Escepticismo ante la cumbre
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Escepticismo ante la cumbre

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(Especial Ceeag para Infodefensa) El pasado 22 de mayo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump afirmó que existe una “posibilidad muy importante” de que no se realice la próxima cumbre con Kim Jong-un, fijada para el 12 de junio, en Singapur, aunque no descartó que pueda llevarse a cabo en una fecha posterior. EE.UU desea que se cumplan ciertas condiciones por parte de Corea del Norte, aunque Trump no especificó cuáles son.

Estas declaraciones se producen luego de que Pyongyang amenazara a Washington con cancelar su próxima cita debido a la presión ejercida para que abandonen su armamento nuclear de manera unilateral, y luego de que suspendiera las conversaciones con Corea del Sur a causa de las maniobras militares conjuntas con EE.UU. denominadas Max Thunder.

La situación es compleja, un paso en falso podría echar por tierra meses de negociaciones. Es en ese sentido que tenemos que entender las declaraciones del Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien demandó que Kim siguiera el plan de desnuclearización de Libia, lo que pareciera ser una señal hostil para Corea del Norte que intenta obtener y mantener la iniciativa a través de su accionar, con lo cual demostraría que es ella quien tiene la última palabra.

Como parte de este complejo diálogo, y teniendo como antecedente las negociaciones entre China y Estados Unidos en la década de los 70, Kim abriría la zona de pruebas de Punggye-ri a la prensa internacional para demostrar su desmantelamiento. Sin embargo, existe escepticismo a nivel internacional, por las circunstancias históricas previas.

El enfrentamiento verbal que se observa entre Kim Jong-un y Donald Trump incrementa la incertidumbre acerca de la próxima cita programada entre los mandatarios. Esta retórica refleja la señal de firmeza y victoria que ambos líderes sostienen, donde evidentemente sus intereses y concesiones difieren, lo que obstaculizaría un acuerdo entre EE.UU. y Corea del Norte. La desnuclearización de la península puede que no sea de manera “integral, verificable e irreversible” como lo establece Washington, lo que causaría mayor tensión entre los países. Esto refleja el realismo político imperante en ambos gobiernos, donde las visiones estratégicas luchan por posicionarse impidiendo la articulación de acuerdos.

La situación se vislumbra compleja, porque para qué Kim abrace fórmulas como el Doi Moi vietnamita (proceso de renovación económica de los años 80) o el modelo chino, deben quedar manifiestas las garantías de mantención y supervivencia de su régimen bajo el amparo chino y el delicado y fundamental tema de su capacidad nuclear. Con todo, Pompeo, secretario de Estado norteamericano, ha señalado ante la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos que Kim es un actor racional, por tanto, todos los pasos que han dado las partes obedecen a una articulada y delicada construcción político estratégica donde nadie quiere aparecer como la parte desfavorecida, quizás esa sea la realidad más difícil de la negociación. En definitiva, se presenta un modelo de pérdida y ganancia absoluta en base a la visión realista, donde el objetivo es obtener una ventaja estratégica que no pueda ser contrarrestada por la contraparte.



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