones en materia de seguridad y defensa en la región y en el mundo. Viviremos un periodo de ajuste donde los actores del tablero internacional deberán tomar alguna posición frente a la arremetida norteamericana.

Ayer 7 de enero, las fuerzas iraníes atacaron con misiles dos bases militares en Irak en Erbil, cercano a la frontera con Irán, operadas por soldados estadounidenses. El ataque no cobro vidas humanas de americanos ni iraquíes y en palabras del presidente Trump, el daño a la infraestructura es mínimo. Con todo, la respuesta Iraní, no tiene ni la fuerza ni la contundencia como para llevar la crisis a otro nivel. Así lo ha entendido la comunidad internacional, y se ha reflejado en los mercados internacionales que no presentan grandes cambios.

Así las cosas, hoy no están las condiciones para generar una guerra a gran escala en territorio iraní. Habrá que continuar monitoreando la respuesta de Donald Trump y quizás más importante, monitorear el manejo interno del gobierno iraní, quienes pasan por un mal momento económico y deberá manejar las expectativas de su opinión pública generando un delicado equilibrio entre el relato heroico de la venganza y la realidad.

Referencias:

Walzer, Michael: “Guerras Justas e Injustas, un razonamiento moral con ejemplos históricos”. Ed Paidos. Barcelona 1997.

Arendt, Hannah ¿Que es la política? Ariel Ed. Buenos Aires 2019.

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