Corrupción e intereses creados en el nuevo mapa del gasto mundial de armamento
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Corrupción e intereses creados en el nuevo mapa del gasto mundial de armamento

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Los últimos datos conocidos sobre el gasto mundial en armamento confirman que su crecimiento se estancó hace cinco años, en 2010, tras dos décadas de subida constante. El planeta sigue empleando cerca de 1,7 billones de euros cada año en defensa, más o menos como en 2010, según recoge el Instituto de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (Sipri), barómetro planetario reconocido en la materia. Lo relevante ahora es saber quién lo gasta y, sobre todo, averiguar y analizar con qué objetivos.

Europa occidental y –sobre todo– Estados Unidos, a la cabeza del mundo desde el fin de la Guerra Fría, están cediendo protagonismo frente al empuje de los países de Asia, Oceanía, Oriente Próximo, Europa del este y África, que, de hecho, están compensando con sus crecientes presupuestos militares el retroceso de los países agrupados en torno a la OTAN.

Las adquisiciones de cazas franceses Rafale anunciadas en los últimos tres meses por Egipto, la India y Catar son una muestra de este fenómeno. Y aún lo es más la evolución de los países que encabezan el listado de los mayores inversores en defensa: al todopoderoso Estados Unidos, que ha bajado un 6,5 por ciento sus presupuestos militares en el último ejercicio, le siguen China, Rusia y Arabia Saudí, que han doblado sus gastos militares en la última década.

La Europa atlántica, entre tanto, sigue sumida en su tendencia hacia los recortes , pese a los llamamientos de la cúpula de la Alianza Atlántica para que inviertan el proceso y se comprometan a emplear al menos el 2 por ciento de sus productos interiores brutos a la defensa. La recomendación, a la que únicamente Francia –por convencimiento propio– parece haber hecho caso, tiene un ojo puesto en el conflicto de Ucrania y otro en el Estado Islámico y quienes en otros lugares del planeta simpatizan con su lucha.

En el primer caso, la parte oriental del viejo continente, la más cercana a Ucrania, sí se ha decidido por aumentar sus arsenales en previsión de que los problemas se recrudezcan. En el segundo, en las áreas más azotadas por el radicalismo de corte islámico –África y Oriente Medio– los incrementos no sólo derivan de la nueva violencia, sino que, en buena medida, también son producto de la corrupción, de los intereses creados y de las ansias de poder de gobiernos autocráticos, como han advertido los analistas del Sipri.

En este punto es donde la inquietud pasa de estar en la evolución de lo que el mundo gasta en armas, e incluso de quiénes lo hacen con mayor profusión, y pone su acento en conocer las verdaderas intenciones de los nuevos protagonistas: ¿la legítima defensa o los intereses espurios?

Las actuales convulsiones bélicas en zonas concretas del planeta pero con proyecciones –a través del terrorismo, por ejemplo– a otras áreas alejadas abonan unos cambios preocupantes a los que Estados Unidos y Europa deberán hacer frente con medidas que van más allá de la venta de equipos militares a unos u otros países. Por cierto que en este asunto –la transferencia mundial de armas– Occidente también está cediendo protagonismo en favor de nuevas áreas de desarrollo, como revelaban también hace unas semanas los datos de otro informe del Sipri.



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