​Donald Trump y la defensa de Europa
EDICIÓN
| INFODRON | INFOESPACIAL | MUNDOMILITAR | TV
Firma invitada >
Opinión

​Donald Trump y la defensa de Europa

Donald Trump junto a distintos mandatarios europeos durante su primera de la OTAN el pasado mayo. Foto: OTAN
Trump con varios mandatarios europeos en una reunión de la OTAN.
|

Tras la fecha del 24 de febrero de 2024, acabamos de asistir con estupefacción al inicio del tercer año de la guerra de agresión de Rusia a Ucrania; pero con no menor asombro también acabamos de constatar cómo un candidato del partido republicano a la presidencia de Estados Unidos vuelve a poner en tela de juicio la OTAN, las contribuciones de los estados miembro y en suma, la propia defensa de Europa, a quien amenaza con dejar a merced de Putin y sus delirios de grandeza.

Continuando la reflexión sobre la situación actual, vemos que en 2024 vivimos en una compleja situación en Europa sufriendo desde 2022 una guerra en nuestro continente que, junto con el conflicto de Israel contra los terroristas de Hamás, incrementa fuera de todo límite la situación geopolítica que envuelve a Europa y nos conduce a retos muy significativos en la defensa de nuestras sociedades democráticas y de nuestros intereses. En este contexto, comprobamos cómo las amenazas de ayer conviven con las de hoy; los parámetros del conflicto del siglo XX se mezclan con los del siglo XXI; lo convencional se confunde con lo nuclear y todo ello se hace aún más complejo de entender y de gestionar en un mundo regido por el desarrollo y el empleo de tecnologías emergentes y disruptivas.

Para la defensa de Europa, contamos en primer lugar con la OTAN, y en segundo lugar, con una política de seguridad y defensa de la Unión Europea todavía sin terminar de asentar y desarrollarse.

Si repasamos lo que ha sido la OTAN hasta ahora, debemos iniciar nuestra andadura en su versión 1.0, desde 1949 hasta la caída del muro de Berlín y del Telón de acero. Era la OTAN de la disuasión y la defensa convencional y nuclear cuando, como ahora, el campo de batalla era Europa y cuando se esperaba el ataque de las divisiones acorazadas y mecanizadas soviéticas por el llamado “Boquete de Fulda” en el centro de Alemania. Haciendo una similitud con el color de los uniformes de campaña, podemos decir que entonces vestíamos de “verde” dedicados a la defensa colectiva frente a un enemigo conocido como la Unión Soviética. Es importante recordar esta OTAN 1.0 cuando lleguemos a la actualidad de la defensa europea.

Saltamos a la OTAN 2.0 en 1989 cuando cayó el “muro” y nos quedamos sin enemigo, nos olvidamos de que existía la amenaza nuclear, y nos dedicamos a la gestión de crisis allende las fronteras físicas de la OTAN. Siguiendo con el símil de los uniformes de campaña, pasamos del color “verde” al “árido” en escenarios lejanos de imposición de la paz y gestión de conflictos externos a Europa y en estas misiones hemos seguido hasta los días presentes.

Pero, en 2014, con la invasión por Rusia de Ucrania –Crimea y parte del Dombás– llegó la OTAN 3.0, donde nos encontrábamos hasta principios de 2020. Era la denominada “Guerra híbrida” en la que habíamos vuelto a la OTAN 1.0 de disuasión y defensa frente a Rusia (uniforme verde), seguíamos en la versión 2.0 en uniforme árido para gestión de las crisis que proliferan especialmente en África y en Oriente Próximo, y vivimos también pendientes de la amenaza nuclear que habíamos prácticamente olvidado y archivado. Por si fuera poco, en esa OTAN 3.0 añadimos adversarios en el ciber espacio a quienes podemos asimilar a un uniforme tipo “chándal”. Es decir, hemos ido sumando amenazas sin cerrar ninguna de las anteriores.

Y ya en lo que pensábamos que era el final de la evolución, nos encontramos con la OTAN versión 4.0. La OTAN que se derivó de la pandemia COVID-19, de la administración del presidente Trump 2017-2021, y también de la nueva y reforzada política común de seguridad y defensa de la Unión Europea, a lo que se ha añadido la salida del Reino Unido tras el Brexit. Una OTAN 4.0 que, si bien complementada con la seguridad y defensa de la UE, se encuentra ante un escenario que sobrepasaba cualquier predicción o planeamiento anterior habiendo pasado de tratar de colaborar con Rusia, como hacíamos antes de 2014 y de 2022, a un enfrentamiento para intentar ayudar a Ucrania y además, hemos desplegado nuestras fuerzas para asegurar la defensa de los miembros de la OTAN y de su flanco este.

Es preciso recordar que durante la pandemia COVID19, nuestros adversarios y competidores estratégicos, como Rusia y China –regímenes autoritarios–, se movieron como pez en el agua empleando técnicas híbridas y de desinformación que nos ha sido, y nos es, muy difícil combatir desde nuestras sociedades regidas por reglas democráticas. Nuestros adversarios estudiaron nuestras reacciones, analizaron nuestras debilidades, y se situaron en una posición de fuerza. Posición que podemos pensar que contribuyó a desencadenar las circunstancias y conflictos actuales y nos obligó a replantearnos los conceptos estratégicos, tanto de la OTAN como de la Unión Europea.

La OTAN en resumen, sigue siendo un foro multilateral único e irrepetible en sus más de 70 años de existencia, abarcando un espacio geopolítico inmenso que incluye mil millones de habitantes y casi el 50% del PIB mundial. Y en la OTAN, existe un elemento diferenciador: La Alianza se basa en el principio de unidad y unanimidad. Sin unanimidad, no hay solidaridad, sin solidaridad no hay defensa colectiva, y sin defensa colectiva dejaría de existir la Alianza Atlántica.

Y en este contexto, aparece el fenómeno Trump y la aislacionista política exterior aplicada por su Administración entre 2017 y 2021. Desde entonces y hasta ahora, con la administración del presidente Biden, vivimos lo que podemos denominar para nuestra tranquilidad un “borrón y cuenta nueva estratégico”. Eso sí, nos debe quedar constancia de que el desafecto del presidente Trump hizo mucho para que se pudiesen dar los pasos necesarios –más aún tras el Brexit– en la construcción de una necesaria Defensa Europea, concepto que todavía debemos desarrollar y eso es lo que pretende la “Brújula Estratégica” de la UE. Además, es absolutamente necesario que la OTAN y la UE se complementen. Como una vez indicaba el alto representante para política exterior y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, “Europa es un relativamente pequeño promontorio rocoso en el extremo del continente euroasiático que tratan de remodelar tanto Rusia como China … Debemos a toda costa evitar el desencuentro entre Europa y Estados Unidos, lo que nos une es mucho más de lo que nos separa; o nos unimos más y conservamos y preservamos esta relación trasatlántica o nuestros valores y sociedades pudiera ser que no sobrevivieran en un futuro no demasiado lejano”.

En este punto, es preciso mencionar el “reparto de la carga” entre los aliados, y no sólo en la OTAN, sino también en la Unión Europea. El presidente del gobierno de España, en la cumbre OTAN de Madrid de junio de 2022, prometió incrementar el gasto en Defensa en los presupuestos generales del estado hasta un 2% que sería efectivo en 2029, lo que supone una excelente noticia en el mundo de la defensa y la seguridad. No obstante, no debemos olvidar que esta “promesa” ya la hizo el presidente Rajoy en la cumbre OTAN de Gales 2014, asegurando que España incrementaría el gasto en Defensa hasta el 2% en 2024; aseveración que ha quedado derogada por la del presidente Sánchez en 2022. En realidad, mejor que hablar de tantos por ciento, podemos hablar de cantidades, y estamos diciendo que España pasaría de dedicar en números redondos unos 13.000 millones de euros en Defensa en 2024, a nada más y nada menos que aproximadamente, 24.000 millones de euros anuales en 2029, algo que no es sencillo de visionar, aunque se vayan dando pasos muy importantes en consejo de ministros con la aprobación de gastos militares por unos 13.000 millones de euros en aproximadamente una década, iremos viendo el resultado de estos programas a medida que se vayan ejecutando en los próximos años.

En esta misma línea, soy de la opinión de que nuestra contribución a la OTAN, y a la Defensa de la UE, no se debería medir simplemente por este parámetro del tanto por ciento del PIB. Existen otros factores que considerar, otras métricas, como son la aportación a operaciones, donde estamos presentes prácticamente en todas las operaciones OTAN y UE con unidades y militares desplegados, y también las capacidades que ponemos a disposición de la Alianza y de la UE, que son muy importantes y significativas en fuerzas terrestres, aéreas y navales. Sumando los tres parámetros, presupuesto, contribución a operaciones y capacidades puestas a disposición de las dos organizaciones, el lugar de España pasa a estar entre los diez primeros Estados miembros de cada organización, donde realmente se nos debería considerar.

Volviendo a las políticas de Donald Trump, posible candidato del partido republicano a la presidencia de los Estados Unidos en 2024, retoma el discurso de acusar a los aliados de la OTAN no ya de no dedicar el 2% de su PIB a la defensa sino de algo así como estar en deuda con la OTAN. Pero no sólo eso, llega a mencionar que en el hipotético caso de una agresión de Rusia, los Estados Unidos no responderían y no protegerían a los países que según él, estuvieran, o estuviéramos en deuda, es decir, que no aplicaría el artículo 5 del Tratado fundacional de la OTAN por el que un ataque contra uno cualquiera de sus miembros se considera como un ataque a todos los países miembro de la Alianza. Pudiera parecer sorprendente, pero en realidad no lo es dado que Trump, en su anterior presidencia, ya amenazó con sacar a Estados Unidos de la OTAN por su inoperatividad. Las afirmaciones actuales del candidato a la presidencia han sido desmentidas por la Casa Blanca, por el secretario general de la OTAN y hasta por los máximos mandos militares americanos, pero ahí quedan y nos hacen recordar con fuerza las amenazas de la política aislacionista de Trump en su presidencia anterior, recordemos, entre 2017 y 2021.

Esta nueva llamada de atención debería hacer reflexionar a los lideres europeos sobre la política común de seguridad y defensa de la Unión Europea y la necesidad de reforzar la defensa de la Unión Europea. Lo primero que tenemos que preguntarnos es ¿qué buscamos? Y la respuesta es una cierta “autonomía estratégica” entendida como la suma de la autonomía de decisión, es decir, capacidad de tomar decisiones en el Consejo Europeo sin influencias externas; autonomía operacional, o la capacidad de llevar a cabo operaciones con los medios disponibles en los estados miembro de la UE, es decir sin contar con los medios estadounidenses; y, por supuesto, autonomía industrial, logrando una base industrial y tecnológica de defensa europea robusta, capaz de competir a nivel global. Todo ello sin olvidar nunca que la capacidad de defensa de la Unión Europea debe ser complementaria de la de la OTAN, que tenemos que hacer todo lo posible para no crear espacios vacíos entre Aliados y por supuesto, que deberíamos darle a Estados Unidos razones de peso para encontrarse confortable y “a gusto” en la OTAN.

En efecto, deberíamos siempre tener presente que el interés estratégico de estados Unidos se ha desplazado hace tiempo hacia el Indopacífico, área del mundo donde su principal adversario China es cada día más omnipresente y fuerte, amenazando no pocos intereses de Estados Unidos en esa parte del mundo y sin olvidar que China es uno de los grandes beneficiados de la guerra en Ucrania que nos mantiene a todos enfocados y anclados en el centro de Europa. Y deberíamos hacer la siguiente reflexión estratégica: Si a lo largo de 2024 se finalizara la guerra de Ucrania, ¿estaríamos los aliados de la OTAN dispuestos a acompañar a Estados Unidos al Indopacífico? ¿Están nuestros equipamientos militares preparados para ello?

No somos capaces ni de contestar a estas preguntas y tampoco somos capaces de observar un cambio drástico de tendencia en la Unión Europea quien, aún más en un año electoral, sigue con sus demonios, pero eso sí, más unida que nunca y parece que tratando de sacar cabeza en el concierto internacional de defensa y seguridad, dejando de ser tan herbívora para pasar a ser carnívora como lo es la OTAN. En la actualidad, y por primera vez, la política de seguridad y defensa de la UE dispone de objetivos ambiciosos y concretos que se pueden alcanzar, si existe voluntad política para ello y desde luego imponiendo importantes sanciones a Rusia, que siendo como el arsénico usado como veneno, lento pero seguro, tendrán efectos demoledores para Rusia a medio plazo. Lo que no sabemos es si llegarán a tener influencia en la guerra de Ucrania, que va ya por su tercer año con una Rusia incluso fortalecida en la situación táctica sobre el terreno y retomando cierta iniciativa en el campo de batalla.

En una entrevista que contesté para la Revista Española de Defensa, en septiembre de 2019, cuando todavía era representante militar de España ante los comités militares de la OTAN y de la Unión Europea, sostuve que la OTAN y la UE eran las dos caras de una misma moneda, que es nuestra seguridad. Pues bien, ahora a partir de los dos documentos clave de 2022, la “Brújula Estratégica” de la UE y el “Concepto Estratégico” de la OTAN, adaptados al nuevo entorno en que nos movemos en 2024, deberíamos todos trabajar para estar seguros de que estas dos organizaciones son complementarias y que continúan siendo efectivamente las dos caras de una misma moneda, que es nuestra seguridad.

Necesitamos ese cambio de tendencia indicado para la Unión Europea y sus estados miembro, deberíamos darle razones de peso a Estados Unidos para estar a gusto en la OTAN incluso con una hipotética presidencia de Trump, y debemos desarrollar ampliamente nuestras capacidades militares individuales, conjuntas y combinadas… Tenemos que subirnos a este tren, seguramente no pasará otro en las próximas décadas.



Los comentarios deberán atenerse a las normas de participación. Su incumplimiento podrá ser motivo de expulsión.

Recomendamos


Lo más visto