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Un espía entre amigos. La gran traición de Kim Philby (Ben Macintyre, Ed. Critica, 2015)

ISBN: 978-84-9892-816-7
Año de publicación: 2015-04-18 00:00:00
Introducción del libro:

Audaz, astuto, con un "encanto arrollador y aficionado a la controversia", además de feroz bebedor. Así era Kim Philby, el espía más extraordinario de todos los tiempos, el gran traidor a "los suyos" y a su patria, el topo que el KGB tuvo durante los años de la Guerra Fría en el corazón del MI6 británico.
O al menos era así como lo veía Nicholas Elliot, su íntimo amigo desde la juventud y colega en los servicios secretos al servicio de Su Majestad británica. De entre todos, el que se sintió más engañado y traicionado.

En los años 80 del siglo pasado, Elliot confesaría a John le Carré, ex espía y luego escritor de éxito, que “nunca” conoció a nadie que se emborrachara como él, sin perder unos modales exquisitos aprendidos desde la cuna o en las exclusivas aulas de Eton y Cambridge, donde, al igual que otros alumnos, comenzó su coqueteo con las ideas comunistas.

Le Carré ha escrito el epílogo del libro "Un espía entre amigos", publicado ahora en español por Crítica, en el que el periodista Ben Macintyre, columnista y editor del periódico The Times, intenta, "sin pretender que sea la última palabra", aportar "una nueva imagen" sobre Harold Adrian Russell Philby, el agente doble Kim Philby, fallecido en su obligado refugio de Moscú el 11 de mayo de 1988.

"Esta -advierte Macintyre en el prólogo de su documentadísima obra- no es otra biografía de Kim Philby, más bien es un intento de describir un tipo específico de amistad que desempeñó un papel importante en la historia, contada en forma de relato".

Un tipo de amistad como la que unió desde los días de juventud estudiantil en Cambridge a Philby y Elliot, criados los dos en el ambiente elitista de la clase alta británica, la tribu de los elegidos, ajena a cualquier tipo de sospecha, menos aún de carácter ideológico.

Un círculo de elegidos que vestían de tweed, jugaban al criquet, bebían whisky como cosacos, sabían a qué clubes exclusivos había que pertenecer y, por encima de todo, conocían cómo es el poder y cómo hay que ejercerlo.

Macintyre, autor de otros libros sobre espías, como "La historia secreta del día D" o "El hombre que nunca existió", comienza su relato un día de enero de 1963, en un apartamento del barrio cristiano de Beirut, donde "dos espías de mediana edad", Philby y Elliot, están sentados frente a frente, "toman té y se mienten cortésmente el uno al otro mientras cae la noche".

Elliot ha viajado a Líbano para arrancar una confesión a su querido y admirado Philby, sobre quien existen ya algo más que sospechas de que espía para el Kremlin, traición que ha costado la vida a muchos compañeros del MI6 y a desertores soviéticos.

Es el duelo cuerpo a cuerpo "de dos hombres -escribe Macintyre- vinculados por la clase, el club y la educación, pero separados por la ideología; dos hombres con formación y gustos idénticos, pero con lealtades encontradas; los enemigos más íntimos".

Elliot necesita conocer la verdad, "o al menos parte de ella", confirmar la traición de quien en 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, le reclutó para el MI6.

La traición del amigo con quien compartió secretos, confidencias, reuniones familiares y borracheras, al que defendió una y otra vez frente a quienes siempre desconfiaron de él y sospecharon que era un infiltrado de Moscú.

El mismo amigo que en plena contienda civil viajó a España como corresponsal de guerra de un periódico londinense, circunstancia que aprovecharía para espiar para unos y otros, británicos y soviéticos, que le habían encargado asesinar al sublevado general Franco.

Ben Macintyre sostiene que, lograda la confesión, Elliot dejó escapar al amigo, en vez de detenerle u ordenar su desaparición o muerte. La realidad es que un avión de carga recogió a Philby en Beirut y le llevó hasta Moscú, donde vivió, fue condecorado y murió, insomne y alcoholizado. Y donde se casó con Rufina, su cuarta esposa.

El testimonio de la segunda, Aileen, que le acusó de ser homosexual, fue decisivo, al parecer, para provocar su confesión ante Elliot.

En el prólogo de su libro, Ben Macintyre destaca que mucho de lo que se ha dicho y escrito hasta ahora sobre Philby "proviene del recuerdo o la especulación", sin que existan pruebas documentales. "Una parte está -insiste- empañada por la propaganda y otra es mera fantasía".

La verdad, la pura verdad, sólo se conocerá el día, si es que llega, en el que el MI6, la CIA y el KGB, los tres grandes gigantes del espionaje, desclasifiquen cuantos documentos guardan sobre ese personaje tan oscuro como atractivo que fue el agente Philby, héroe para unos, villano para otros.

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