El reparto de participaciones en torno al Futuro Sistema de Combate Aéreo (FCAS) no está tan cerrado como quedó suscrito negro sobre blanco en el acuerdo de los tres países comprometidos a partes iguales en su desarrollo: Francia, Alemania y España. París quiere incrementar su implicación en el Avión de Combate de Nueva Generación (NGF), núcleo del proyecto, hasta hacerse con el 80%. El consejero delegado del fabricante francés Dassault Aviation, Eric Trappier, lleva tiempo esgrimiendo que su empresa tiene la capacidad de enfrentar el proyecto del futuro avión en solitario, por la experiencia que cuenta en el sector, por encima de sus socios alemanes y españoles, y reclama un mayor protagonismo en el NGF, lo que rompe el reparto inicialmente asignado de cuotas.
Las autoridades francesas apoyan a Trappier en estas reclamaciones, de acuerdo a la información recogida por el portal alemán Hartpunkt, en la que recoge que el Ministerio de Defensa de Berlín ya ha sido informado por Francia de la aspiración de ésta de lograr una participación del 80% en el NGF.
Las pretensiones francesas de liderar esta parte clave del programa ya llevó hace unos años a paralizarlo durante meses, en el marco de un complicado reparto de papeles sobre todo con Airbus, que lidera la parte industrial por parte de Alemania (por España la encabeza Indra). Ese parón, que aparentemente concluyó en diciembre de 2022 con la renovación del acuerdo, llevó a atrasar hasta 2040 la expectativa de contar con el futuro sistema operativo.
Solución propia
El pretendido protagonismo francés no ha dejado de incomodar desde entonces a sus otros dos socios del programa FCAS. París da periódicamente señales de que es capaz de buscar su propia solución de sexta generación, sin compartirla con ningún otro país, como quedó patente en 2023 cuando se presentó el plan de modernización del caza Rafale, que en el futuro podrá operar con la aeronave no tripulada Neuron, de modo que Francia obtendrá una década antes, en torno a 2030, capacidades muy similares a las previstas en el FCAS.
Con esta baza, Dassault avala su pretensión de liderar el pilar del programa centrado en el NGF, en una aspiración a la que el Gobierno del país le apoya, de acuerdo con la información revelada por el citado medio, que cita “fuentes bien informadas”.
Industria alemana en peligro
De momento, el arranque de la próxima Fase 2 del programa se está viendo afectada por estas disputas dentro del consorcio FCAS. Si Francia lograse controlar una cuota tan alta como la que propone del FCAS, la industria alemana acabaría abocada a su fin a largo plazo. De ahí que el ponente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) para la Fuerza Aérea y el FCAS en la Comisión de Defensa del Parlamento del país, Christoph Schmid, arguya que no es posible aceptar semejante reparto. El político del partido cuyo apoyo permite al democristiano Frierich Merz gobernar Alemania cree que continuar con un programa con semejante protagonismo francés equivaldría prácticamente a financiar un proyecto francés con fondos alemanes.
El FCAS está liderado por las compañías Airbus, como principal socio industrial de Alemania en el proyecto; Dassault Aviation, por parte de Francia, e Indra, por el lado español. En un segundo nivel también están implicados los proveedores de motores Safran, de Francia; MTU Aero, de Alemania, e ITP Aero, de España, y las compañías de electrónica y sensores Thales (Francia), y Hensoldt (Alemania) y la misilística MBDA, propiedad de la británica BAE Systems, la franco-germana, y en menor medida española, Airbus, y la italiana Leonardo.
Cambio de estrategia
El pasado mayo, el responsable de Air Power, la unidad encargada de los aviones militares en Airbus Defence and Space, Jean-Brice Dumont, ha destacado la necesidad de un replanteamiento en el FCAS para no quedar fuera de juego en un momento de notables avances en este ámbito. La fecha de 2040 prevista para que el sistema esté listo resulta demasiado atrasada, a su juicio, de modo que propone un cierto cambio de estrategia que implique comenzar a integrar ya sistemas colaborativos en los aviones de combate europeos actuales, como los Eurofighter y Rafale. De este modo se trata de suplir carencias que se producirán ante el imparable avance tecnológico si se espera a tener listo el proyecto dentro de quince años. Las disputas en torno al reparto de protagonismos en la parte del NGF del proyecto no parece que vayan a impulsar estas nuevas aspiraciones.