Enrique Navarro: Sobrevive el que se adapta a los cambios
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Enrique Navarro: Sobrevive el que se adapta a los cambios

Industria de la Defensa
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(Infodefensa.com) Por Enrique Navarro (*) - Durante años nos hemos esforzado en explicar de la forma más práctica posible porqué no es viable una política de Defensa para España con las continuas reducciones de presupuestos. Porqué la industria de Defensa necesita de programas nuevos para innovar y exportar. Porqué a pesar de las apariencias, el mundo es cada vez más inseguro. Porqué el gobierno se embarcó en unos programas billonarios en la seguridad de que no los podía pagar. Porqué el gobierno gastó billones de Euros, dinero de los contribuyentes en programas que se cancelan justo después de terminada la inversión o incluso antes. Porqué no es sostenible un ejército con casi 50.000 mandos, más o menos los mismos que había hace veinte años cuando las Fuerzas Armadas tenían el doble de tropa y marinería. Porqué es esencial mantener la moral de las fuerzas armadas ante los retos a la seguridad e integridad. Porqué ha sido importante para España su presencia en las misiones internacionales y por tanto que es necesario disponer de fuerzas armadas capaces. Porqué un país solidario en la seguridad colectiva es un país socio en el desarrollo económico y en la generación de empleo. Porqué la Unión Europea debe articular una política de defensa común con presupuesto unificado para inversiones e I+D o desaparecer y dar el protagonismo a la Alianza Atlántica. Porqué no ha sido bueno desnaturalizar a las fuerzas armadas tanto en su formación, como en su capacitación como en sus misiones. Todo este esfuerzo intelectual que incluso llegó a tener una Dirección General, la DIGENCUL, no podía tener peor nombre, ha sido en balde.

Nadie ha sido consciente, o no ha querido serlo, de estas realidades y se ha hecho todo lo posible para ahondar el problema. Ni la mayoría de la población quiere que se gaste en defensa, ni entiende a las fuerzas armadas; y lo peor es que el presidente del gobierno tampoco. Solo el ministro de Defensa parece como el llanero solitario, gestionando la crisis de la mejor manera posible pero sin el empuje y peso político para arrancar del gobierno nuevos proyectos o ideas renovadoras en el campo de la seguridad y defensa.

Los nuevos planes presentados para los próximos años inciden en lo mismo, reducir las capacidades, concentrar el esfuerzo en unas pocas unidades y confiar en que nunca sea necesaria una intervención a gran escala de nuestras fuerzas armadas. Todos los planes de las Fuerzas Armadas desde el plan META de mediados de los ochenta han consistido en lo mismo, reducir efectivos y capacidades. Pero quizás nos hemos empeñado como decía Darwin en cambiar la realidad en lugar de optar por un modelo evolucionista que es adaptarse al mundo tal como es y que no está en nuestras manos controlar. Obviamente esto pasa en primer lugar, por entender cuál es la nueva realidad a la que las fuerzas armadas deben adaptarse, para luego tomar las decisiones en la dirección correcta.

Existe en primer lugar una realidad económica. España ha hecho un gran sacrificio en estos años en políticas de gasto y el esfuerzo fiscal debe continuar. Pero además se aprobó una reforma constitucional que impide los déficits, de manera que en el futuro no habrá más recursos, sino menos para Defensa. Cuando las cuentas públicas se equilibren todavía habrá cuatro millones de parados y las políticas públicas se dirigirán al gasto social. El gobierno que no siga esta recomendación perderá las elecciones. En consecuencia planear una política de defensa sobre la base de un futuro incremento de recursos es irreal. El mejor escenario posible es su congelación en términos reales a los niveles de 2015, que todavía serán menores que en 2014.

De las deudas, o como quieran denominarlas, deberá el gobierno encargarse vía créditos extraordinarios, Estos gastos ni generan empleo ni tecnología, ya lo hicieron en el pasado, de manera que no cabe cargar esta deuda sobre el ministerio de Defensa, y esto al menos y no es poco, lo ha entendido el Gobierno.

La realidad geoestratégica también ha cambiado. España pierde peso en la esfera mundial y surgen nuevos y potentes actores, que además gastan en defensa mucho más que España. Turquía, Corea, India, Brasil, México, Indonesia, Nigeria, son países que van a adquirir mucho más peso en el corto plazo tanto en términos de capacidades diplomáticas como militares.

La realidad interna sin duda abunda en el problema. España no ha tenido una agresión militar desde 1808, no ha participado en ningún conflicto mundial de los últimos cien años; es parte de grandes alianzas militares y está en una Europa que ha terminado con sus viejas convulsiones. Solo guerras civiles han acompañado a nuestro devenir histórico y esta continuo enfrentamiento social y territorial que ha asolado nuestro país hasta 1975, ha generado una visión todavía negativa en amplias capas de la población sobre las fuerzas armadas. Nadie puede pensar en un partido político que haga campaña electoral a favor del gasto en defensa. Esto debe seguir haciéndose de tapadillo con oscuras maniobras presupuestarias. Los españoles no se van a sentir más inseguros si tenemos la mitad de aviones o barcos, pero si lo estarán si no tienen unas pensiones dignas o una sanidad de calidad.

Ante este entorno, caben a mi juicio tres escenarios.

Mantener las fuerzas armadas con capacidades virtuales. Lo que yo llamo el juego del balance militar. Miles de vehículos, fragatas, aviones de combate etc. pero que luego no funcionen, pero eso da igual. Unas fuerzas armadas de 120.000 efectivos que apenas tienen recursos para maniobras o capacitación ni para realizar sus operaciones básicas de vigilancia. O sea más de lo mismo. Seguramente sea la peor opción porque supone tirar todos los años miles de millones en unas fuerzas armadas que en unos pocos años serán una gran organización de personas uniformadas sin nada que hacer.

Concentrar los recursos y capacidades en un núcleo pequeño y mantener una estructura gigante expectante y sin recursos y sin entrenamiento, en la creencia que si hay un conflicto a gran escala estas tropas se podrán movilizar en un corto plazo de tiempo, ya que tiene disciplina y espíritu militar. El primer problema es determinar cuál es el núcleo básico y qué supone en términos económico. Por ejemplo, tener una fuerza operativa de 10.000 hombres con su apoyo logístico, naval y aéreo digamos al 100%, es inviable con el presupuesto global de todas las fuerzas armadas en 2014. Esto supone un total de 30.000 hombres con sus horas de vuelo, sus días en la mar; con todos los sistemas de vigilancia aérea en operación, con una capacidad de interdicción aérea eficiente, con reabastecimiento en vuelo, transporte aéreo y marítimo, capacidad anfibia etc. Para que esto sea realista debería dedicarse todo el presupuesto actual a este núcleo de fuerza operativa, y financiar el resto de la capacidad con un presupuesto adicional o separado. Con 6.000 millones de Euros esto no es realista. Renunciar a un sinfín de capacidades y misiones militares.

Reducir las fuerzas armadas a un total de 50.000 hombres con unos 20.000 mandos, determinar el núcleo de fuerza necesaria, eliminar carros de combate, la mayoría de los aviones de combate; cerrar el 80% de las instalaciones militares, etc. Esto permitiría disponer de una capacidad de hasta 5.000 hombres para misiones en el exterior, mucho más de lo que tenemos ahora. Disponer de un conjunto de unas 8 fragatas y cuatro submarinos; unos 60 aviones de combate y punto. Este modelo sería posible con el presupuesto actual, siempre y cuando todo el coste de reducción de efectivos y de cierre de unidades vaya contra una inversión extraordinaria y fuera de presupuesto. Reducir la nómina en unas 60.000 personas, de ellas unos 22.000 mandos, con la disminución de sus costes asociados, nos permitiría tener una fuerza militar similar a la de Holanda y Bélgica. No deberían ser nuestros referentes pero lamentablemente esta es la situación que tenemos.

Sobre la industria de defensa puede decirse lo mismo, en cualquiera de estos modelos es insostenible, de manera que habrá que dejar al mercado que tome las medidas de racionalización que estime necesarias. Las fusiones no son la solución; en Estados Unidos lo fueron porque el presupuesto de defensa se duplicó, pero en Europa no han tenido un gran éxito. El gobierno no debe dirigir la industria sino informarla con crudeza de la realidad que les espera. No crear sueños que a los ejecutivos de las empresas le hagan pensar en un futuro mejor. Nada mejor está por venir para la industria española de defensa y sobre este escenario deben adoptarse decisiones.

El mercado exterior de la Defensa no va a ser más positivo para nuestras empresas a medida que nosotros le damos menos importancia a nuestra seguridad. Los productos que hemos vendido en los últimos años han sido producto de programas cooperativos, la mayoría de los cuales ya se terminaron. Hoy en día los grandes compradores ya tienen sus capacidades industriales muy desarrolladas y compiten en los mercados abiertamente. En el nuevo entorno aconsejo a las grandes industrias ligadas a la defensa entrar en una política de ventas y compras; participando en grandes grupos, volcándose en los mercados civiles y nada de fusiones verticales que las harán menos competitivas. Indra, ITP, Sener, Airbus, tienen un amplio mercado que crecerá en los próximos años fuera de la seguridad. Las más ligadas a la defensa como Navantia, o Santa Bárbara deberán reducir sus capacidades a la mínima expresión en España, para disponer de capacidad de mantenimiento y modernización. No es creíble que España vaya a desarrollar en los próximos treinta años una nueva fragata, ni un submarino, ni un avión de combate ni de transporte, ni un carro de combate, de manera que mantener capacidades en base a un efecto ilusorio es absurdo y ruinoso.

El gobierno entra en su último año operativo, ya que 2015 será año electoral, y no cabe esperar de ese ejercicio decisiones que afecten al campo de la defensa y seguridad. Si el actual gobierno va a hacer algo con la Defensa deben hacerlo en este año. Si no toma medidas drásticas en 2014, el siguiente ejercicio operativo será 2017, y tres años más sin acciones ni decisiones supondrá la desaparición de capacidades y de ideales, ya será muy tarde.

(*) ENRIQUE MAVARRO es Consejero delegado de la consultora IC2 y analista

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