Colombia y el microtráfico, el eterno retorno
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Colombia y el microtráfico, el eterno retorno

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El presidente colombiano, Iván Duque, firmó el pasado primero de octubre el decreto con el que le da facultad a la Policía Nacional (en desarrollo del acto legislativo 02 del 2009) de confiscar cualquier droga en las calles y espacios públicos de Colombia y así afrontar de raíz el microtráfico.

En nuestra idiosincrasia es costumbre que en cada nuevo periodo presidencial se desechen medidas y proyectos de mandatos anteriores, desaprovechando los avances logrados así como la continuidad que generaría en el ámbito social y educativo la trasformación de barreras de pensamiento, hechos que solo se explican en el encasillamiento de posturas ideológicas obsoletas cultivadas por los mecanismos de negación, productos estos del miedo, los prejuicios y la terquedad que no permiten admitir la legalización de la droga como punto de partida de resolución a un problema que viene acompañándonos desde el inicio de la civilización, al que le agregaríamos la falta de un mayor y eficaz control territorial de los espacios ocupados (ilegalmente) por organizaciones criminales y narcotraficantes (e incluso terroristas) tanto nacionales como extranjeras, un punto débil a considerar a la hora de legitimar y regular, de igual forma el estigma de ser un país productor que ha provocado desde la caída de los grandes carteles, un consenso punitivo por parte del Estado.

Acabar con los vacíos legales

Lo que busca el presidente Duque con el decreto es frenar la ambigüedad. Con la desarticulación de los carteles enquistados en la ciudad, las persecuciones y los combates se trasladaron a las zonas rurales teniendo como prioridad acabar con los cultivos ilícitos, un objetivo que es alentado por la comunidad internacional ya que esto implicaba combatir a su vez a los grupos armados dejando por fuera a las zonas urbanas. Viéndolo así el problema está “alejado”, hay una apariencia de seguridad en la ciudad que contribuye en lo económico y turístico, buscando mantener el mito de que no somos un país consumidor.

Desde la antigüedad la droga ha sido un recurso que ha ido variando de acuerdo al contexto y que se puede distinguir en tres periodos diferentes: primero, de uso religioso y chamanico, del cual hay registro del uso del cannabis y otras drogas inhalantes que permitían entrar a estados excepcionales y comunicarse con los dioses. Segundo, de uso medicinal, que datan de la medicina babilónica entre ellos el opio y láudano como recurso anestésico, así como comprimidos de coca para males reumáticos por los chamanes de América. Y tercero, de uso social, en un principio como método de guerra para vencer al rival y luego como filtros amatorios realizados por las druidas con la belladona practicado en la edad media.

En América la historia del cultivo del cannabis data del siglo XVI, tiempo desde el cual los españoles la cultivaron en sus colonias hasta principios del siglo XIX. Los esclavos le daban un uso social ya que era un energizante y fueron transportándola a los diferentes puertos donde se comercializaba la trata de personas. Su popularidad alcanzo punto máximo en la década de los años cincuenta (del pasado siglo) con la generación beat que influyeron notablemente en la contracultura de los movimientos hippies de los años sesentas y el movimiento punk de finales de los setenta. Las anfetaminas, el LSD fueron desplazadas por la cocaína y la heroína en las décadas de los ochentas y noventas, enmarcadas por un momento histórico oscuro de represión política y social en donde los países productores tuvieron su cuota más alta en violencia e inseguridad.

El ouroboros

Hoy en día el mercado de la droga sintética ha tomado fuerza en Colombia por parte de los consumidores debido al contexto de prohibición histórica de las drogas, es decir cuando la demanda por una sustancia ya existe, su prohibición generara un vacio que será ocupado por otra. Lo mismo ocurrirá con el decreto, funcionara por un lapso en miras de limpiar las calles y zonas turísticas pero los expendedores o jibaros buscaran abrir otros canales aumentando el círculo de corrupción. De manera que, estamos frente al mito del "Eterno Retorno" simbolizado ancestralmente con una serpiente o dragón alado (ouroboros), engullendo su propia cola formando así un circulo que representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno, la lucha eterna o bien el esfuerzo inútil, ya que el ciclo comienza en cuanto concluye.

Lo único que nos queda, siendo lo más importante ser autoregulados, es que nuestros mecanismos de defensa nos den bases y la solidez para ser resilientes ante las vicisitudes que se nos presentan y buscar en aras del bien común un punto medio entre la prohibición y la regulación.



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