La activa 'Defensa' francesa de su industria militar
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La activa 'Defensa' francesa de su industria militar

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Hasta hace unos años, concretamente hasta que se conocieron los problemas de sobrepeso en los submarinos S-80 que construye Navantia en Cartagena, la empresa española era favorita para dotar a Australia de los futuros sumergibles con los que sustituirá a los seis buques de la clase Collins con los que ahora opera. Una vez descartada esta opción, cuando se acortó a tres la lista de candidatos, Japón pasó a ser la preferida para hacerse con un contrato estimado en 50.000 millones de dólares australianos (en torno a 34.000 millones de euros). Su enorme experiencia en la construcción de este tipo de embarcaciones, tan extraordinariamente complejas, conformaba una de sus principales bazas, una ventaja con la que también contaba otro de los competidores: Alemania.

Pero finalmente el enorme pastel no se lo llevó ni uno ni otro, fue Francia, a la que en cierto modo se había subestimado en el proceso, la ganadora. La decisión fue recibida en el país como una victoria nacional en toda regla. Este periodista fue testigo de ello. El 26 de abril, el día en que se conoció el resultado, asistía a unos encuentros de la industria militar francesa con la prensa internacional en el que Infodefensa.com fue el único medio en español presente. Ese preciso día el programa contemplaba la visita a una de las sedes de la Dirección General de Armamento francés (DGA), la entidad encargada del acuerdo Gobierno a Gobierno contemplado en la propuesta ganadora en Australia (su contraparte es el Departamento de Defensa de la Commonwealth australiana).

La alegría con la que se recibió el anuncio en semejante entorno es comprensible, pero que la avenida de los Campos Elíseos de París estuviese engalanada en las siguientes jornadas con banderas francesas y australianas (en la imagen) resulta más llamativo para un español. ¿Hubiera ocurrido algo similar si el contrato, como llegó a ser factible, se lo hubiese llevado Navantia? De hecho, ¿quién conocía en España que un acuerdo de tal envergadura pudo haber sido ganado por nuestra industria, más allá de profesionales del sector, militares y prensa especializada?

En Japón las enormes posibilidades desperdiciadas al quedarse en puertas del mega-contrato –uno de los mayores del ámbito militar internacional de los últimos años– no sólo eran poco conocidas, sino que directamente fueron despreciadas. Las dos empresas que lideraban su oferta, Kawasaki y Mitsubishi, mostraron hasta pocos meses antes de conocerse el resultado de la licitación un llamativo desinterés por el programa, aun cuando en ese momento ya eran las favoritas. El motivo: el obligado aislamiento que el país se impuso tras la Segunda Guerra Mundial en materia armamentística, roto hace menos de dos años por el primer ministro Shinzo Abe, que tras décadas de prohibición ha abierto su industria militar a la exportación internacional. La visión entre su población como “mercaderes de la muerte” que podría estigmatizar a las empresas niponas de hacerse con el contrato de los submarinos australianos preocupaba a los directivos de estas grandes compañías, mucho más conocidas por sus desarrollos en el ámbito civil que en el militar.

España merece un análisis propio sobre el modo de afrontar este tipo de acuerdos internacionales de producción militar, pero lo que nos ocupa aquí es Francia. El país que renació de una revolución guarda una conciencia de autoprotección muy diferente a lo que un español pueda estar acostumbrado. Su ejército defiende al país, pero también a su industria. No sólo adquiere grandes cantidades de material desarrollado y fabricado por sus propias empresas, sino que mantiene una firme preocupación por fomentar las exportaciones de estos sistemas al exterior, lo que también incide en el bienestar francés, así lo ven.

De ahí que tras el viaje de prensa del pasado abril estuviese la mano organizadora del propio Ministerio de Defensa francés, como en otros muchos recorridos profesionales que el que escribe ha realizado a ese país, incluidos territorios de ultramar. Fábricas de alta tecnología, campos de pruebas, laboratorios y otras instalaciones relacionadas son mostrados con tanta frecuencia como orgullo por el sector galo apoyado por su Administración con el objetivo último de mejorar las ventas. De ahí que el Ministerio esté tan imbricado con la industria militar del país. La defensa de unos buenos resultados de su sector nacional también es Defensa. Así piensa Francia.

Imagen: Ginés Soriano Forte / Infodefensa.com



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