Este domingo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, anunció que el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) había ejecutado un ataque “a gran escala” contra la aviación estratégica rusa en varias bases aéreas repartidas por el territorio ruso, incluyendo Siberia y el Ártico. Según las autoridades ucranianas, los bombardeos con drones alcanzaron instalaciones fundamentales en los aeródromos de Bélaya (región de Irkutsk), Olenya (región de Múrmansk), Diaguilevo (región de Riazán) e Ivánovo (región homónima), provocando daños estimados en 7.000 millones de dólares y la destrucción de aproximadamente un tercio de los portadores de misiles de crucero estratégicos rusos.
De acuerdo con un comunicado emitido por el SBU y difundido a través de Telegram, la operación, bautizada con el nombre en clave Telaraña, se preparó durante un 18 meses, con supervisión directa del propio Zelenski.
“Se trata de nuestra operación de mayor alcance hasta la fecha”, afirmó el presidente ucraniano en un mensaje publicado en su canal oficial. Según Zelenski, el despliegue incluyó un total de 117 drones cuadricópteros, que fueron introducidos “clandestinamente” en territorio ruso desde plataformas móviles situadas en camiones de gran tonelaje. Esta táctica de infiltración habría permitido ocultar los aparatos bajo los techos de cobertizos y estructuras de madera colocadas en la parte superior de contenedores de transporte, garantizando así su paso inadvertido cerca de las bases militares rusas.
Cuando llegó el momento previsto del ataque, dichos techos se abrieron a distancia y los drones, instalados en las cavidades entre las vigas del techo, volaron en masa para atacar a los bombarderos rusos estacionados en sus bases.
El impacto de Telaraña también se traduce en un desafío técnico para el propio SBU, pues coordinar el lanzamiento de más de 100 drones a una distancia de tantos kilómetros exige sistemas de guiado y comunicaciones sofisticadas.
Fuentes cercanas a los servicios de seguridad ucranianos afirman que, para burlar las redes de contrainteligencia rusas, emplearon transmisiones de datos encriptadas y sistemas de navegación IRS (Inertial Reference System) junto con receptores GNSS para el guiado final. Según estas fuentes, los drones usados eran de tipo loitering munitions o vehículos de ala fija de largo alcance, capaces de mantenerse en vuelo durante varias horas antes de realizar su aproximación final.
La operación fue ejecutada en el máximo secreto y comandada personalmente por el jefe del SBU, Vasyl Malyuk. Dada la cercanía de los drones a las bases rusas, las defensas, basadas fundamentalmente en los misiles S-300, ya no pudieron hacer nada para detenerlos.
Daños en aviones e instalaciones
El SBU señaló que los ataques no solo destruyeron aeronaves, sino que también causaron incendios de gran magnitud. En particular, en la base de Bélaya, en Irkutsk, se grabaron vídeos donde se observan columnas de humo negro elevándose desde las pistas, junto con varios aparatos en llamas. El gobernador de la región de Irkutsk, Igor Kobzev, confirmó la incursión: “Hemos sufrido un ataque con drones que impactó en nuestras instalaciones. Se produjeron incendios en varios aviones”, declaró, subrayando que las defensas locales trataron de neutralizar los aparatos, sin éxito total. Kobzev añadió que la base de Bélaya, ubicada a más de 5.500 kilómetros de Kiev, nunca había sido atacada con drones.
De manera simultánea, en Olenya, base aérea cerca de la península de Kola, en la región de Múrmansk, el gobernador Andrei Chibis informó de la detección de “drones enemigos” sobrevolando la zona y que las defensas antiaéreas rusas se activaron para repelerlos. Chibis señaló que, pese a los disparos de artillería antiaérea, varios artefactos lograron evadir la protección y alcanzaron sus objetivos.
41 bombarderos estratégicos, según Ucrania
Según las estimaciones ucranianas, sin confirmar por fuentes independientes, la combinación de ataques logró destruir un total de 41 aeronaves de la aviación estratégica rusa en los distintos aeródromos afectados. La SBU aseguró que entre los aparatos destruidos figuraban principalmente bombarderos portadores de misiles de crucero estratégicos, especialmente el Tupolev Tu-95M, utilizados por Rusia para proyectar poder ofensivo a largas distancias. En su mensaje, el SBU precisó que “fueron alcanzados el 34 % de los portadores de misiles de crucero estratégicos” que Rusia mantiene en servicio.
En diversos vídeos distribuidos en rede sociales se pueden las consecuencias de estos ataques. Así, la cuenta de X @sentdefender, basada en datos de fuentes abiertas, muestra imágenes de la base aérea de Belaya, en la región de Irkutsk, con varios incendios y una densa nube de humo, inmediatamente después del ataque. Se ven también hasta cuatro bombarderos estratégicos de largo alcance Tu-95MS y cuatro bombarderos de ataque de largo alcance Tu-22M3.
El Ministerio de Defensa ruso, por su parte, emitió un comunicado en el que reconoció que “varios aviones militares se incendiaron” como consecuencia de “ataques con drones lanzados desde territorio cercano a los aeródromos”. El texto oficial no negó la magnitud de los daños, aunque evitó precisar cifras concretas.
Tu-95M y Tu-22M3
Entre los aparatos atacados, el SBU mencionó explícitamente el Tupolev Tu-95M como bombardero estratégico clave, cuyas versiones modernizadas transportan misiles de crucero Kh-55 o Kh-101, capaces de lanzar ataques de precisión a gran distancia. Además del Tu-95M, los observadores ucranianos señalaron la destrucción de un número indeterminado de Tupolev Tu-22M3, otra plataforma estratégica de Rusia especializada en misiones de penetración de defensa aérea. El SBU afirmó que ambos modelos de bombarderos fueron “el principal blanco” de la operación, debido a su capacidad de lanzamiento de misiles en misiones de largo alcance contra objetivos ucranianos y europeos.
En la base de Diaguilevo, situada en la región de Riazán, a unos 200 kilómetros al sureste de Moscú, las autoridades ucranianas indicaron que se ubicaban varias unidades del Tupolev Tu-95MS y decenas de cazas Su-34 encargados de misiones tácticas y de bombardeo. Por su parte, en la base de Ivánovo, al este de Moscú, Rusia admitió que los drones ucranianos habían alcanzado con éxito sistemas estacionados en tierra. Esta instalación alberga, según fuentes militares, varias unidades del Tupolev Tu-22M3 desplegadas para misiones de bombardeo estratégico. Se informó que, a pesar de los esfuerzos de las defensas antiaéreas, al menos cinco Tu-22M3 se incendiaron tras el impacto de drones.
En cuanto a la base de Olenya, en Múrmansk, el SBU había anticipado que se encontraban comisionadas unidades de cazas de intercepción MiG-31BM y bombarderos Tu-95MS en rotación para garantizar la capacidad disuasoria en el norte.
Las fuentes ucranianas aseguraron que los ataques no solo habían dañado aeronaves, sino también depósitos de municiones, hangares y centros de mando en las mencionadas instalaciones. El costo económico de la operación fue calculado, según la inteligencia ucraniana, en 7.000 millones de dólares, entre el valor de los bombarderos dañados y la infraestructura afectada. El SBU subrayó además que la operación habría reducido significativamente la capacidad de ataque de la aviación estratégica rusa en el largo plazo.
“Los resultados pasarán a los libros de historia”
Durante la breve alocución en que Zelenski reivindicó la acción, señaló que “los agentes implicados en la preparación del ataque lograron salir a tiempo del territorio ruso”. Según el presidente, en este ataque participaron “los mejores especialistas en sabotaje y operaciones especiales, con apoyo de drones de última generación” y que “los resultados pasarán a los libros de historia”.
El Ministerio de Defensa ruso, en su nota oficial, reseñó que los drones habían sido “lanzados por control remoto desde remolques de camiones cerca de los aeródromos” y que, aunque se habían producido incendios en los aparatos, “los ataques fueron en su mayoría repelidos”. Asimismo, negaron que el número de aeronaves destruidas alcanzara la magnitud señalada por Ucrania.
La operación Telaraña se produce en un momento de máxima tensión diplomática, justo un día antes de un nuevo ciclo de negociaciones directas en Estambul entre delegaciones ucranianas y rusas. Zelenski había expresado su escepticismo sobre la disposición rusa a entablar un diálogo sincero, y afirmó que sus prioridades serían “un alto el fuego completo e incondicional, así como el retorno de los prisioneros y de los niños ucranianos secuestrados por las fuerzas rusas”.
La magnitud de los daños declarados por Ucrania en la aviación estratégica rusa es tal que analistas militares estiman que la pérdida de casi un tercio de los bombarderos portadores de misiles de crucero imposibilitaría en el corto y medio plazo la proyección global de poder aéreo de Rusia.
Más allá de la cuantificación exacta, expertos en materia de defensa coinciden en que, si las cifras ucranianas de destrucción de hasta 41 aeronaves se confirman de manera independiente, supondría el golpe más significativo a la aviación estratégica rusa desde el inicio de la campaña militar. Sin embargo, hasta que no se verifique con datos abiertos, existe prudente escepticismo en la comunidad internacional.
En Estados Unidos, el Pentágono evitó emitir un juicio definitivo sobre el alcance real de los daños, aunque un portavoz declaró que “Washington monitoriza de cerca los sucesos y reforzará la asistencia a Kiev en los próximos días”, sugiriendo un posible envío de más misiles anti-radiación o sistemas antidrones.