Los malabarismos contractuales y presupuestarios nunca fueron ajenos al mundo de la Defensa. Los créditos de Industria nacieron para financiar programas sin que impactaran en el presupuesto no financiero y no computará en déficit, no porque no hubiera dinero, que siempre hubo para otras muchas finalidades. Eran tiempos de sequía intelectual y España no tenía en el fondo ninguna preocupación inmediata de seguridad. Los programas se ocultaban así como las cifras reales de inversión por vergüenza, porque era impopular, decían.
España, como otros países, podía permitirse lanzar un nuevo submarino desde cero sin experiencia o adentrarse en programas industriales muy complejos como el Tigre o el A-400 M porque capacitarse técnicamente era muy importante y teníamos el tiempo. Las numerosas dificultades que tuvieron que afrontar son la muestra de la despreocupación latente por nuestra inseguridad en aquellos años y sin embargo, a pesar de todo, esos programas han sido fundamentales en la adquisición de capacidades industriales. Lo mejor que le ha ocurrido a la industria de defensa española han sido los programas especiales que desde el ministerio dirigido por Eduardo Serra se lanzaron en 1997. Siempre he pensado que un programa industrial de defensa sin dificultades tiene truco, si tiene demasiadas, también.
La Armada y el Ejército del Aire y del Espacio fueron rápidamente beneficiados de los Programas Especiales ya que el gobierno nunca consideró que el Ejército era un pilar prioritario de nuestra política de defensa, con Rusia a miles de kilómetros y un mar al sur. El envío de algunas unidades a misiones de imposición de paz con el material adquirido ad hoc era la única preocupación que estaba más relacionada con los intereses de nuestra política exterior. Mientras, nuestros costosos Eurofighter o nuestras ultramodernas fragatas extendían nuestro poder militar por el mundo protegiendo nuestro espacio aéreo y marítimo, suficiente para defender el territorio y nuestros intereses.
Durante décadas, la Armada y el Ejército del Aire han podido destinar increíbles plataformas a estas operaciones, mientras que el Ejército enviaba hombres a lugares donde los vehículos militares mostraban sus deficiencias, donde sufrían los atentados con explosivos improvisados o ataques directos, y se comparaban con ejércitos mucho mejor dotados. A pesar de eso, el sacrificio y el esfuerzo de nuestros hombre y mujeres del Ejército en operaciones peligrosas y complejas pudo mitigar el déficit de medios. Pero las guerras de siglo XXI no dependen solo del ardor guerrero, sino también y mucho de la tecnología y los equipos.
Apenas dos centenares de carros y unos cuatrocientos vehículos blindados de ruedas y cadenas han sido todo el activo recibido por el Ejército español en los últimos treinta años. Nuestros hombres y mujeres han debido desempeñar sus peligrosas misiones con medios inadecuados; algunos de los cuales más que proteger incrementaban el peligro y esto no debería haber ocurrido.
En 2009, el Ministerio de Defensa lanzaba el programa 8x8 y todavía no han empezado las entregas de producción, el programa Pizarro serie II iniciado en 2004 terminaba el año pasado, veinte años para entregar apenas dos centenares de vehículo y el VAC que iba a ser una solución de urgencia basado en el Ascod va camino de convertirse en otro enredo.
Quizás haya sido el torrente de recursos lo que ha transformado el escenario de nuestra industria. Ahora nos pasamos todos los días leyendo informaciones, panfletos, entrevistas y asistiendo a eventos diarios que colapsan la memoria colectiva, sobre los devenires de las empresas y de la Defensa. Que si una adquisición, que si un consejo, que si un enfrentamiento, que si he fichado a alguien de otro equipo. Estanos convirtiendo al mercado de la defensa en la Liga de Fútbol profesional, donde vivimos más de noticias publicadas que de hechos que requieren de mucho más tiempo para que sean maduros. Esto no había pasado antes. Apenas sabíamos quiénes dirigían las empresas o cómo eran sus acciones empresariales.
Pero como mi creencia en el libre mercado es infinita, no le corresponde a nadie más que a los accionistas de cada empresa decidir su estrategia industrial y los demás deben respetar esas decisiones, y el mercado dictará sentencia. Pero el mercado no es un conjunto de decisiones de autoridad aisladas de los procedimientos establecidos, los cuales debemos seguir para asegurar que el mercado no se dirige a restringir la competencia o a introducir criterios de distorsión o unfair play. Incluso en el mercado de defensa, la libertad y la competencia son elementos fundamentales.
El Gobierno de Zapatero ratificó, y no era yo de los que lo apoyaron, la Directiva Europea de Adquisiciones de Defensa, 2009/81/CE, que rige para toda Europa y que elimina de facto la excepción del artículo 346 del Tratado de la Unión y fomenta la libre circulación y competencia dentro del mercado europeo. Obviamente si su objetivo es fomentar la apertura del mercado de la industria de defensa europea, no parece lógico que sean razones de protección de la industria nacional las que aconsejen excluirse de este marco, como ha señalado la reiterada jurisprudencia europea. Si hasta Francia ha aceptado el FCAS y el Carro de Combate franco alemán, debemos estar dispuestos a un proceso de integración, colaboración europea y de competición abierta, sin miedo.
Mientras se discuten estas grandes operaciones de fusiones, alianzas, compras, fichajes, que tienen toda la legitimidad, nos olvidamos del principio, del germen y del destino de una industria que se nutre de los impuestos y cuyos contratos se deben ganan en los concursos y no en los despachos, donde se obvia la competencia que es la gran arma que tiene el Ejército para elegir los mejores medios. Es labor de la industria y del gobierno garantizar que esos mejores medios se diseñan, se fabrican y se sostienen en España con tecnología soberana. Pero, si hay conflicto, antes que la industria están los intereses de las Fuerzas Armadas.
Mientras autoridades y empresas deciden cuál es el equipamiento de las Fuerzas Armadas que más se adecúa a sus intereses, nuestros hombres y mujeres siguen en M-113 de la guerra de Vietnam y en BMR de los años setenta. Usted, ejecutivo o ingeniero del sector o autoridad administrativa ¿permitiría que su hijo se montara en un vehículo de estas condiciones?. Y nuestros soldados lo hacen con disciplina pero mascullando en silencio qué delito han cometido para tener que defender a España en condiciones paupérrimas. Pero no solo son los vehículos, ¿cómo fortalecer a un ejército cuando se soslaya lo militar, sus valores y su capacidad de combate?. Los ejércitos deben garantizar la paz y ganar las batallas infligiendo el mayor daño posible al enemigo, esto es lo que necesitamos y para esto debemos prepararnos, aunque suene horrible para la generación de cristal.
Tenemos que proteger nuestro territorio con defensa antiaérea, moderna y nueva y no con sistemas de hace cuarenta años, como poco, o comprados en el mercado de segunda mano como hace Ucrania; necesitamos proteger nuestra costa sur con un potente sistema de artillería de costa rescatando el viejo programa Mallorca con misiles y sobre todo, necesitamos potencia de fuego en el campo de batalla, cuanto más, mejor, y reemplazar de una vez los Autopropulsados de la ayuda norteamericana fabricados hace sesenta años y que el general Cuartero Larrea nos mostraba en su programa semanal a comienzos de los años setenta, así estaremos más seguros de la paz y de la victoria.
Queremos competir en Europa pero aquí no entra nadie que no haya pasado por el arco del triunfo hispánico, es decir pretendemos copiar a Francia sin tener a Dassault, Thales o Airbus. Algunos pesebristas se alegrarán de esta autarquía, pero como ya la vivimos en el pasado, sabemos que el resultado es el mismo: menos competitividad, menos gigante, más despilfarro y fuerzas armadas depauperadas. El plan tecnológico lanzado por el gobierno debe ser también, y con carácter subsidiario, el instrumento de capacitación de nuestra industria para los sistemas y tecnologías del siglo XXI, tal como están haciendo Francia o Reino Unido con estas masivas inversiones.
Ahora, cuando vemos a las divisiones rusas avanzar por Europa y lanzan sus drones y misiles, nos hemos acordado del Ejército; cuando observamos maniobras contra nuestra soberanía e intereses en el sur, recurrimos al Ejército, pero ¿estamos dándoles los medios y la prioridad que merecen en tiempo y forma? Cuando se vaya a definir una estructura industrial o una acción empresarial, siempre debemos plantearnos si esto es mejor o peor para el usuario. Este filtro es el único que debería guiarnos porque, no solo será lo mejor para nuestro Ejército, sino también para nuestra industria, que debe mirar fuera, al exterior, a Europa, y para eso las aventuras domésticas y domesticadas son escasamente útiles.
La manera de avanzar en nuestra modernización es muy simple: necesidad conduce a pliegos, estos a invitación al mercado, presentación de productos reales, -los mejores porque nuestros hombres y mujeres tendrán en frente a personal preparado y dotado-, evaluación técnica, económica e industrial objetivas y decisión, y luego a hacer cumplir lo contratado. Como dicen los ingleses as simple as that.
Nuestro glorioso Ejército ha sido ejemplar, su historia se compara con las mejores, sus capacidades técnicas y humanas no tienen rival, así que nadie desde la barrera puede decidir cómo debemos ir a la guerra, porque perderemos el dinero, la moral y seguramente la guerra.
La industria española de defensa se encuentra entre las diez más capacitadas del mundo. Dispone de plataformistas y sistemistas en una enorme panoplia de capacidades. Acumula un talento, insuficiente pero enorme, así que solo necesita una dirección clara, una competencia real, sin miedo, y certidumbre ; entonces dará con total seguridad la respuesta que se espera de ella, con la premura y prioridad que el Ejército requiere.