Los repartidores de estiércol
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Los repartidores de estiércol

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08/10/2009 Por Alfredo Florensa (Infodefensa.com) - La apertura hace unos días de un sobre acolchado grande, mandado por correo ordinario sin remite, y matasellado en una ciudad que es capital autonómica pero no provincial me sugiere el título de la presente crónica. Lo directo sería emplear ese otro sinónimo escatológico más resonante y castizo, pero utilizo la palabra "estiércol" por respeto a los lectores. El respeto y la elegancia son precisamente algunas de las muchas cosas que se han perdido en esta sociedad; una sociedad que, por el contrario, parece haberse convertido en un fácil caldo de cultivo para contenidos como el del sobre en cuestión.

El contenido es un informe impreso de ordenador de 39 páginas, bien redactado y elaborado, y, en apariencia, detalladamente documentado. Fechado en septiembre 2009, su introducción está firmada por un denominado "Grupo por la Seguridad de las Tropas en Misiones de Paz".

Partiendo de la premisa reiterada de "que no se ponga en peligro la seguridad y protección de nuestras tropas", el documento pretende "dar luz" sobre el proceso de adjudicación que se llevó a cabo para adquirir un determinado sistema, los fallos detectados en el mismo y los sucesivos contratos de compra del que ha sido objeto. El documento insiste especialmente en referirse a una incongruencia entre esos fallos y los nuevos contratos.

Además de las críticas inherentes al propio sistema, el documento hace una velada y no directa crítica a la empresa fabricante. No podemos pasar por alto la apreciación, por nuestra parte, de que dicha compañía -cuyo nombre completo se repite varias veces en el informe- tiene que ver, de alguna forma, con otro importante concurso de adquisición de material para las Fuerzas Armadas en curso.

Lo que también tiene mala uva -y esto es igualmente apreciación personal- es que se he elegido para mandar el sobre con el informe una ciudad donde tiene su sede otra empresa (citada en el documento) competidora de la aludida. No obstante, lo del lugar de matasellos nada quiere decir. Mandar una carta anónima desde otra ciudad es truco viejo, que cualquier "señor Pérez" o "señor García" ya habría aprendido en su primera semana de instrucción en la Casa (y esto, que conste, es mera figura literaria que no relacionamos con el asunto, al margen de que seguramente "los chicos" tendrán que indagar, también, este nuevo informe anónimo).

El núcleo duro del documento lo constituyen unas reiteradas y gravísimas acusaciones contra personas, citadas repetidas veces con nombres y apellidos, que pretendidamente participaron en el proceso de adjudicación del sistema. Por extensión, el informe parece también querer dejar sembrada la duda sobre las responsabilidades a otros niveles de la cadena de mando o sobre si pesaron razones políticas para la elección del sistema de esa empresa.

Del citado informe ni queremos ni debemos dar más datos, ni vamos a hacer valoración alguna más allá de los someros comentarios apuntados.

Si queremos aprovechar la circunstancia para dar, clara y públicamente, un aviso a navegantes: ni este medio, Infodefensa.com, ni cuantos profesionales de la comunicación estamos relacionados con él, hacen o harán caso a supuestas informaciones de autoría y procedencia anónimas, porque ambas cosas convierten de por sí radicalmente en cuestionable la veracidad de esas informaciones. Muy por el contrario, ambas cosas difunden el hedor de un intento de manipulación.

La circunstancia aconseja además añadir alguna reflexión sobre la proliferación de los "intoxicadores de oficio". De esos francotiradores de la información (en realidad de la desinformación) que se dedican a repartir estiércol sobre y entre los demás, buscando manipular la opinión a través de los medios o "seudomedios" de comunicación a favor de sus intereses ocultos.

Desde antiguo se ha intentado manipular a la prensa y, por su mediación, a la opinión pública o a quienes tienen responsabilidades en la toma de decisiones. No obstante, los periodistas y los medios profesionales han sabido, generalmente, detectar esos intentos y dar un tratamiento ético a las intoxicaciones.

Actualmente, sin embargo, se producen tres circunstancias que alteran la situación. Una, general, es el menor freno ético existente en el conjunto del entono social hacia ciertas prácticas. Otras dos, relacionadas entre sí, son el intrusismo y las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías de la información.

En muchos campos, entre ellos el de la Defensa, están proliferando los "aficionados a la comunicación". "Seudoperiodistas" sin formación ni experiencia adecuadas para valorar y tratar de forma profesional y ética la información y, por ello fácilmente intoxicables.

A ello se han unido en particular las casi infinitas posibilidades abiertas por el mundo digital e Internet. Un vehículo prácticamente sin límites a través del que cualquiera -muchas veces oculto detrás de un "nic" o de la cabecera de un "seudomedio"- puede jugar a creerse un comunicador, y a esparcir como información objetiva lo que en realidad son opiniones personales, verdades a medias, rumores sin confirmar, datos veraces pero irresponsable y alegremente difundidos... o intoxicaciones manipuladoras manifiestas sembradas por terceros.

De todo este entorno, en el que ya se confunden muy fácilmente los medios de comunicación realmente serios y responsables con blogs o "seudomedios", somos víctimas los periodistas profesionales, a quienes se nos imputa en muchos casos, sin más discernimiento, el estiércol creado o esparcido por otros.

Son también víctimas quienes, desde posiciones de responsabilidad propugnan la necesidad de transparencia ante la sociedad en los procesos sobre los que deben decidir objetivamente. Son víctimas sobre todo porque es a ellos a quienes realmente quieren presionar, confundir o desacreditar los "repartidores de estiércol".

Ante ese entorno, la información veraz y suficiente, facilitada honradamente por fuentes responsables y conocidas al periodista, y su tratamiento profesional y objetivo por parte de este último, son la mejor garantía de transparencia de los procesos y la mejor contramedida contra los intoxicadores.



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