Venezuela, en el camino de fortalecer su aviación de combate
EDICIÓN
| INFODRON | INFOESPACIAL | MUNDOMILITAR | TV
Perspectivas >

Venezuela, en el camino de fortalecer su aviación de combate

|

Desde finales de la década de los años 40, la Fuerza Aérea Venezolana comenzó a posicionarse entre las primeras de la región. En diciembre de 1949 recibió los primeros cazas DH Vampire convirtiéndose en la segunda fuerza aérea latinoamericana, detrás de la argentina, en contar con aviones a reacción.

A comienzos de1953 incorporó seis bombarderos Canberra, la segunda del mundo en emplearlos después de la Royal Air Force, a los que les siguieron 24 más en el transcurso de los años y que constituyeron su principal elemento de disuasión estratégica por décadas. En esa década se dotó también de cazas North American F-86F Sabre y DH Venom.

La última adquisición de cazas subsónicos la realizó la Fuerza Aérea Venezolana a mediados de los sesenta, fueron 74 interceptores Fiat/Nort American F-86K Sabre, excedentes de la Luftwaffe y en su mayoría sin uso, pero no todos entraron en servicio.

La era supersónica

Al inicio de la nueva década, Venezuela, por razones geopolíticas, se vio en la necesidad de renovar su inventario bélico. En cuanto a la aviación de combate, acudió a Estados Unidos para solicitarle la venta de 32 McDonnell Douglas F-4 Phantom II, para entonces, uno de los cazas más avanzados del mundo. Washington negó la petición alegando requerimientos propios por la guerra de Vietnam. Ante tal circunstancia, en 1971 se negociaron en Canadá 20 Canadair/Northrop CF-A/D Freedom Fighter (versión canadiense del F-5 norteamericano) nuevos y de segunda mano, y a los que le siguieron, poco tiempo después, 15 Dassault Mirage 3/5 adquiridos en Francia.

Esos nuevos cazas supersónicos fueron complementados con 24 Rockwell T-2D Buckeye, para entrenamiento avanzado de los pilotos de combate. Además, se adquirieron, también de fábrica, 15 aviones de apoyo táctico Rockwell OV-1E Bronco.

Nuevas amenazas se vislumbraron a comienzos de los años ochenta. Reclamaciones territoriales y planes expansionistas de países vecinos, como también de la extinta Unión Soviética, a través de Cuba, en Centroamérica y Granada. Eran tiempos de la Guerra Fría. En ese contexto, Venezuela recurrió a Washington nuevamente para solicitarle aviones de combate y está vez, la Administración Reagan, rompiendo el precedente de no venderle armamento avanzado a los países latinoamericanos, aprobó el suministro de 24 cazas nuevos Lockheed Martin F-16A/B Block 15 Figthing Falcon que comenzaron a recibirse a partir de 1983.

De esa manera, contando con cazas de cuarta generación F-16A/B, la Fuerza Aérea Venezolana, mantuvo una supremacía tecnológica en la región por veinte años, hasta que la Fuerza Aérea de Chile adquirió, en 2002, diez unidades del modelo más avanzado F-16C/E Block 52.

Rompimiento con Estados Unidos

En los años noventa el esfuerzo se centró en actualizar y completar los inventarios existentes. En ese orden, se procedió a transformar los Mirage 3/5 a la versión Mirage 50 y modernizar los CF-5A/B. Además, se adquirieron aviones Mirage 50, NF-50A/B y OV-10A, la mayoría de segunda mano, para completar las flotas de esos modelos.

A comienzos del primer lustro del siglo XXI, se planteó la necesidad de reemplazar parte de la aviación de combate. Para entonces, el difunto presidente Hugo Chávez había iniciado el distanciamiento con Estados Unidos, que en el ámbito militar culminó con un rompimiento definitivo en 2005.

En esas fechas, Washington impuso un veto a la transferencia de material y tecnología militar estadounidense a Venezuela, al que se adhirieron otros países. Esta medida incidió severamente en la operatividad de la mayoría de los equipos de procedencia norteamericana, en servicio con la Fuerza Armada Nacional venezolana. Respecto a la aviación de combate, se vieron afectados los cazas CF-5 y F-16, así como los aviones de apoyo táctico OV-10A/E por la carencia de partes y repuestos. Además, se paralizó el proceso de modernización de los F-16 al retirarse, por presiones norteamericanas, las empresas belgas e israelíes contratadas para tal fin.

Nuevos aliados estratégicos

Chávez, por su parte, estaba concertando alianzas estratégicas con países cuyos gobiernos tenían una afinidad ideológica o intereses geopolíticos comunes, como era el caso de Rusia y China. Con Moscú firmó un convenio de cooperación técnico-militar en mayo de 2001. En ese mismo año, dos cazas MiG-29 fueron enviados a Venezuela para ser evaluados, pero fueron descartados, aparentemente, al ser “superados”, en la simulación de un combate aéreo, por los F-16 de la Fuerza Aérea Venezolana.

En julio de 2006, se concretó la adquisición de 24 cazas Sukhoi Su-30MK2 que se recibieron a partir de noviembre siguiente. Con los nuevos aviones se creó un nuevo grupo de Caza y se reemplazaron los Mirage 50. Una vez más la Fuerza Aérea Venezolana, ahora denominada Aviación Miliar Bolivariana, estaba en una posición de vanguardia.

Asignaturas pendientes

Para completar la dotación de los dos grupos de Caza que operan el Su-30MK2, se anunció en su momento la compra de 12 unidades adicionales, pero a la fecha eso no se ha concretado. Pero la prioridad se centra en el reemplazo de los F-16, para lo cual la Aviación Militar ha considerado varios modelos. En 2006, tan pronto se concretó la negociación de los Su-30MK2, las autoridades venezolanas expresaron su interés por el Su-35, caza multipropósito cuarta generación ++ (o `cuarta generación plus plus´), y seis años más tarde, en junio de 2012, se formalizó ante el gobierno ruso una solicitud para adquirirlo. También se ha conversado sobre el Chengdu J-10, que, aparentemente, el fabricante chino no ha estado dispuesto a vendérselo a Venezuela, y el Dassault Rafale.

Otras de las necesidades imperiosas es la de un avión de ataque ligero, que a su vez sirva para interceptar a las pequeñas aeronaves empleadas por el narcotráfico. Cabe recordar, que en 2005 Venezuela negoció la compra de hasta 36 Embraer EMB-314 Super Tucano, operación que fue vetada por Estados Unidos por tener esos aparatos, de fabricación brasileña, componentes norteamericanos. Y es que desde el retiro de los Bronco, la Aviación Militar venezolana viene careciendo de aviones de esas características, aunque se emplean para esos fines, con las limitaciones del caso, los Hongdu K-8W Karakorum.

Para tener una aviación de combate bien estructurada, hay que contar con aviones de control y alerta temprana (AEW&C) y aviones cisternas. En el primer caso, desde 1982 se han barajeado varios modelos, que van desde el Grumman E-2 Hawkeye hasta el ruso Beriev A-50 (derivado del Ilyushin Il-76), incluso, junto con los Super Tucano, se negoció la compra de hasta cuatro Embraer R-99A, pero por las mismas razones fueron negados. Respecto a los cisternas, tras la desincorporación de los dos Boeing 707-320C, la Aviación Militar venezolana carece de plataformas aéreas para el reabastecimiento en vuelo de aeronaves. Años atrás se contempló la compra de dos Ilyushin Il-78M, pero se desconoce el estado actual del proyecto.

Ahora bien, a mediados de octubre, se anunció la compra de aviones supersónicos de entrenamiento avanzado y ataque ligero, Hongdu L-15 Falcon, una herramienta fundamental para la formación de los pilotos de combate y de la que carece desde el retiro, hace varios años, de los cazas biplaza CF-5D que estaban cumpliendo esta función. Días después, se comunicó sobre el inicio de las negociones para la adquisición de doce aviones Sukhoi, que si bien no se precisó el modelo, aparentemente se trata del Su-35.

Ambos anuncios revelan que la Aviación Militar venezolana está en la disposición de recuperar todas sus capacidades y convertirse, nuevamente, en una fuerza aérea bien balanceada.



Los comentarios deberán atenerse a las normas de participación. Su incumplimiento podrá ser motivo de expulsión.

Recomendamos


Lo más visto