La guerra de Ucrania puede tener una singular consecuencia en las relaciones entre Estados Unidos y Turquía, a la vez que Rusia, paradójicamente, puede verse amenazada por uno de sus sistemas de defensa más exitosos, los antiaéreos S-400. Washington y Ankara han evidenciado en los últimos años un notable desencuentro con la compra por parte del segundo de estas armas rusas, consideradas una amenaza para la OTAN, por no ser compatibles con los sistemas que ella emplea. El movimiento llevó a Washington a echar a Turquía en 2019 del programa de aviones de combate de quinta generación F-35, del que era socio, a pesar de que los primeros cazas que había encargado ya estaban listos para su envío al país.
Ahora Estados Unidos está sugiriendo informalmente a Ankara la posibilidad de enviar los S-400 que ya le ha entregado Moscú para ayudar a Ucrania a defenderse del ataque ruso. De momento no se ha planteado una solicitud formal, de acuerdo con fuentes próximas al asunto citadas por Reuters, sin revelar su identidad. Lo que se han producido son sugerencias por parte de funcionarios norteamericanos desde que comenzó la invasión, el pasado 24 de febrero, a sus colegas turcos.
La Administración del presidente Biden ha estado preguntando a sus aliados la posibilidad de que transfieran de sus arsenales equipos fabricados por Rusia, entre ellos los sistemas S-300 y los más modernos S-400, de acuerdo con la agencia de noticias, que revela el augurio de los analistas de que la propuesta será rechazada por Turquía. Aparte de los problemas técnicos que conllevaría instalar y operar estas armas en Ucrania, a Ankara también le supondría con probabilidad un retroceso en sus relaciones con Moscú que no pretende asumir.
Alternativa a la negativa norteamericana
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, confirmó a mediados de 2017 que su país había encargado a Rusia sistemas de misiles antiaéreos S-400, por un precio de en torno a 2.500 millones de dólares, tras años de infructuosos intentos de dotarse con sistemas similares fabricados en Estados Unidos. Desde ese momento los aliados occidentales de la OTAN han estado presionando sin resultados a Ankara para que dé marcha atrás en esta adquisición, de la que alegan que puede plantear serios problemas por no tratarse de un sistema militar compatible por los utilizados en la Alianza Atlántica. Según sus argumentos, esta circunstancia supondría una amenaza para los aviones de combate fabricados por EEUU.
Las primeras unidades de esta arma llegaron a Turquía a mediados de 2019, e inmediatamente después Washington sacó a Ankara del programa F-35, del que tenía previsto recibir un centenar de aviones. Las dificultades de implementar esta decisión, con Ankara, implicada en el programa durante años, ha llevado a circunstancias tan paradójicas como continuar obteniendo piezas para los cazas de fabricantes turcos, pese a que el país ya había sido echado del proyecto.
Los S-400 Triumf, fabricados por Almaz-Antey, están en uso con el Ejército ruso desde 2007. Se trata de un desarrollo, heredero del sistema antiaéreo de largo alcance S-300P, que ha sido concebido para repeler amenazas como aviones, helicópteros, drones y misiles, tanto de crucero como tácticos, capaces de llegar con velocidades de hasta 4.800 metros por segundo.