China y Rusia: dos titanes en entente cordial
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China y Rusia: dos titanes en entente cordial

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Cuando en inteligencia geopolítica militar decimos que nos encontramos con una relación de titanes nos referimos a que al menos dos potencias con pesos similares se enfrentan o se alinean en un mismo campo económico o zona de influencia militar territorial.

Los Titanes se llevan bien mientras exista terreno por conquistar y la expansión esté asegurada para ambos. Pero como en los mitos, cuando ya no exista más mundo, éste se les quedará pequeño, en breve veremos cómo actúan. El horizonte 2030 es, para muchos, el límite de este crecimiento.

China y Rusia están en estas circunstancias. Ambas han puesto sus ojos desde hace una década en LATAM. En el caso de Rusia primero tiene que reestructurar su patio interior y periférico, pero tiene solvencia suficiente para no quedarse atrás; y en el caso de China tiene recursos y un modelo político controlado por ahora. Y lo hacen con un desembarco de tecnología de defensa y de tecnologías de seguridad (informática y de telecomunicaciones sobre todo) para dar independencia a los países latinoamericanos.

La visión militar o de protección de los intereses de cualquier tipo por la vía militar está descartada de forma directa. Pero en los países en desarrollo en América Latina, que cada vez son más contestatarios con USA, mirar hacia proveedores militares o de tecnología de defensa diferentes a los tradicionales, es una opción que toma fuerza. Cuando hablamos de tecnología militar o de defensa no podemos olvidar el cibermundo y las tecnologías de seguridad informática (de origen y fundamento militar) que se usan para proteger, o atacar, según intereses económicos de cada país.

Los riesgos y su protección suelen ser los menos de los mandos de ciberdefensa militar, pero son la punta de lanza de intereses económicos o civiles de cada país. Al final, proteger la economía es la acción disuasoria de la fuerza militar. Los cada vez más escasos recursos estratégicos hacen que la sospecha de tener que protegerlos militarmente crezca. El agua, la minería, los recursos energéticos a veces no se pueden exportar tan fácilmente, hay que explotarlos in situ, y quien los controle o defienda podrá tener la primacía. Es sencillo.

Las visiones económicas de Rusia y América Latina son, en muchos aspectos, paralelas y en los países de la región latinoamericana la tecnología rusa goza de gran demanda desde hace tiempo. La tecnología china es más barata y competitiva. Los países latinoamericanos no se han unido a las sanciones antirrusas, a pesar de la fuerte presión de EEUU y la UE, lo que se convirtió en una buena base para la construcción de una cooperación comercial y económica.

Los rusos en contraprestación, como en los años 60 a 80, regresan a ayudar a la “nueva lucha contra USA”, pero esta vez con la ideología del progreso económico y de un liberalismo de corte central. Modelo que a la visión personalista de Latinoamérica le cuadra mejor que el liberalismo de lobby a la norteamericana. No olvidemos quien firma, democráticamente, los presupuestos de seguridad y defensa; y no olvidemos el periodo de carencia de estos acuerdos: décadas.

Los principales socios militares de Rusia son Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Cuba, con los que existe cooperación en varias esferas tradicionales en algunos casos de décadas, como por ejemplo la agricultura, la metalurgia, la ingeniería mecánica, la aeronáutica, la industria química, etc.

En los últimos cinco años Rusia y América Latina han duplicado sus relaciones comerciales y empiezan a generar grandes oligopolios que pueden hacer ya frente a intereses de la UE y USA juntos. La industria militar o de defensa no se queda atrás y ya ha firmado acuerdos de gran calado.

La lucha por los recursos económicos, pero también por el mercado de consumo en crecimiento contante atrae a Rusia y a China. Los Brics ya están en ambos lados del mundo y la economía militar es un polo más. El interés no es otro que el ser un polo económico “independiente” del sistema tradicional USA-UE-Japón (o tigres asiáticos). Ahora veremos si es una visión real o es cambiar una servidumbre por otra. Pero ya no existirá la competencia desleal o la amenaza a cerrar mercados y, por supuesto, al riesgo de no tener protección militar o tecnológica del hermano mayor. Ahora hay otros jugadores en el campo.

La minería o el sector de la explotación de recursos es otro sector estratégico y Perú o Brasil es el mejor ejemplo de ello. Se calcula que China domina ya un tercio del sector minero peruano, en concreto en la extracción del cobre, siendo las empresas asiáticas las mayores productoras de este mineral en Perú. Y la tecnología de gestión minera o de control de recursos cada vez más usa tecnología de inteligencia militar o herramientas de control de origen militar. El sector de defensa para proteger estos intereses está creciendo de forma vertiginosa a la sombra, cuando no por delante, de la industria civil.

Pero, además, en toda la región las compañías chinas desarrollan proyectos de telecomunicaciones, automoción, agricultura, construcción y sectores energéticos, lo que extiende sin fronteras la influencia de Pekín, y no sólo a nivel económico. Esta presencia garantiza una mayor influencia global al controlar los recursos. De nuevo la base tecnológica es de fundamento o spin off militar.

Los ejércitos, las policías, los servicios de inteligencia de Hispanoamérica cada vez se distancian más de los sistemas de control y funcionamiento de Estados Unidos. En aras de la no subordinación tradicional buscan nuevas alianzas para ser independientes, al menos durante un par de décadas. Proteger con independencia nuestros recursos propios implica fuerza militar independiente o al menos no dependiente de quien consideramos que hasta ahora nos ha controlado. En el baile de la geoestrategia militar buscar una nueva pareja implica el dicho de “más vale malo por conocer que malo conocido”.

La esperanza que tiene LATAM es que los nuevos Titanes sean más benévolos, porque llegar han llegado y se van a quedar. Sólo el tiempo dirá cuanto y de qué forma.



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