La guerra de Nápoles tomó otro camino tras la victoria en Ceriñola, ya que los franceses tuvieron que replegarse hacia el norte y las tropas aragonesas tomaron la iniciativa.
La victoria española supuso el fin del dominio austriaco en el reino de Nápoles en favor de Carlos III, como rey de Nápoles y Sicilia. El reino de Nápoles llevaba en el punto de mira de los españoles desde la guerra con la cuadrúple alianza (Sacro Imperio Romano Germánico, Francia, Gran Bretaña y las Provincias Unidas), en la que fracasaron en el intento, pero la guerra de sucesión polaca puso el asunto de nuevo sobre la mesa y los españoles tuvieron una nueva oportunidad de hacerse con Nápoles. El conde de Montemar reunió un ejército formado por 40.000 hombres en la Toscana, con el que invadió Nápoles y el virrey austriaco, Giulio Borromeo Visconti, tuvo que replegar sus tropas hacia Apulia.