Ucrania: la guerra corta y la empantanada
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Ucrania: la guerra corta y la empantanada

Un cambio rápido a un gobierno prorruso podría asegurar una menor desmembración del país; un conflicto largo puede minar la posición de Putin
Ucrania rusos contra guerra (1)
Concentración en Rusia en contra de la guerra tras producirse la invasión de Ucrania. Foto: Twitter vía GASS.
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(Especial Global Affairs/UNAV para Infodefensa.com) La guerra en Ucrania puede resolverse en muy poco tiempo si el Ejército ucraniano colapsa rápidamente o si un golpe interno se apresura a apartar al presidente Zelenski del mando, dando lugar a que autoridades con cierta legitimidad, por más que presionadas, acepten las condiciones de Moscú. El conflicto puede ser largo, en cambio, si, más allá del periodo durante el que Ucrania es capaz de sostener su defensa, una resistencia de guerrillas prolonga el enfrentamiento contra las fuerzas de ocupación.

La previsión de una derrota casi instantánea puede llevar a elementos del mando militar ucraniano a forzar un cambio político que al menos asegure la paz y la integridad de la mayor parte del territorio. Mientras que la perspectiva de un empantanamiento bélico, que fuera especialmente costoso en vidas para los atacantes, sería el único supuesto que podría propiciar el derribo de Vladimir Putin desde dentro del Estado ruso.

Demostrada la disposición de Putin de ir hasta el final, a cualquier precio, el escenario que puede calificarse de “menor daño” –en cuanto al número de bajas, pero no solo– es el de la guerra corta. Se trataría de aceptar, sin más uso de la potencia de fuego, la finlandización de Ucrania, a cambio de que las nuevas repúblicas secesionistas no se integren en Rusia. La partición mínima del país podría permitir aspirar a que, pasado el tiempo necesario, las provincias de Lugansk y Donetsk tal vez regresaran al seno nacional. Desde luego sería más difícil que lo hicieran si ahora acaban diluidas en Rusia. Una futura generación de ucranianos podría reconsiderar la orientación política de su país, cuando se dé otro orden internacional más abierto, pero no tendrá ninguna oportunidad de hacerlo si Ucrania desaparece como entidad o sobrevive muy reducida en tamaño.

Dada la gran diferencia de potencial bélico entre Rusia y Ucrania y la constatación de que ningún país va a combatir al lado de esta –el suministro de armamento ofrecido al Ejército ucraniano por Occidente mejora sus capacidades, pero no cambia el resultado previsible de la guerra–, entonces la duda sobre la prolongación del conflicto estaría más en si Ucrania devendrá en “un pueblo en armas” contra el invasor, de forma que este sufra frecuentes sabotajes y un continuo goteo de muertos en emboscadas que acaben minando la posición de Putin al frente del Kremlin. Desde la desaparición de la URSS, Ucrania ha desarrollado un claro sentimiento de independencia y muchos ucranianos están dispuestos a ponérselo difícil a Rusia. Pero en este escenario de revueltas y atentados, Rusia podría endurecer su actitud absorbiendo el Donbás y tal vez apropiándose también de un corredor hasta Crimea o incluso Odesa. Y si treinta años de independencia han generado jóvenes con un fuerte sentido de identidad nacional, otros treinta años de dominio de Moscú podrían alentar la identidad rusa en esos territorios adquiridos.

Ciertamente pueden darse escenarios mixtos: una campaña militar corta seguida luego por un largo hostigamiento de fuerzas irregulares ucranianas, una férrea defensa por parte de las Fuerzas Armadas ucranianas que obligue a un sobreesfuerzo ruso que cree dudas en el Estado Mayor invasor y la sociedad rusa, o una situación no crítica pero sí realmente compleja a la larga para Putin sin que este acabe siendo derrocado. En todos los supuestos, en cualquier caso, no parece que las sanciones económicas internacionales, por efectivas que puedan resultar en estrangular la economía y ciertas fortunas rusas, vayan a impedir la consolidación de las anexiones territoriales que Rusia pueda realizar. Ocho años después de la toma de Crimea, a pesar del castigo llevado a cabo desde Occidente, más bien parece que la península se va a eternizar como posesión de Rusia.

Los primeros movimientos de la invasión parecen indicar que la estrategia de Putin pasa por mostrar que está dispuesto a descargar toda la fuerza posible sobre su vecino, confiando en que basten los primeros bombardeos y la entrada de tanques para que el Ejército y las élites de Ucrania se arruguen y asuman la instalación de un Gobierno títere. A medida que aumenten las víctimas ucranianas muy posiblemente crecerá en el país la invocación de un compromiso; si tardara en llegar, Putin podría aumentar la destrucción. Pocas dudas hay de que Putin ganará la guerra, en su fase estrictamente militar, aunque cuanto más se alargue el proceso de pacificación mayor costo tendría para él –desde luego lo va a tener para Rusia.

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