Manuel García-Sañudo, director general de EXPAL: La planta de desmilitarización de Bielorrusia ha supuesto un reto humano, tecnológico y medioambiental
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Manuel García-Sañudo, director general de EXPAL: La planta de desmilitarización de Bielorrusia ha supuesto un reto humano, tecnológico y medioambiental

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(Infodefensa.com) Nuria Fernández, Madrid – El director general de EXPAL, Manuel García-Sañudo, ha hablado a Infodefensa.com de la nueva planta de desmilitarización que la compañía ha abierto en Bielorrusia y que ha supuesto un resto desde los puntos de vista humano-cultural, tecnológico y medioambiental.

El directivo ha señalado las dificultades que entraña el proyecto, pero también ha remarcado la importancia de este contrato no sólo para EXPAL sino también para toda la industria española.

¿De dónde parte el proyecto de Bielorrusia?

EXPAL fue la primera compañía en Europa que realizó la destrucción de minas antipersonales. Nuestra experiencia parte del Tratado de Ottawa y la decisión de España de adherirse y comenzar la destrucción de sus minas. EXPAL era la única empresa española con una planta de desmilitarización, así que fue la encargada de llevar a cabo esa labor. La experiencia adquirida entonces la hemos ido trasladando a otros países, lo que, a su vez, ha ido incrementando nuestros conocimientos y capacidades. El proyecto de Bielorrusia también se enmarca en el Tratado de Ottawa y consiste en la desmilitarización de 3,4 millones de minas, lo que requiere unas capacidades que el país no tiene. La licitación, financiada por la UE, ha sido abierta y hemos competido con empresas de países tan fuertes como Alemania y Gran Bretaña.

¿A qué retos ha tenido y tendrá que enfrentarse EXPAL para desarrollar el proyecto?

Es un contrato que supone un reto principalmente desde el punto de vista tecnológico y de implantación industrial. De hecho, ha habido proyectos similares también financiados por la Unión Europea que han fracasado, como el de Ucrania, donde los alemanes no consiguieron montar una planta de desmilitarización en instalaciones militares locales. En este sentido, el primer aspecto que hay que tener en cuenta y superar es el salto cultural y humano. Para un país de la antigua Unión Soviética la entrada de una compañía occidental en sus instalaciones militares supone un choque muy fuerte, por lo que la primera fase es hacerles ver que nosotros somos una empresa cuyo objetivo es cumplir con un trabajo con las máximas garantías. En Bielorrusia ha sido un proceso largo, pero finalmente hemos conseguido una excelente relación tanto con las autoridades bielorrusas como con los mandos de la instalación militar donde se ha ubicado la planta. Creo que, en este aspecto, los españoles tenemos un carácter y una capacidad cultural que no tienen otros países y que nos permite empatizar y trabajar con mayor facilidad con personas de otras culturas.

¿Y cuáles son las dificultades desde el punto de vista tecnológico?

La primera dificultad es que se trataba de una munición desconocida, que había estado protegida durante mucho tiempo y sobre la que no existía información, por lo que no estaba muy claro el método de destrucción que había que llevar a cabo. Además, el proceso de manipulación de las minas es muy complejo, lo que hace más difícil garantizar la seguridad y respetar la normativa y las exigencias de la Unión Europea. Otra complicación es que tienen 30 años y el explosivo líquido que contienen presenta grandes problemas de estabilidad y descomposición con el paso del tiempo.

A todo esto había que añadir el hecho de que, hasta que no ganamos el contrato y nos dieron el mandato, no pudimos ver la munición, por lo que no estábamos al cien por cien seguros de si la previsión que habíamos hecho nosotros, en cuanto a equipos e ingeniería, para optar al concurso era buena. Afortunadamente, tengo que decir que nuestra previsión fue muy certera y las modificaciones que ha habido que hacer no han sido sustanciales.

Otras dificultades han sido la creación de una planta en una instalación militar que está a 20 grados bajo cero prácticamente nueve meses al año, el desarrollo de unos equipos con una ingeniería específica para el proyecto que hay que probar y trasladar, y la necesidad de prever un mantenimiento y unos repuestos desde el principio porque en el país sería muy complicado conseguirlos. Todo ello ha supuesto que el proceso de estudio e ingeniería del proyecto haya sido mucho más largo que en otros proyectos, puesto que había que evitar cualquier imprevisto una vez iniciados los trabajos.

Otro reto importante ha sido el referido al medio ambiente…

Sí, el tercer reto, además del tecnológico y el cultural, ha sido el desarrollo de los trabajos respetando la normativa europea referente al medio ambiente. La legislación en Bielorrusia en este aspecto era inexistente, en el sentido en el que habían recibido la normativa de la Unión Europea pero no la habían desarrollado, por lo que las administraciones locales tenían que ir desarrollándola a medida que nosotros íbamos avanzando en el proyecto.

Está también el tema de redimensionamiento de los sistemas de limpieza y depuración de los gases, que ha hecho que una gran parte de la ingeniería, y por tanto de la inversión, fuera dedicada a esto.

El acto de inauguración de la planta, que se celebró el día 27 de mayo, contó con una importante representación de autoridades de Bielorrusia y de la Unión Europea, ¿qué impresiones les trasladaron?

El primer aspecto que ha quedado patente es que la Agencia de Cooperación y Ayuda al Desarrollo europea, que es la que financia el proyecto y que tiene una experiencia limitada en financiar instalaciones y actividades industriales de este tipo, ha comprendido que puede abrir el abanico de proyectos que puede financiar, puesto que los trabajos que realizamos también van encaminados a garantizar la seguridad de la población, además de crear un pequeño polo industrial local que supone generación de empleo.

Por otra parte, tanto a europeos como a bielorrusos les ha impresionado nuestro proyecto tecnológico y han comprobado que está bien empleado hasta el último euro de la inversión.

En cuanto a los asistentes a la inauguración de la planta, quiero agradecer al Ministerio de Defensa español su apoyo y el esfuerzo realizado para enviar al acto al agregado militar del Ejército del Aire en Rusia, el teniente coronel Manjón.

¿Qué ha supuesto para EXPAL conseguir este contrato?

Cualquier experiencia de cualquier empresa española en un nuevo país abre un corredor para el resto de la industria nacional. MAXAM abrió una planta en Uzbekistán y otra en Kazajstán hace unos años y en este tiempo los proyectos de empresas españolas en estos dos países se han incrementado considerablemente. Es decir, la experiencia de una empresa en un país nuevo permite a sus compatriotas conocer las oportunidades, características y complejidades de ese país, y facilitar su entrada con proyectos nuevos. Porque, además, la cooperación informal entre las empresas de cualquier sector es mucho mayor de lo que creemos.

Fotos: EXPAL



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