Apostando por el Poder Aéreo, una acertada visión de futuro en la industria de defensa
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Apostando por el Poder Aéreo, una acertada visión de futuro en la industria de defensa

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(Infodefensa.com) Por José A. Fernández Demaría – En la práctica totalidad de los más recientes conceptos estratégicos o directivas de defensa encontramos un enfoque hacia las misiones de mantenimiento de la paz, estabilización o ayuda humanitaria, que mantienen su importancia; pero el mundo en general se ha vuelto más inestable y aquellas amenazas que obligaban a mantener abierta la posibilidad de enfrentamientos de mayor escala siguen sin desvanecerse.

En palabras del Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, en la apertura de la cumbre de la Alianza en el País de Gales el pasado día 5: “los fundamentos de la seguridad global están siendo puestos a prueba de una forma no vista desde el final de la Guerra Fría por las acciones de Rusia contra Ucrania, la inestabilidad y el extremismo violento en Oriente Medio y en el Norte de África y por nuevas amenazas como los ataques cibernéticos o con misiles.”

Adaptarse a la amenaza implica tomar las acciones necesarias para identificar y eliminar rémoras, actualizar y mejorar lo actualmente eficaz y desarrollar nuevas capacidades, si son necesarias para hacerle frente con éxito.

En un mundo en crisis económica, es vital saber diferenciar entre “lo esencial” y “lo accesorio”, saber calcular el porcentaje con el que una capacidad contribuye a la defensa, independientemente de su coste individual y encontrar con ello ese factor de eficiencia. Además hay que tener la valentía de renunciar a capacidades que, aunque desarrolladas a lo largo de los años y que fueron objeto de importantes inversiones, su continuidad o actualización no redunda en un incremento de la capacidad de defensa.

La capacidad ofensiva y defensiva del Poder Aéreo parecía estar disminuyendo en importancia en el planeamiento, que se centraba más en el desarrollo de aviones no tripulados dedicados a vigilancia y observación, helicópteros y medios de transporte táctico y estratégico. La desestabilización de estados, especialmente en el norte de África, parecía demostrar que estos eran los conflictos más probables y que, para lidiar con sus consecuencias, a los países desarrollados les bastaría con la disposición de capacidades militares orientadas a la interposición, la estabilización o la protección de nacionales en zonas de conflicto.

A principios de esta década se comenzaba a poner de manifiesto la importancia de adaptarse a un nuevo tipo de amenaza: “la amenaza hibrida”, aquella en la que el adversario no es necesariamente un estado, amenaza que combina operaciones militares tradicionales con otras de terrorismo y crimen organizado y que opera no solo en la zona de combate sino en el territorio de los estados que consideran enemigos, en cualquier ámbito en el que pudiera lograr debilitarlos y de forma organizada para la consecución sus objetivos estratégicos.

Lo que está ocurriendo en Ucrania y las agresiones llevadas a cabo por el grupo terrorista ISIS es un enorme reto para la estabilidad mundial a la que amenaza con una clara forma de guerra hibrida.

Si bien la lucha anti-terrorista (en todas sus facetas) o la mejora e integración de las capacidades de inteligencia, vigilancia, reconocimiento y guerra cibernética son elementos importantes de la capacidad de defensa ante estas amenazas, no debe olvidarse que disponer de una fuerza creíble, capaz de actuar contra el origen de la amenaza de forma rápida y letal, continua siendo indispensable.

En este escenario, el uso del Poder Aéreo aparece nuevamente como un elemento prioritario y esencial. Los aliados contra la amenaza de ISIS no han dudado en comenzar a utilizarlo de la forma más explícita.

Pero el Poder Aéreo necesita mantener la ventaja tecnológica sobre el enemigo y por ello la inversión en la modernización de los sistemas de armas aéreos actuales y en el desarrollo de otros nuevos, debe ser parte prioritaria de nuestro futuro como fuerza de defensa y estar muy presente en la política para el fomento de la capacidad industrial de defensa.

A principios de 2014 las ramas de defensa y espacio de EADS (Airbus Military, Astrium y Cassidian) se integraron en una nueva división: AIRBUS DEFENSE & SPACE con el objetivo de crear sinergias y de centrarse en los esfuerzos de investigación y desarrollo. Esta nueva división es la primera en importancia en la industria de defensa europea, con beneficios alrededor de los 14.000 millones de euros y con una plantilla de unos 40.000 empleados y ha centrado su actividad en: los aviones militares, los sistemas espaciales, los sistemas CIS y la electrónica; precisamente aquellos elementos que resultan esenciales para que el Poder Aeroespacial, en su conjunto, esté constituido por sistemas capaces de operar con eficacia en la resolución de los conflictos que aparecen en el horizonte y por ello contribuir a la formación de esa fuerza creíble a la que nos referíamos anteriormente.

Durante el primer semestre de este año la nueva división de Airbus ha tratado de identificar cual debería ser su área de actividad principal y la complementaria (core and non-core) y como resultado la división se centrará en el desarrollo de las áreas que precisamente constituyen los pilares del Poder Aeroespacial, desinvirtiendo y cerrando aquellas otras que considera complementarias. Volviendo al principio de este artículo: en momentos de crisis económica Airbus está sabiendo diferenciar entre “lo esencial” y lo que (aunque necesario) puede ser acometido por otros quizás con mayor eficacia.

La industria de defensa es esencial para la defensa nacional, pero lo es en su conjunto; no solamente la industria puramente nacional sino también la industria de defensa europea a la que nuestra nación contribuye con un peso importante.

De la misma forma que la defensa de España no puede imaginarse de forma aislada, la industria de defensa española no puede concebirse ni desarrollarse de forma aislada sino con dos elementos: una parte integrante de la industria europea y otra puramente nacional, pero complementaria con la anterior en áreas específicas y a veces singulares, para el desarrollo de capacidades únicas de los sistemas de armas. De esta forma, ambas capacidades industriales (la europea o la obtenida por participación en programas multinacionales y la puramente nacional) se complementarán de forma eficaz; solo así podremos esperar un retorno adecuado de la inversión, tanto en lo económico como en capacidad militar real.

Dicho con un ejemplo: cuando en los años 80 se desarrolló el programa del Futuro Avión de Combate Aéreo (conocido como FACA) y que resultó en la adquisición del F/A-18 para el Ejército del Aire español y a pesar de la poca experiencia que en aquellos años se tenía en el desarrollo de programas multinacionales, se adquirió un sistema de armas capaz de cumplir con los exigentes requisitos operativos del E.A. pero además se logró que la industria de defensa nacional (gran parte de ella integrada ahora en la industria europea) obtuviera beneficios industriales, técnicos y económicos que la pusiera en disposición de acometer programas complementarios nacionales o participar en proyectos europeos con posterioridad. Un sistema de armas como el F/A-18 no podría haber sido desarrollado por la industria nacional pero el programa resultó beneficioso para ella. Además se logró que industrias menores e incluso elementos orgánicos del E.A. se centraran en desarrollar capacidades específicas en áreas como la guerra electrónica, el desarrollo de software para los computadores de misión, la integración de armamento y los sensores, cuyos requisitos no podían o no debían cumplirse por la industria extranjera. Como resultado los EF-18 A+ operaron sobre los Balcanes no solo con armamento adquirido a otras naciones sino con armas nacionales, software adaptado a las misiones desarrollado en España y equipos de protección en guerra electrónica adaptados perfectamente a la misión gracias a la capacidad orgánica y al apoyo de la industria nacional de defensa.

La industria aeroespacial europea se está centrando en los proyectos que solo a nivel europeo se pueden desarrollar con efectividad. Sus productos nos aportan además la necesaria interoperabilidad con muchos de nuestros aliados y socios. España debe seguir apoyando y participando en estos programas.

A finales de 2013 se publicaba el documento: La Industria Española de Defensa “Estrategia de Futuro” y en él se definían como áreas estratégicas para la industria nacional las ligadas a los sistemas de vigilancia e inteligencia, seguridad en la información y comunicaciones, mando y control, sistemas de misión, ciberdefensa, así como las capacidades para su sostenimiento durante el ciclo de vida.

Airbus se está centrando en los proyectos que solo pueden desarrollarse a nivel europeo y que le permiten competir a nivel mundial, pero con ello también nos indica en que deberían centrarse los esfuerzos de la necesaria industria nacional complementaria.

Quizás nunca podamos tener una industria puramente nacional al nivel de Airbus, BAE o Boeing, lo que además no sería razonable, pero sí se pueden realizar esfuerzos para reunir y concentrar la industria alrededor de esos otros ámbitos de sostenimiento, sistemas de misión, inteligencia y ciberdefensa y sin olvidar nunca la guerra electrónica; menos industrias separadas, mayor integración del know-how, sincera colaboración, creación de sinergias y mayor competitividad.

Ambas áreas de la industria de defensa: la europea y la nacional son esenciales e inseparables y la capacidad óptima no se alcanzará si alguna de ellas falla.

José A Fernández Demaría es General de Brigada del Ejército del Aire en la reserva.



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