Ponderar opiniones, ponderar decisiones
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Ponderar opiniones, ponderar decisiones

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17/07/08 - Hace ya muchos años un buen amigo, coronel de Infantería de Marina, nos razonaba como nadie amaba más la paz que los propios militares, porque nadie conocía mejor el poder y el efecto devastador de las modernas armas. Recordábamos esas palabras estos días leyendo sobre la decisión del Gobierno de desmantelar de forma inmediata el limitado arsenal español de bombas de racimo.

Efectivamente, nadie más a favor del acuerdo de Dublín sobre las "cluster", o de los previos convenios contra las minas, o de tantos otros tratados sobre limitación de armas, como quienes de uniforme, o acompañando a nuestros militares, hemos tenido que presenciar en un hospital de campaña el horror de un niño destrozado por el explosivo.

Conocemos también el acongojamiento de tener que caminar por un sendero cuyos alrededores podían -solo "podían"- estar minados. Pero, por suerte, nosotros no hemos tenido que afrontar el trago, vivido por muchos de nuestros militares, de tener que desactivas los artefactos que otros sembraron "alegremente" y nunca recogieron.

Unas experiencias que, por suerte para ellos, seguramente no han tenido que pasar nunca -y jamás se las deseamos- la gran mayoría de quienes desde el escaño, el despacho, la redacción o el foro pacifista opinan estos días sobre el tema en Madrid.

Lo que resulta preocupante según lo leído es que, en algunos casos, a parte de no existir, por fortuna, esta experiencia, tampoco parece existir un conocimiento muy exacto de lo que se habla. Y lo decimos a raíz de la "demonización" que desde algunos sectores se ha hecho de la industria y de las Fuerzas Armadas españolas por su relación con las bombas de racimo.

Según algunas de estas opiniones, parece que España fuera el principal fabricante y utilizador de "cluster", (como antes de minas) en el mundo.

Se omiten aspectos tan fundamentales como el que España es un país que se declara pacífico y dispuesto a resolver cualquier desavenencia por la vía del diálogo. Un país que considera a sus Fuerzas Armadas como un elemento de defensa y nunca de agresión.

Se olvidan hechos como la existencia ya hace muchos años de doctrinas aliadas que ciñen el empleo -y solo a efectos defensivos- de ciertos artefactos a zonas muy limitadas, siempre claramente señalizadas y cercadas. Doctrinas que preconizan además el que esas zonas pudieran ser siempre limpiadas por quien las sembró.

Se generaliza sobre las bombas de racimo, desconociéndose las diversas funciones para las que pueden estar diseñadas, confundiendo las antipersonal con otras, como las antipista, que tienen por objeto bloquear, con el menor daño colateral posible, a una fuerza aérea potencialmente hostil. Se olvida que, incluso en estas últimas, la industria española es una adelantada en el desarrollo de artefactos que se autoneutralizan pasadas unas horas o pueden ser desactivados a distancia.

En cualquier caso NO estamos defendiendo la existencia de estas armas. Creemos en un mundo más pacífico, por el que, entre otras cosas, se están jugando la vida nuestros militares en diversos rincones del planeta. Creemos que el mejor destino de las Fuerzas Armadas, como el de los cuerpos policiales resultaría el no tener que ser empleados nunca. Pero, mientras no logremos la definitiva Arcadia feliz, tienen que existir y estar adecuadamente dotados para resultar mínimamente disuasorios.

La suscripción por España del acuerdo de Dublín es un hecho encomiable del que nos sentimos orgullosos. Pero, la decisión tan inmediata de destruir totalmente el reducido arsenal propio de bombas de racimo, aunque indudablemente modélica a nivel internacional, nos resulta un poco precipitada. Entre otras cosas, porque parece venir a dar la razón a quienes, injustamente, han demonizado.

Quizás hubiera sido más interesante centrar primero el esfuerzo en buscar la adhesión al documento de Dublín de los países que no lo han firmado y convertir a España en un auténtico líder en el establecimiento de un verdadero proceso global de reducción de arsenales y producción y de limpieza de estos artefactos.

Alfredo Florensa

aflorensa@infodefensa.com



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