Occidente: ¿indecisión política, prudencia estratégica o multilateralismo ineficaz
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Occidente: ¿indecisión política, prudencia estratégica o multilateralismo ineficaz

Fotos Ejército Colombiano
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(Infodefensa.com) Por Rafael Calduch – Desde que estallaron las rebeliones árabes en 2011, tanto Estados Unidos como la Unión Europea vienen demostrando una creciente incapacidad para reconocer la gravedad de los conflictos internacionales que amenazan directamente a su seguridad, tanto nacional como colectiva.

La primera señal fue la decisión norteamericana de retirar su apoyo militar a la operación internacional en Libia, articulada y liderada por Francia y el Reino Unido. El 11 de Septiembre de 2012, el Consulado norteamericano en Bengasi sufrió un grave ataque de las milicias islamistas en el que murió el Embajador Christopher Stevens. Este suceso evidenciaba lo que ya en nuestros días todos los gobiernos occidentales han constatado, que la intervención internacional en Libia contra el régimen de Gadafi, lejos de consolidar la situación política del país abrió la puerta a la guerra civil entre los diversos clanes y a la intervención de grupos armados yihadistas procedentes de sus bases en el Sahel.

Ante el desencadenamiento de la guerra civil en Siria, tanto Washington como Bruselas dedicaron sus esfuerzos a la ayuda humanitaria y a establecer un proceso de solución diplomática sin tan siquiera tener claro quienes debían participar. Mientras en las cancillerías occidentales se dirimía a qué grupos insurgentes debían apoyar, Rusia, Hezbollah e Irán aportaban su decisiva ayuda militar al régimen de Bacher al Asad.

El punto crítico sobrevino con la necesidad de dar una respuesta al uso de armas químicas contra la población civil por parte del régimen sirio. El presidente Obama lanzó un ultimátum al Presidente Asad para obligar al desarme químico, pero cuando recabó la colaboración de sus principales aliados únicamente Francia acudió a la llamada.

Resulta irónico que quien facilitó una salida airosa a la Administración norteamericana fue el gobierno de Putin, demostrando con ello la coincidencia de intereses estratégicos entre Rusia y Estados Unidos en evitar una futura Siria militarmente fuerte y con armas de destrucción masiva. Obviamente Moscú evaluó con gran realismo las debilidades políticas y estratégicas que se apreciaban tanto en la potencia americana como en sus aliados europeos.

Paralelamente, en Mali fue la intervención militar de Francia en 2013, con el apoyo de España y de los países de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), la que evitó que este país se convirtiese en un nuevo enclave del terrorismo yihadista a las puertas de Europa.

El siguiente escenario de conflicto fue propiciado por la Unión Europea, con el apoyo diplomático de Washington, al contribuir a la inestabilidad política y la confrontación socio-cultural en Ucrania mediante su ayuda abierta y poco sensata a los grupos radicales del Maidán junto con su pasividad ante el derrocamiento del Presidente Yanukovich.

Con semejante política de injerencia en Ucrania las potencias occidentales facilitaron la intervención encubierta de Rusia, que no dudó en aprovechar la oportunidad para anexionarse definitivamente la península de Crimea y con ello liberarse de la dependencia estratégica que había mantenido durante más de dos décadas de las autoridades de Kiev.

La incapacidad política y estratégica de Washington y Bruselas para prevenir primero y enfrentar más tarde los sucesos de Ucrania, ha contribuido a alimentar las demandas de los grupos rebeldes secesionistas de las regiones orientales y la escala a la guerra civil. A estas alturas del conflicto bélico resulta estéril denunciar las responsabilidades rusas y omitir al mismo tiempo las occidentales, porque con ello sólo contribuimos a perpetuar los graves errores que estamos cometiendo en este conflicto y el invierno está por llegar.

En efecto, a pesar de la retórica oficial y de las tímidas medidas de sanción contra Rusia, tanto los líderes occidentales como los dirigentes rusos saben que la guerra de Ucrania ha asestado un certero golpe a la credibilidad y eficacia de la OTAN, demostrando al mismo tiempo la inexistencia de una auténtica PESC.

No es de extrañar que ante semejante impotencia occidental, los grupos yihadistas de Siria, cada vez más presionados militarmente por el ejército, hayan extendido sus operaciones militares al desmembrado y fallido Irak, una vez las tropas americanas han realizado su operación de retirada de este país. Para las milicias del autoproclamado Califato Islámico de Irak y el Levante, el control de extensas zonas iraquíes les permite acceder a recursos petrolíferos con los que financiar sus operaciones y contar con una retaguardia desde la que seguir operando en Siria.

La tímida respuesta de la Administración Obama a las demandas de ayuda militar del Primer Ministro al Maliki se está justificando como prudencia política, pero cualquier analista aprecia fácilmente que tras estas declaraciones oficiales se oculta el abandono estratégico de Washington de la región del Golfo. Esta es una nueva realidad con la que los europeos deberán contar en los próximos años.

El último episodio de la impotencia occidental se está desarrollando en la franja de Gaza, no tanto por la previsible operación militar israelí y el apoyo militar de Washington a esta intervención, cuanto por la falta de reacciones políticas de los dirigentes europeos y la propia UE. Más allá de la grave violación de las más elementales normas jurídicas internacionales que está produciéndose en este conflicto, especialmente por parte de Israel pero también por parte de Hamás, lo más destacable es el progresivo aislacionismo que se está apreciando en la política exterior americana y la creciente parálisis de que hacen gala los países europeos en la gestión de los diversos conflictos armados que amenazan su seguridad.

En pleno proceso de renovación de los principales cargos políticos de la UE y en vísperas del Consejo Atlántico de Gales, las expectativas de alcanzar acuerdos políticos efectivos, siquiera sea de mínimos, sobre todos estos conflictos armados son prácticamente nulas. Como es natural esta incapacidad política se venderá mediáticamente como un éxito del entendimiento euro-atlántico, pero la realidad distará mucho de ello y podremos apreciarlo en los próximos meses.

Si el diagnóstico que hemos realizado es correcto, cabe preguntarse por las causas que nos han llevado a esta situación. ¿Es la indecisión política, la prudencia estratégica o la falta de eficacia de un multilateralismo institucional cada vez más alejado de la realidad? La respuesta parece clara. La indecisión política es fruto de la falta de liderazgo internacional, tanto por parte de las principales potencias occidentales como de sus dirigentes. Sin este liderazgo la indecisión política se está encubriendo en los sistemas multilaterales de decisión y acción que, carentes de ideales, objetivos e intereses comunes entre sus miembros, lejos de potenciar la acción colectiva han acentuado la parálisis decisora.

Sin objetivos políticos comunes y sin decisiones firmes resulta imposible definir una estrategia ya no eficaz sino tan siquiera viable. Es lógico, por tanto, que las doctrinas estratégicas occidentales y sus correspondientes planes operativos terminen formulándose cada vez más en términos declarativos e intencionales más que en términos ejecutivos. Ello en el mejor de los casos termina por convertirlos en inútiles y en el peor en estrategias imprudentes de consecuencias políticas nefastas para la seguridad occidental. Lo más grave no es que se haya llegado a esta realidad sino que no hay ninguna perspectiva de que vaya a cambiar en los próximos años.

Rafael Calduch Cervera es catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y socio fundador de International Political Risks Analysis S.L.

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