El primer ministro Mark Carney ha recordado recientemente que su obligación es proteger a los canadienses y no satisfacer criterios contables. Keir Starmer, en la primera frase de su introducción a la recién publicada revisión de defensa estratégica del Reino Unido, afirma que su principal obligación es mantener seguro al pueblo británico. Parece que los anglosajones lo tienen claro. Pueden haber perdido la vista, pero mantienen la mirada puesta en lo fundamental.
Otros parecen más preocupados por cubrir el expediente y luego ya veremos. Después de muchos años sin hacer los deberes quieren correr justo antes del examen para conseguir al menos un cinco. El debate sobre el fortalecimiento de la defensa no puede girar exclusivamente en torno a una cifra.
Parece que estamos en un periodo de abundancia que posiblemente sea difícil de gestionar, como recientemente ha afirmado alguna autoridad. El Banco de España, en su informe de proyecciones macroeconómicas publicado el 10 de junio, trata con profusión el tema de la defensa y especialmente el llamado Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa, del que el Consejo de Ministros “tomó conocimiento” el 22 de abril. Un plan de 10.471 millones de euros que llevaría, en el caso de materializarse, el presupuesto de defensa de 2025 a un total de 33.123 millones, equivalente al 2% del PIB según lo que se ha presentado. En valor absoluto casi el doble que el presupuesto consolidado de 2024, que según fuentes oficiales fue de 17.523 millones. Sobre el papel cumplimos los deberes. Otra cosa es la ejecución del gasto.
Desde la notificación del Plan se ha aprobado una reprogramación que lleva las previsiones de inversión en programas hasta los 39.067 millones entre 2026 y 2037. Una cifra a la que habrá que sumar el techo para 12 programas por un total de 15.635 millones, autorizado el 10 de junio. Así, en los próximos 12 años, el presupuesto de defensa deberá contemplar estos compromisos que suman casi 55.000 millones. Un promedio de gasto estimado en unos 4.500 millones al año.
Si estas previsiones se materializan y se acompañan por presupuestos estables que permitan asumirlas, estamos ante un futuro esperanzador. La recuperación de la demanda interna es una larga aspiración tanto de las Fuerzas Armadas como de la industria. Sin embargo, como el Banco de España señala, basar el crecimiento exclusivamente sobre esa demanda interna tiene sus riesgos. Sobre todo, si no está suficientemente garantizada y si el impulso en el exterior puede estar perdiendo fuerza. Ya tenemos experiencia del impacto de la “deuda” sobre otras necesidades cuando vienen las estrecheces. De cara al exterior, según datos oficiales, el saldo de balanza comercial de defensa en 2023 habría sido negativo y el peso de las exportaciones españolas en programas cooperativos se ha reducido considerablemente desde 2019.
“Antes teníamos qué comprar, pero no teníamos dinero y ahora tenemos dinero y no tenemos qué comprar”. Una frase que demuestra que la financiación es importante pero que no es suficiente. No se trata solo de dinero. Hay que ver otras cosas. La mayor parte de los analistas están recomendando que las previsiones de aumento de la inversión vengan acompañadas de otras medidas, tanto en Europa como en España.
La primera es que hay que “asegurar el dinero”. Una idea sobre la que incide un reciente informe de Allianz que, además, recomienda estabilizar la inversión. Una segunda gran recomendación es la necesidad de construir una base industrial sólida y amplia, como un elemento básico para la defensa, que contribuya a reducir dependencias no deseables. Las relaciones con tecnólogos extranjeros, que serán inevitables, deben evaluarse cuidadosamente velando siempre por los propios intereses y sin que decisiones políticas coyunturales puedan afectar a nuestra seguridad. A nivel industria, el debate estaría en si la excesiva concentración no produce monopolios, que convierten a las Fuerzas Armadas en clientes cautivos de determinados actores que imponen soluciones operativas por criterios particulares, por muy loables que sean.
Pero, sobre todo, se trata de que haya una dirección institucional fuerte, con objetivos claros y no fijados a corto plazo por razones coyunturales o de oportunidad y que vele porque los dineros, sean cuantos sean, se utilicen para su objetivo fundamental que es mejorar nuestra defensa. Como nos recuerda La Maravillosa Orquesta del Alcohol en su canción 1932: se puede perder la vista, pero nunca la mirada.