En 1982 gana el PSOE y en su programa estaba abandonar la OTAN. Yo fui el primer embajador en la OTAN y cuando me despido en 1983 de quien era el secretario general, el neerlandés Joseph Luns, me dice que, si España entró para irse después, hubiera sido mejor no haber entrado”.Sin embargo, recuerda Rupérez, uno de los primeros viajes al exterior del nuevo presidente del Gobierno, Felipe González, es a Bonn, la capital entonces de la República Federal Alemana, el canciller Helmut Kohl, quien le previene de que si España quiere estar en el Mercado Común no debería dejar la OTAN. Finalmente, el PSOE convoca el referéndum tras cambiar de opinión al respecto y nuestro país se queda en la organización y, en 1999, se produce la integración en la estructura militar, que fue un paso tardío”.Todo este recorrido histórico lleva a Rupérez a tener claro que “el lugar de España en el mundo es ese, el de la Alianza Atlántica, lo cual no es obstáculo para pensar que la seguridad tendría que ser cada vez más europea, porque evidentemente esa capacidad de disuasión debe quedar afirmada en la voluntad europea de defensa frente a Vladimir Putin”.Suecia y FinlandiaTanto es así que las dos últimas incorporaciones a la OTAN, Suecia, pero sobre todo Finlandia, remarcan ese papel defensivo y, de hecho, suponen un hito como lo fue la entrada de España en su momento: “Si como diplomático me dicen hace 50 años que Finlandia iba a entrar en la Alianza Atlántica no me lo hubiera creído, pero ahora tienen miedo a Putin y a Rusia y ese dato es fundamental”. La cercanía a Rusia, explica, es clave para entender por qué cuando cae la URSS la mayoría los países del bloque soviético se apresuran a entrar en la OTAN y por qué el país que más porcentaje de inversión dedica a defensa es Polonia.