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El portaaviones São Paulo retorna a Brasil tras negársele el ingreso al Mediterráneo

El casco del NAe São Paulo, el exportaaviones y buque insignia de Brasil, que la Marina dio de baja en 2017 y vendió por 1,9 millones de dólares al astillero turco Sok Denizcilikve Tic, retornó a aguas territoriales brasileñas ante la imposibilidad de ingresar al mar Mediterráneo, con destino final Turquía, para su desmantelamiento. El que hasta la fecha es el mayor buque jamás operado por Brasil partió el pasado 4 de agosto desde el Arsenal de la Marina de Río de Janeiro remolcado por el buque Alp Centre, de bandera neerlandesa, pero al momentos de llegar a aguas de Marruecos, por razones legales, se le prohibió entrar en el mar Mediterráneo para la última etapa de su viaje.La situación del portaaviones empeoró cuando, entre su salida de Río y la parada forzosa en Marruecos, el organismo turco de preservación del medio ambiente emitió una prohibió su entrada al país, que se sumó a la decisión del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables de devolver el barco a Brasil.Antes de emprender el viaje, el buque generó polémica en Turquía por el riesgo sanitario que supondría o por el temor de países vecinos, como Grecia, a que el antiguo portaaviones brasileño acabara siendo utilizado con fines militares por el Gobierno turco.Para la Marina brasileña la venta del casco del antiguo portaaviones fue un gran alivio y ahora el astillero turco, propietario legal de la embarcación, se encuentra en una situación muy complicada.

​Brasil busca el apoyo de Rusia para su programa nuclear ante las trabas de EEUU

Un acuerdo bilateral en materia de defensa con el objetivo de establecer una asociación tecnológica para el desarrollo de los reactores de propulsión del futuro submarino nuclear de la Marina de Brasil, este sería uno de los posibles resultados diplomáticos, según publica Folha de S. Paulo-  de la reciente visita del presidente brasileño Jair Bolsonaro a Rusia, donde se reunió con su homólogo Vladimir Putin, días antes de que este ordenara la invasión de Ucrania.En un giro sorprendente de los acontecimientos, Brasil no solo admite la injerencia de Estados Unidos contra el Programa Nuclear de la Marina brasileña, con sus innumerables embargos a empresas estadounidenses y de otros países que suministran aleaciones metálicas especiales entre otras tecnologías, sino que también abre la delicada cuestión de la certificación del combustible nuclear que se utilizará en el reactor del submarino brasileño, algo que Brasil aún no domina y que los estadounidenses llevan décadas retrasando, impidiendo o negando cualquier ayuda.Cabe recordar que el contrato alzanzado con el astillero francés Naval Group solo cubre el casco del submarino nuclear brasileño, por lo que la propulsión, los reactores, el combustible, la seguridad nuclear, etc., son responsabilidad de Brasil.