Las cumbres de la Alianza Atlántica tienen una liturgia especial que genera grandes expectativas en la Defensa y la Seguridad, en el ámbito diplomático y militar, en la política internacional y también en su dimensión social, a través de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN y las asociaciones atlánticas de la sociedad civil en diferentes países.
La OTAN, hay que recordarlo, es una alianza política y militar creada en 1949, hace más de 75 años, la mayor alianza defensiva del mundo constituida por 32 países, los aliados, con la voluntad de garantizar la seguridad de 1.000 millones de ciudadanos en la región euroatlántica: Europa, Estados Unidos y Canadá. A ellos se unen 35 países de todo el mundo, con los que la OTAN mantiene relaciones de asociación, colaboración y cooperación y tres organizaciones internacionales: Naciones Unidas, la Unión Europea y la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa).
Los días 24 y 25 de junio se han dado cita en la Haya, capital de los Países Bajos, aliados y partners, en diferentes niveles de reunión y con un programa adicional de encuentros bilaterales.
Una cumbre que ha venido precedida de una expectación añadida por los recientes cambios producidos en dos figuras claves en la vida de la Alianza: el nuevo secretario general, el holandés Mark Rutte y el regreso del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el aliado con mayor peso en la OTAN. Ninguno de los dos ha decepcionado.
El nuevo aecretario general de la OTAN se ha mostrado absolutamente sumiso a las propuestas del presidente norteamericano y Donald Trump, por su parte, ha impuesto su criterio en el acuerdo más importante a decidir en la cumbre: aumentar el gasto anual en Defensa de cada aliado en relación al PIB, del 2% actual al 5% en el horizonte de 2035.
Hay que decir que Rutte ha sido sumiso pero eficaz, porque ha sabido lidiar con la reticencias de algunos de los países a los que no convencía el criterio del 5%, cuya mayor oposición, la única realmente frontal, ha sido la negativa de España defendida por el presidente Pedro Sánchez. En cualquier caso, el consenso formal y la firma de todos se ha logrado, matices y consideraciones aparte.
El 5% es un número que nadie ha podido explicar, incluido el propio Trump. Y ello nos lleva a una sola y esencial pregunta: ¿Este 5% del PIB en gasto en defensa de todos los países aliados de la OTAN nos haría ganar una guerra?. La respuesta es no, por sí mismo no. Y ese es el eje de la discusión que ha precedido la cumbre, pero al que la mayoría de los aliados han ido claudicando, por tres razones fundamentales.
La primera, para no enfadar al líder del país más esencial, Estados Unidos, temerosos los europeos que, ante el más mínimo contratiempo, Trump les dejara tirados en la reunión, como ya hay precedentes en el G7 y en la propia OTAN.
La segunda, porque el periodo temporal hasta 2035, es suficiente para que ocurran muchas cosas, entre ellas, que el propio impulsor de la propuesta, Trump, ya no esté activo. La tercera, porque la experiencia dice que un objetivo de esta naturaleza en OTAN, aprieta pero no ahoga.
Venimos de un gran objetivo de cumplimiento anterior, comprometido en 2014, de gasto en defensa del 2% en relación al PIB que, en la última estadística oficial disponible de 2024, cumplen todavía solo 23 de los 32 aliados, después de 10 años y sobrepasado el plazo.
De la racionalidad del punto de partida habla que al menos en 2014, tres países ya cumplían ese 2% como eran Estados Unidos, Grecia y Reino Unido. En la actualidad, ningún país gasta el 5 % de su PIB en defensa. Al menos en los datos más recientes, Polonia está en el 4,12%, Estonia en el 3,43%, Estados Unidos en el 3,38%, Letonia en el 3,15% y Grecia en el 3,08%. Es decir, que el propio país que lo propone, Estados Unidos, está muy lejos del objetivo propuesto.
Respecto a si el solo hecho de aumentar al 5% del PIB el gasto en Defensa garantizaría ganar una guerra, el no de la respuesta viene perfectamente explicado en la Declaracion 496. Llevando la disuasión y la defensa de la OTAN al siguiente nivel en la cumbre de la Haya, adoptada por el Plenario de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN en su sesión de primavera en Dayton, Estados Unidos, el lunes 26 de mayo de 2025.
En ella, a traves de 26 puntos y 32 letras, los parlamentarios designados de los países de la OTAN, realizan un detallado análisis del estado de situación y una petición a los jefes de Estado y de Gobierno para la cumbre de la Haya: en el ámbito de la estrategia de disuasión y defensa mejorada de OTAN a partir de las cumbres 2022, 2023 y 2024; de la necesidad de aumentar la cuota de responsabilidad de los países en la seguridad euroatlántica; de enfrentar operaciones híbridas, infraestructuras críticas, lucha contra el terrorismo; la importancia de una disuasión nuclear moderna, como piedra angular de la seguridad euroatlántica; la importancia de la resiliencia, las cadenas de suministro, el ciberespacio, la adopción de tecnologías innovadoras, la industria de la defensa, la interoperabilidad e intercambiabilidad, así como aumentar la cooperación con socios afines e impulsar la cooperación con la Unión Europea para cooperar estrechamente en materia de movilidad y logística militar, incluidos los suministros seguros para los militares. Es decir, además de gastar más, hay que gastar mejor y gastar como verdaderos aliados que han de interoperar, algo que la propia Unión Europea ya se ha marcado como objetivo.
Con toda esta complejidad de desafíos y necesidades de mejora a los que se enfrenta la OTAN, llama finalmente la atención la extrema concisión del comunicado de la cumbre de 2025, exactamente cinco puntos, la más corta de toda la historia de las cumbres de la OTAN. Sobre todo, cuando venimos de la cumbre de Washington de 2024, con 38 puntos y una garantía de seguridad para Ucrania en seis apartados; de la cumbre de Vilnius en 2023, que tuvo 90 puntos en su comunicado o los 22 puntos que abordó el comunicado final de la cumbre de Madrid en 2022. Hay que retrotraerse a la friolera de 50 años para encontrar otro comunicado tan breve, que fue en la cumbre de Bruselas de 1975 con siete puntos. Una única excepción ha sido la cumbre de Bruselas de 2005, en la que los líderes emitieron una declaración sin puntos (no en un punto único) para reafirmar su apoyo a la estabilidad en los Balcanes, Afganistán e Irak, comprometiéndose a fortalecer la asociación entre la OTAN y la Unión Europea. Aún así, esta declaración tuvo 545 palabras, mayor extensión que la actual de 2025 de solo 422 palabras.
Como dicen los expertos, el equilibrio entre concisión y exhaustividad es clave para que los comunicados sean efectivos, tanto dentro como fuera de la Alianza. Es decir, brevedad, en aras de la claridad y la importancia de los acuerdos tomados, pero con la suficiente extensión y explicación que evite ambigüedades o falsas interpretaciones.
Pero, ¿qué dice el comunicado de todo lo que se ha estado hablando en los preparativos de la cumbre, tanto en España, como en Estados Unidos o en el resto de países europeos y cómo interpretar el papel jugado por España?
Aunque extremadamente concisa y directa, la declaración de la cumbre de La Haya, emitida por los Jefes de Estado y de Gobierno de los 32 aliados, incluido Estados Unidos, reafirma el compromiso con la OTAN y con el vínculo trasatlántico y un compromiso férreo con la defensa colectiva, consagrado en el artículo 5 del Tratado de Washington. Reconoce a Rusia como una amenaza a largo plazo para la seguridad euroatlántica y la amenaza persistente del terrorismo. Asume el compromiso de los aliados de invertir anualmente el 5% del PIB en la Defensa, para garantizar fuerzas, capacidades, recursos, infraestructuras y resiliencia necesarias para las tres tareas principales de la OTAN, la disuasión y defensa colectiva, la prevención y gestión de crisis y la seguridad cooperativa. Por primera vez, los aliados aprueban dos categorías esenciales de inversión en defensa: al menos el 3,5% del PIB anual en gastos de defensa clásicos y el 1,5% del PIB anual para gastos en Seguridad, “entre otras cosas”, para protección de infraestructuras críticas, defensa de redes de comunicación, resiliencia civil, fortalecimiento de la innovación y de la base industrial de la defensa.
En relación a la cuestión crítica de seguir proporcionando o no apoyo a Ucrania, los aliados reafirman su compromiso con Ucrania, incluyendo las contribuciones directas de los países a Ucrania en el cálculo del gasto de defensa. La Declaración de 2025 finaliza con una mención específica a la cooperación industrial de la defensa transatlántica y el apoyo a tecnologías emergentes y la eliminación a las barreras al comercio de la defensa entre los aliados,
En resumen, mejor imposible, de no ser por las formas.
El verdadero progreso de los 32 aliados, 76 años, 35 cumbres y 9 conceptos estratégicos después del Tratado de Washington hubiera sido barrer la distinción entre europeos y norteamericanos en pro de un espíritu aliado común de seguridad euroatlántica. Aunque el resultado ha sido bueno; el pulso entre europeos y americanos, léase estadounidenses, se ha mantenido hasta el último minuto. En buena medida por el carácter impaciente e impredecible de Trump, pero también por las crecientes diferencias estratégicas.
Justamente al centrarse la preocupación de los aliados en evitar cualquier reacción imprevisible de Trump, ha resultado especialmente incómodo el empeño del presidente español Pedro Sanchez, en destacar la irracionalidad y arbitrariedad de proponer el 5% de gasto en Defensa, como núcleo principal de la Cumbre 2025. No ha ocurrido, pero hubiera podido hacer descarrilar el acuerdo y la propia OTAN, en una situación especialmente delicada en Europa con la guerra en Ucrania en curso. También en esto, la brecha entre la retórica y la acción se ha consumido en sí misma, al menos en sus consecuencias para la presencia norteamericana en Europa.
En definitiva, llegado el momento de la verdad, una vez más en este género de reuniones tan singular como son las cumbres, especialmente las de la OTAN, se ha cumplido el escenario más probable. Los 32 aliados de la OTAN están unidos frente a la amenaza común declarada de Rusia y frente al terrorismo y continúan unidos en su apoyo a Ucrania.
Se confirma la prioridad de aumentar el gasto y, por ello, el esfuerzo de los países para asegurar mayores capacidades defensivas para los mil millones de ciudadanos que viven bajo la protección de la OTAN.
La cumbre de la Haya de 2025 cierra un ciclo de la Alianza Atlántica de aumento del gasto en defensa en relación al PIB fijado en 2014, tras la anexión de Crimea por Rusia, para iniciar un nuevo ciclo de mayor ambición de la Alianza, como reacción frente a la guerra de agresión de Rusia en Ucrania.
Todos los aliados son plenamente conscientes de la necesidad de reforzar la disuasión y la preparación para contener la agresión rusa y la asertividad de China, en el contexto de un nuevo orden internacional más peligroso. Ahora, como democracias que son, tienen la responsabilidad de saber trasladarlo a sus ciudadanos. Una tarea que, en España, más alejada del flanco este, es especialmente urgente.