​Tres empresas y el INTA diseñan un muro amortiguador de explosiones para proteger bases de atentados

La Subdirección de Sistemas Terrestres del INTA, situada en el complejo de La Marañosa (Madrid), ha acogido recientemente los ensayos de la primera fase de un interesante proyecto que persigue el desarrollo de un muro con un sistema de amortiguación en su interior para proteger a las bases y reducir a la vez los efectos de explosiones cercanas como las producidas en un atentado con coche bomba.

El proyecto, conocido como Madex (Muro Amortiguador de Explosiones), está liderado por un consorcio formado por las empresas Fhecor, Ruesma e Inge con la colaboración del Departamento de Ingeniería de Materiales de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de la UPM y el Departamento de Sistemas de Armas y Balística (DSAB) del INTA, como organismos públicos para el asesoramiento técnico y desarrollo de las pruebas de campo.

La iniciativa está subvencionada además por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI). El objetivo es, como detalla el INTA, “el diseño, desarrollo y validación a escala real de un sistema de amortiguación de explosiones que permita proteger muros ante atentados repetidos con explosivos”. Durante las pruebas en las instalaciones del Área de Balística de Efectos y Detónica del DSAB se produjo una batería de detonaciones de distintas masas explosivas en las proximidades de dos muros de hormigón, uno con un sistema de amortiguación y otro sin él.

“Además de probar con un ensayo real la solución adoptada para proteger muros de contención, han servido como oportunidad para validar modelos numéricos sobre la fenomenología que implica la detonación de una carga explosiva, para evaluar el comportamiento estructural de la solución adoptada y para probar nuevas técnicas de registro que se puedan emplear en este tipo de ensayos”, explica el órgano de investigación del Ministerio de Defensa.

Segunda fase

El proyecto tiene prevista una segunda fase de pruebas tras el análisis de los resultados (registros, modelos numéricos, etc.), la evaluación del comportamiento estructural de la solución adoptada y la incorporación de las modificaciones necesarias al diseño del sistema de amortiguación y la configuración de las pruebas. El objetivo en esta segunda fase es obtener “el desarrollo óptimo de desempeño del sistema”, apunta el INTA.