Análisis, reflexión y debate
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Análisis, reflexión y debate

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La RAE define el vocablo análisis como el estudio detallado de algo. En un proceso lógico, tras el análisis de una situación determinada, debe venir la reflexión para pensar sobre los problemas que esa situación plantea. El debate es aconsejable para discutir cómo abordar esos problemas desde diferentes ópticas. La RAE también contempla como acepciones de debatir los verbos luchar o combatir. En la España actual estamos demasiado acostumbrados al debate en el sentido de lucha o combate. La industria de defensa española se encuentra en un momento que recomienda el análisis, la reflexión y el debate constructivo.

El entorno estratégico, entendido en sentido amplio, está condicionando el papel de la industria de defensa y seguirá haciéndolo en los próximos años. Es evidente, y no es una novedad, la influencia de la situación geoestratégica y de las operaciones militares sobre el papel que aquella debe jugar para cumplir su función: proporcionar bienes y servicios para que los Ejércitos puedan cumplir sus misiones con garantías de éxito.

En ese entorno hay factores clave como son el tecnológico y el financiero. Las operaciones militares de los países occidentales necesitan sistemas tecnológicamente avanzados para mantener la superioridad. La evolución tecnológica requiere agilidad en su adquisición. La rapidez con la que evolucionan las soluciones afecta a los plazos, costes y requisitos de los programas. Los tres parámetros clásicos son cada vez más relevantes. Evidentemente eso afecta a la gestión de las adquisiciones, cuyos procesos y marco normativo deben adaptarse a la evolución del entorno para poder dar una mejor respuesta. La época de programas que se dilatan en el tiempo puede haber pasado a la historia y hay que buscar caminos que reduzcan los plazos de entrada en servicio de los sistemas, con requisitos más abiertos y a precios asumibles.

Esto lleva al problema de la financiación. Especialmente en España, donde no parece que vaya a haber cambios sustanciales en los niveles de financiación para defensa, obliga a buscar soluciones diferentes de las tradicionales. No solo es necesaria la implicación de los ministerios de defensa e industria. También la de otros actores, públicos o privados, que deben participar en la búsqueda de soluciones financieras para aliviar la tensión sobre el presupuesto de defensa.

La evolución de la demanda estará condicionada tanto por las necesidades derivadas del entorno operativo, como por la posibilidad de atenderlas en los marcos jurídicos y financieros establecidos. Las iniciativas europeas apuntan, entre otras cosas, a una mayor colaboración y a buscar fórmulas que permitan satisfacer las necesidades de una forma más ágil y racional. Se trata de coordinar demanda y oferta para responder al mercado interno europeo, pero también para poder acudir a otros mercados de una forma más coherente. El impulso político está favoreciendo esa colaboración. Desde una perspectiva española se presentan muchas oportunidades. Quizás el paso previo sería reforzar la colaboración entre los Ejércitos y de estos con la industria de cara a responder a la situación interna y a presentar una voz más unida hacia el exterior. En este campo tenemos recorrido. No solo de cara a Europa. También hacia otros mercados en los que los esfuerzos individuales pueden tener resultado, pero donde la actuación colectiva puede ser la clave del éxito. Industrias con capacidades complementarias, junto con la aportación de experiencias operativas nacionales y apoyo oficial, tanto del Ministerio de Defensa como de otros órganos, podrían facilitar la creación de fórmulas ganadoras en algunos mercados en los que ya estamos presentes y favorecer la penetración en otros. Una mayor concentración de esfuerzos favorecería la presencia de la marca España hacia el exterior, también en defensa.

En este esquema la administración puede y debe favorecer la actuación de la industria. Actuando como cliente exigente, pero también favoreciendo la integración de soluciones y tecnologías en programas propios o en cooperación. La evolución del sector en las últimas cuatro décadas nos permite disponer de tecnología propia que podemos ofrecer desde posiciones sólidas a proyectos colaborativos. Las fórmulas clásicas de reparto de trabajo en los grandes programas deben evolucionar para ofrecer participación valorando también el aporte de tecnologías avanzadas. Desde la industria se debe instar a impulsar de forma más eficaz y eficiente la actividad, y no solo estar a lo que desde el nivel político se determine esperando que este actúe.

Actualmente la industria española dispone en algunos nichos de soluciones que están en vanguardia. Primero hay que identificarlas, luego hay que integrarlas en entornos colaborativos propios y, finalmente, ponerlas en valor en nuestros programas y hacia el exterior. Algo que han hecho otros países a lo largo de décadas y que no obliga, necesariamente, a disponer de compañías de gran tamaño ni a establecer relaciones de exclusividad. Alcanzar dimensiones similares a las de empresas de otros países puede llevar un tiempo que no tenemos. Ese momento ha pasado. El camino más práctico para España puede ser el de las alianzas, con visión general o específica dependiendo de los casos. Por naturaleza somos flexibles y ágiles y estas son fortalezas que debemos explotar. Puede ser un campo a incentivar desde las propias empresas y desde las asociaciones que ya tienen experiencias de éxito actuando de esta manera.

Entorno estratégico y operativo complejo, rapidez en la evolución tecnológica, disponibilidades financieras dispersas, que no insuficientes, capacidades industriales avanzadas, incremento de la demanda y características especiales de nuestro sector industrial, son factores que nos deben llevar a pensar cual es el modelo de industria de defensa que necesitamos. En beneficio propio, de nuestros soldados y en definitiva de una España que puede y debe jugar un papel protagonista en Europa.



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