(Infodefensa.com) Alberto López, San Salvador Los recientes anuncios de adquisición de patrulleras españolas o rusas para la Fuerza Naval de Nicaragua, más la llegada de la primera patrullera de la holandesa Damen Shipyards para la Marina hondureña, podría entenderse como un legítimo refuerzo de las fuerzas navales de la región que por años han sido descuidadas, pero dicho refuerzo también coincide con reclamos por diferencias limítrofes centenarias entre vecinos centroamericanos o inclusive con la misma Colombia, como una forma de disuasión evidente, pero no explícita.
Honduras ha invertido alrededor de 62 millones de dólares en el arrendamiento a 20 años, con opción de compra, de dos patrulleras Damen Stan Patrol Spa 4207 y seis lanchas interceptoras Damen Interceptor DI-1102; la primera patrullera, bautizada como Lempira, llegó con cuatro de las lanchas rápidas a finales de agosto, mientras que el segundo navío, el Morazán, junto con las dos restantes interceptoras, arribará a finales de octubre o inicios de noviembre.
El Damen Stan Patrol Spa 4207 se utiliza principalmente para tareas militares y está construido con las especificaciones y normas comerciales mundiales.
Posee una longitud de 42,8 metros, velocidad de 25 a 30 nudos, capacidad para 16 tripulantes, construido en un casco de acero y propulsión de hélices de paso variable.
Mientras que las interceptoras tienen una longitud de 10,97 metros, velocidad de 50 a 55 nudos y capacidad para seis personas.
Honduras ha argumentado justificadamente la necesidad de la renovación de su flota naval con estos equipos, pues por varias décadas no se había reforzado esa rama de las Fuerzas Armadas hondureñas y el asedio de las bandas de narcotraficantes y el crimen organizado ha obligado a reforzar el rubro naval hondureño.
Sin embargo, se ha manejado que las lanchas serán ubicadas en el Caribe y al menos una de las patrulleras en el Golfo de Fonseca, un cuerpo marino en el Océano Pacífico compartido por Honduras con El Salvador y Nicaragua.
Precisamente en esta zona, Honduras ha mantenido un litigio centenario con El Salvador, el cual resultó en 1992 con la resolución de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (con revisión en 2003), en Holanda, donde se le dio la razón a Honduras con el otorgamiento de territorio en tierra firme, al norte del departamento salvadoreño de Morazán, fronterizo con Honduras, y la delimitación de a qué país corresponderían las islas en el Golfo de Fonseca.
Pero el más reciente litigio incluye ahora la isla Conejo, también en el Golfo de Fonseca, un pequeño islote que no fue mencionado en la resolución de la Haya, pero que históricamente ambos países reclaman.
A pesar de lo pequeño del islote, la supremacía territorial sobre el mismo representaría para Honduras una salida más amplia hacia el Pacífico. De hecho, en la actualidad, la isla Conejo está ocupada por tropas hondureñas, mientras El Salvador reclama ante el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y las Naciones Unidas la propiedad sobre el islote y la aparente invasión hondureña, pero que las autoridades de ese país dicen no entender en qué radica el reclamo salvadoreño pues la isla siempre ha sido de Honduras y nunca estuvo en litigio ante la Haya.
Sin embargo, nada se ha dicho hasta el presente que El Salvador acuda a la Haya de nueva cuenta para hacer valer su supuesta propiedad sobre el diminuto territorio en disputa en el Golfo de Fonseca.
Por su lado, Nicaragua ha visitado astilleros militares, tanto en España como en Rusia, sin que hasta el momento se decida todavía a qué tipo de barcos inclinará su preferencia para reforzar su vetusta y escaza Fuerza Naval.
De nuevo, al igual que Honduras, Nicaragua tiene sobradas razones para reforzar su flota naval, sobre todo porque también es paso para la ruta de narcotraficantes en Centroamérica y posee el territorio marítimo más extenso en la región, ya que se trata, además, del país más grande en el istmo.
Como si fuera poco, en noviembre del año pasado, la mayor nación, en términos geográficos, en América Central ganó un proceso limítrofe ante la Haya por la isla de San Andrés con Colombia, donde a pesar de que el archipiélago de San Andrés quedó aún bajo dominio colombiano, Nicaragua adquirió, según la resolución, más territorio marítimo en el Caribe.
Precisamente, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, hizo énfasis en este punto en el aniversario de su Fuerza Naval, el mes pasado, sobre la necesidad de equipar con lo necesario y moderno a sus marinos, pues sus fronteras oceánicas crecieron aún más.
Nicaragua también mantiene roces con su vecino del sur Costa Rica, tanto en el mar como en tierra, con la reciente declaración de Ortega sobre el reclamo de los nicaragüenses sobre Guanacaste, un territorio fronterizo en propiedad hoy de los costarricenses.
De la misma forma, en ese estira y encoge entre vecinos, otras naciones también toman parte, de alguna forma, en Centroamérica. Colombia, en litigio con los nicaragüenses, realizó maniobras navales con Honduras a principios de este mes con la fragata misilera colombiana ARC Caldas (FM-52), parte de la flota de la Armada Nacional.
Mientras los rusos hacen lo propio, pues a mediados de agosto anterior, en el marco del 33º aniversario de la Fuerza Naval de Nicaragua, el crucero misilero Moscú, buque insignia de la Flota del Mar Negro, visitó territorio nicaragüense y realizó maniobras en ese país.
Como quiera que se vea, medición de fuerza por antiguos litigios limítrofes o reforzamiento de sus armadas o fuerza navales, los centroamericanos han comenzado esa renovación en su arsenal de equipos navales que mucha falta les hacía desde hace muchas décadas.