El Plan estratégico para el desarrollo civil de drones en España 2018-2024 estima que dentro de cinco años habrá operativos en Europa más de siete millones de drones, de los que unos 350.000 se emplearán con fines profesionales. El resto, que es por tanto el grueso de estas aeronaves, únicamente se empleará con un cometido lúdico. El mal uso potencial que se pueda hacer de un pequeñísimo porcentaje de todos ellos representa una seria amenaza para la seguridad, principalmente en entornos clave, como aeropuertos, redes de transporte, infraestructuras de energía y edificios oficiales en general, entre otros, pero también directamente para las personas y los bienes presentes en ciudades y también fuera de ellas. El vertiginoso avance de capacidades de estos aparatos remotamente tripulados incluye una mejora de su uso seguro, pero al tiempo les convierte en una potencial ‘arma’ en manos terroristas, por ejemplo.

De todo lo anterior deriva que, junto a la imparable demanda de nuevos sistemas aéreos no tripulados haya aflorado un igualmente potente desarrollo de medios para combatir su mal uso. Esta carrera por la seguridad en los sistemas aéreos no tripulados (UAS) es un reto tecnológico e industrial que hasta hace poco contaba con un par de decenas de empresas españolas implicadas, y que ahora ya suma centenares de compañías, como apunta en este número de la serie Perfiles IDS un representante de una de las principales firmas implicadas en el sector.