Pensando en los próximos presupuestos de Defensa
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Pensando en los próximos presupuestos de Defensa

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(Infodefensa.com) Por Antonio Fonfría – El debate sobre los efectos económicos que provoca la reducción de los presupuestos de defensa es cada año más o menos similar. En términos generales, los defensores de mantener o incrementar el presupuesto tienden a subrayar los efectos negativos de su caída vinculados a su efecto multiplicador sobre la industria y a sus consecuencias sobre el empleo. Por otra parte, aquellos que se orientan más hacia la reducción del gasto inciden particularmente en la posibilidad de obtener mayores rendimientos de cada euro si se coloca en otra parte, junto con el argumento de la relevancia del gasto vinculado al estado del bienestar y la necesidad de detraer fondos de defensa hacia sanidad, educación, etc.

Sin embargo, son varios más los argumentos a considerar desde una perspectiva económica. Algunos de ellos se encuentran a favor de la primera de las posiciones y otros apoyan más la segunda. Un breve repaso permite destacar los siguientes:

1.- Debido al reducido tamaño del sector de la defensa en España, los efectos que las reducciones presupuestarias puedan tener sobre el conjunto de la economía son mínimos. Algunos trabajos relativos a los EEUU muestran que el efecto de la reducción presupuestaria –con efectos sobre una industria mucho mayor que la nuestra– se encuentra entre 0,6 y 0,8 puntos del PIB.

2.- El tamaño estimado –ya que no hay estadísticas oficiales en España– del empleo en la industria de la defensa se encuentra en unos 22.000 empleos directos –datos de la DGAM– y una cifra indeterminada de indirectos. Dos son los rasgos de este empleo: primero, su nivel formativo, superior a la media de la economía, y segundo, su especialización, que en muchos casos no permite una traslación directa de conocimientos a otros sectores económicos, lo cual les hace presa del sector de defensa.

3.- Si bien el volumen de ventas totales de las empresas que trabajan en el ámbito de la defensa supera los 110.000 millones de € (ventas en el ámbito civil y en el militar, según la DGAM), tan sólo un 4,5% de esa cifra se destina a la parte militar, por lo que, de nuevo, su impacto en la economía es muy reducido.

4.- El trasvase de recursos de defensa a otros sectores tendría efectos si las reducciones presupuestarias no fuesen generalizadas, por lo que este efecto en los últimos años no parece relevante.

5.- El efecto tecnológico es otro factor que se ha considerado habitualmente. En general, la idea que subyace es que la industria de defensa es un generador de alta tecnología, ya que destina un importante volumen de sus recursos a I+D. Sin embargo, los cambios que se están produciendo en los últimos años apuntan a que la generación de tecnologías se realiza en el ámbito civil fundamentalmente, ya que es donde hay mercados suficientemente amplios. Por tanto, lo que se trata de hacer es aplicar esas tecnologías al ámbito militar –tecnologías duales–, lo cual diluye el argumento tecnológico.

6.- La exportación de productos de defensa permite obtener rendimientos en términos fiscales y de aportación a la balanza comercial que son superiores a las importaciones en los últimos años, lo cual aporta en positivo al conjunto de la economía.

Estos son los argumentos económicos más esgrimidos en el análisis del efecto de la variación del gasto en defensa. Sin embargo hay dos argumentos de corte no estrictamente económico, aunque poseen importantes efectos en esta esfera, que es necesario considerar. El primero de ellos es la posición que España desea ocupar en el conjunto internacional. Por ejemplo, su aportación a diversos organismos internacionales, el peso de su criterio en temas de calado internacional, la capacidad para penetrar económicamente en otros mercados, etc., son todos argumentos relevantes aunque no observables directamente y, por lo general, se sustancian en el largo plazo.

El segundo tiene que ver con la sustancia básica de la defensa: y es el grado de operatividad y la capacidad de disuasión de las Fuerzas Armadas. Su concepción actual –incluso desde que lo escribiera Adam Smith, en 1776– está ligada a la disuasión como vía de evitar el conflicto. Si la reducción presupuestaria limita la operatividad, entonces la capacidad disuasoria desaparece y, con ella, el resto de los factores que pudieran aportar positivamente a la esfera económica. Es por ello necesario buscar un equilibrio en el presupuesto que no ponga en peligro el grado de disuasión que se desee alcanzar. El resto viene de la mano, en mayor o menor medida, tal y como expresaba Smith: “la defensa es de mayor importancia que la opulencia”. En definitiva, la primera es condición necesaria, aunque no suficiente, para que se dé la segunda.

Antonio Fonfría es profesor de Economía Aplicada y director del Máster en Logística y Gestión Económica de la Defensa de la Universidad Complutense de Madrid.

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