A vueltas con la política industrial de Defensa
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A vueltas con la política industrial de Defensa

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Se habla desde hace tiempo de un nuevo ciclo inversor. Y volvemos a hablar de la política industrial de Defensa. Cuando todavía estamos sufriendo las consecuencias de las decisiones estratégicas y de planificación de las adquisiciones de los pasados lustros, nos planteamos nuevas compras, aún sin haber resuelto como hacer frente a los pagos de los PEA (Programas Especiales de Armamento). Palabras y conceptos versus disponibilidades presupuestarias.

La política industrial de Defensa necesita dinero para ser ejecutada, no buenas palabras. Para ordenar la industria nacional de Defensa las autoridades del Ministerio necesitan presupuesto. Sin dinero, no se puede ejecutar una política industrial realista. No se le puede decir con palabras a cada industria lo que tiene o no tiene que hacer, en que productos o sistemas debe focalizar sus esfuerzos de desarrollo y a qué áreas técnicas deberían renunciar debido a que otras industrias nacionales ya poseen esas tecnologías. Las industrias son privadas y las decisiones de en qué mercados y tecnologías se entra o se deja de entrar está en manos de sus consejos de administración.

Las industrias nacionales bastante tienen, en muchos casos, con conservar las plantillas y mantener la rentabilidad de sus accionistas. Y este objetivo de supervivencia durante los últimos años se ha conseguido básicamente con el mercado de la exportación, ya que las inversiones en España han sido mínimas. Y en un mercado tan competitivo, quien más quien menos ha ido vendiendo fuera lo que ha podido (bastante difícil es vender compitiendo con los grandes del mundo de la Defensa como para hacer ascos a las oportunidades).

¿Qué ha pasado durante estos años? Que como el hambre aguza el ingenio han aparecido empresas nacionales que han vendido fuera centros de simulación, que han vendido fuera radares de vigilancia terrestres, que han vendido incluso buques militares y que no eran las grandes industrias que tradicionalmente habían suministrado estos sistemas en nuestro país. Adicionalmente, también han aparecido empresas nacionales que han vendido fuera morteros embarcados o estaciones de armas de diseño propio (sistemas que tradicionalmente siempre se habían importado). Y en la mayoría de los casos citados, esto ha sido conseguido por pymes (o digamos empresas 'no grandes') siguiendo un modelo atípico, sin haber vendido sistemas similares en España. Es decir, sin el apoyo tácito y explícito interno que supondría tener en funcionamiento en tus propias Fuerzas Armadas los citados sistemas. Doble éxito: vender fuera, que ya es difícil para empresas no multinacionales, y además, sin referencias internas.

Esta situación nos puede llevar a un nuevo modelo en el cual la política industrial de Defensa en nuestro país no sea pilotada por el ministerio si no que sea pilotada por el mercado (en el más amplio sentido de la palabra). Dicho por el sabio refranero español: el que más chifle, capador. La DGAM a rastras del mercado en una materia tan sensible como la Defensa. ¿Esa situación es la deseable? Desde mi punto de vista, no. Aunque para las mentalidades liberales y los defensores del culto al mercado, este modelo fuese apetecible, en un mercado tan global y tan específico como el de Defensa, creo que es un lujo que no nos deberíamos permitir. Diseminar esfuerzos de I+D y duplicar capacidades tecnológicas en nuestro mapa industrial no parece la solución.

En este punto, podemos volver a la pregunta inicial. ¿Cómo ordenar el panorama industrial? La respuesta es sencilla: con dinero. No nos equivoquemos. Además de directivas y libros blancos, se necesita dinero. Con dinero y con contratos es como se ordena el mercado. Y añado, también con sentido común. La mejor manera de declarar que cierta industria es quien debe liderar una tecnología específica es con inversiones continuadas y sostenidas en el tiempo, para lo cual se necesita el primer componente descrito, el dinero.

Pero también se necesita el segundo, el sentido común: tener claro lo que queremos hacer y donde queremos llegar. Hay que repartir los recursos entre todas las industrias nacionales que hayan demostrado capacidades tecnológicas en sus respectivas áreas de excelencia. Y hablo de las pymes, que hay muchas y con grandes capacidades en nuestro entramado industrial nacional. Y cuando hablo de Pymes me refiero no solo a las técnicamente pymes (menos de 50 empleados y 10 millones de euros de facturación anual para las 'pequeñas' y menos de 250 empleados y 50 millones anuales para las 'medianas') sino a todas aquellas industrias que nunca catalogaríamos como grandes y que aportan una buena parte de nuestra capacidad tecnológica en muchas áreas del mercado de Defensa.

Pero insisto, se necesita dinero. Sin dinero, la DGAM pierde fuerza frente a las industrias nacionales como ente que debe ordenar internamente las capacidades. ¿Por qué seguir las directrices de un Organismo que no avala con contratos sus políticas?Y en este contexto los accionistas de las industrias se pueden preguntar ¿Por qué preservar la “españolidad” de nuestras empresas? Durante estos últimos años son varios los ejemplos de descapitalización nacional de algunas industrias españolas de Defensa, mediante la toma de control de parte del accionariado por capital extranjero, dadas las dificultades económicas de muchas de ellas por falta de contratación interna. Seguirán siendo empresas españolas, con empleados españoles y que pagan impuestos en España, pero no nos engañemos, las decisiones estratégicas se tomarán fuera y en este escenario la política industrial del Ministerio de Defensa, pesará poco o nada. Solo pesarán los contratos.

Si miramos las grandes multinacionales americanas o por medirnos con lo más parecido a nosotros, las multinacionales europeas del mundo de la Defensa, sus capacidades tecnológicas se han desarrollado con fondos de sus propios países de origen. Con esas inversiones nacionales han desarrollado sistemas que han vendido inicialmente a sus propios ejércitos. Con la utilización en sus Fuerzas Armadas de dichos sistemas, se ha obtenido un feedback que ha propiciado que las siguientes versiones de esos productos sean mejores, más adaptadas a las necesidades de los usuarios y que también han vuelto a ser vendidas a los ejércitos propios obteniéndose un círculo virtuoso que hace que tras un período interino de duración limitada, el binomio industria/ejército disponga de un buen sistema final que tenga el marchamo que todo ejército quiere: producto maduro y fiable (Battle Proven a ser posible). Pues bien, contra todo eso lucha la industria nacional cuando compite contra un producto exterior.

La empresa extranjera tiene un bagaje histórico de inversiones continuadas de sus respectivos gobiernos y un aval operativo de su propio ejército mientras que la industria española aporta un desarrollo financiado con créditos propios en el caso de las pymes o un contrato inicial del Ministerio de Defensa, en el caso de las grandes. Pero en ambos casos, siempre con el hándicap de la falta de madurez o fiabilidad intrínseca al no haber dispuesto del período interino de mejoras, consecuencia de su utilización operativa a lo largo del tiempo. No debemos ser ingenuos en este aspecto: el mayor cliente de una gran multinacional que exporta a muchos países sigue siendo su país de origen y su cliente lanzador para la casi totalidad de sus nuevos productos sigue siendo su propio ejército.

La falta de continuidad en las inversiones de las autoridades industriales de Defensa hace que los productos inicialmente obtenidos con contratos financiados por DGAM no tengan el grado de madurez y fiabilidad necesarias para dejar satisfechos a las ramas operativas de los ejércitos, y a su vez, ese resultado es casi imposible de obtener sin la continuidad en las inversiones. Me viene a la memoria un artículo publicado recientemente en este mismo medio, y que suscribo 100%, por el capitán de navio Francisco de Paula Romero titulado Defensa y las tecnologías. Como se indica en la referida publicación ¿Cómo es posible llegar a ser grande y tener experiencia si no hay oportunidades? ¿Cómo es posible exportar si no hay referencias nacionales? Pues con todo, y aun así, hay empresas nacionales que han exportado sin referencias nacionales: Spain is different.

Se anuncia a bombo y platillo la voluntad política de ir aumentando los presupuestos de Defensa hasta llegar al 2% del PIB, en respuesta a las exigencias de nuestros aliados. ¡A ver si es verdad! En general, durante la crisis, las industrias españolas han hecho los deberes: han aguantado a base de exportar en condiciones muy difíciles. Ahora le toca el turno a la Administración. Aprovechemos esta oportunidad para que España no sea diferente. Hagamos las cosas bien y utilicemos las nuevas inversiones para hacer una política industrial semejante al resto de países de nuestro entorno: selección de capacidades tecnológicas, inversiones continuadas en el tiempo en industrias nacionales que dispongan de dichas tecnologías, realimentación con nuestras propias Fuerzas Armadas, disponibilidad de productos maduros y fiables y, finalmente, exportación de estos productos. Lo demás, es empezar la casa por el tejado.



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