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La noticia relacionada con el envío de una carta desde la UE a 13 de sus miembros recordando la necesidad de aplicar la directiva 2009/81 coincide con la difusión de los resultados de la cumbre franco-británica de Amiens celebrada en los primeros días de marzo. Dos noticias que, aparentemente, no están relacionadas, pero que, a lo mejor, no están tan alejadas.

Vayamos por partes. ¿Quién es el verdadero destinatario de la carta de la Unión? A esta pregunta se puede responder en dos sentidos: ¿Qué países? ¿Qué sectores industriales? Conocidos son el contenido de la directiva y el interés de la UE en que su aplicación se lleve a término, y su filosofía no debe extrañar desde una perspectiva comunitaria. Entre sus destinatarios se incluyen los “grandes” de la defensa europea y alguno de los “pequeños”, a los que se dirigen dos mensajes diferentes. A los grandes se les acusa, al parecer, de “proteccionismo” hacia sus industrias, y a los pequeños, de requerir “compensaciones” (offsets). Pero el mensaje es ciertamente contradictorio. Mientras que a Italia se le recuerda que la gestión de grandes programas vía OCCAR no puede utilizarse como “puerta trasera” para evitar la competición, se cita como ejemplo a seguir el proceso competitivo abierto en Alemania para la adquisición de fragatas, aunque se plantean dudas en este caso sobre el resultado de la adjudicación. Por su parte, Francia recibe una llamada de atención en relación con el programa Scorpion, que ha servido para favorecer la fusión de Nexter con KMW.

Desde el punto de vista de sectores industriales, aunque la carta pudiera hacer mención a algunos programas aeronáuticos, principalmente cita a proyectos relacionados con los sectores terrestre y naval. En ambos sectores se viene reclamando desde diferentes ámbitos una racionalización a nivel europeo. En ambos, también, se han abierto en España proyectos de inversión cuya importancia es significativa para nuestros intereses, tanto operativos como industriales. No se conoce el contenido explícito de la carta dirigida a España pero no sería descabellado pensar que pudiera hacer alguna referencia a las recientes decisiones españolas en futuros programas.

Por otra parte, la declaración bilateral franco-británica de Amiens parte de la determinación de los dos países de hacer frente a los desafíos de seguridad de forma común, con una mención muy clara de que el presupuesto de ambos representa casi la mitad de todos los presupuestos de defensa europeos. Esto último no debe perderse de vista.

La declaración recuerda los tres pilares sobre los que se estableció la colaboración bilateral tras los acuerdos de Lancaster House: asuntos operativos, desarrollo de capacidades y capacidad nuclear.

Las capacidades nucleares francesa y británica, originadas con planteamientos diferentes hace ya casi 60 años, están convergiendo y, lejos de ser una herencia obsoleta, se plantea su utilidad en las nuevas condiciones de seguridad internacional.

En el plano de cooperación operativa, la declaración de la cumbre parte de la consideración de la amenaza común, con el recuerdo de los ataques sufridos por Francia durante 2015, y la voluntad y el compromiso de ambos países de responder de forma determinada y conjunta a tales acciones. Se hace una referencia muy clara a que las dos naciones “dedican una parte sustancial de su bienestar nacional a inversiones en defensa para cumplir sus responsabilidades”. Algo que no todos los países pueden decir.

En cuanto a desarrollo de capacidades (equipamiento de defensa) se mencionan diferentes proyectos colaborativos en sistemas y programas concretos que están respaldados por un importante esfuerzo económico. Aunque la declaración no lo menciona expresamente, dicho esfuerzo se plantea en términos de fortalecimiento de las industrias domésticas.

La declaración por tanto parte de la voluntad política para combatir las nuevas amenazas, traducida en una mayor implicación militar en operaciones en el exterior y respaldada por un esfuerzo inversor que prioriza a la defensa sobre otras necesidades públicas. Parece lógico pensar que ese esfuerzo personal y económico deba repercutir en el bienestar de los franceses y británicos.

No nos parece por tanto que los destinatarios de la carta sean aquellos países que está realizando un esfuerzo importante para contribuir a la seguridad internacional con planteamientos estratégicos globales respaldados por fuertes inversiones. Tampoco parece muy creíble que la llamada de atención de la Unión se dirija a Alemania, que sigue siendo su motor económico.

Entonces ¿a qué países se dirige la carta? A lo mejor a aquellos que tratan de evitar la aplicación de la directiva comunitaria pero sin mostrar disposición a incrementar su esfuerzo, militar y económico, para combatir las amenazas a la seguridad común.



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