Los recursos naturales estratégicos y los nuevos modos del conflicto
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Los recursos naturales estratégicos y los nuevos modos del conflicto

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Los recursos naturales son esenciales para las economías nacionales, constituyendo la base elemental del desarrollo económico de un país o región. Diversos teóricos han abordado la irrupción de nuevos tipos de conflicto basados en el control de recursos esenciales como el agua y el suelo, sin embargo, también existe una nueva fuente de conflictos asociada a tipos específicos de recursos, vinculadas a los minerales y materiales estratégicos, entendidos estos últimos como aquellos que, por sus características y especificidad, son indispensables dentro de ciertas cadenas productivas y de valor. En el mundo contemporáneo, la explotación y la administración de las reservas de estos últimos deviene en un rasgo de complejidad económica, en tanto se asocia a la posibilidad de participar de encadenamientos productivos a escala global y de posiciones de ventaja frente a competidores, dada su incidencia en la fabricación de bienes o productos finales.

Junto a ello, los procesos de industrialización tecnológica endógena a los que aspiran algunos países del mundo, requieren de volúmenes significativos de materia prima para sostener los complejos industriales, cuya capacidad de manufactura se orienta a atender a la demanda global.

La instrumentalización de la economía (o “weaponization of economics”, según su conceptualización en inglés) como medio de obtener ventajas estratégicas bajo el umbral del conflicto, es un derivado de esta situación. Si bien no es un fenómeno nuevo, este ha mutado hacia el rol que desempeñan, en concreto, las empresas tecnológicas con presencia global. Ello ha estado vinculado a la explotación de las asimetrías entre potencias de distinto orden en torno a la provisión de materias primas elementales para la producción de bienes tecnológicos intermedios, pudiendo configurar cambios sustantivos en las relaciones bilaterales y multilaterales de países con control de ciertos tipos de materias primas.

Por ejemplo, las “tierras raras”, que en la tabla periódica de los elementos se ubican en el sector de los lantánidos, constituyen recursos que por sus peculiaridades resultan ser esenciales para la industria tecnológica, y que hoy representan un punto particular de tensión. Por otra parte, la búsqueda de sustitutos de recursos minerales y las variaciones de precio que sufren las materias primas, fuerza a las compañías globales a buscar métodos de reconversión de sus industrias y al uso de lo que previamente se creían desechos de la producción minera, promoviendo la sofisticación de los modos de producción. Los métodos disruptivos de producción también parecen tener una injerencia en la dinámica de los conflictos emergentes.

La llamada Guerra por los Chips (“Chip Wars”) constituye una manifestación de lo previamente descrito, potenciado también por un contexto de una demanda tecnológica incrementada. Posee similitudes, guardando las comparaciones, con el desarrollo tecnológico de la carrera espacial, dada la existencia de altas barreras de entrada en torno a capital físico, manifestada en la construcción de complejos tecnológicos; como también en términos de capital humano avanzado, resultantes en la aplicación de ciclos de aprendizaje continuos sobre determinado tipo de bienes intermedios y finales.

La búsqueda por el desarrollo tecnológico endógeno se ha convertido en un imperativo para las principales potencias, identificando amenazas en torno a la disponibilidad de materias primas para la fabricación de todo tipo de dispositivos, tanto para usos meramente civiles, como también, para aquellos que devienen en eventuales asimetrías de poder militar. Chile, por su parte, al ser un país poseedor, productor y proveedor de diversos recursos minerales, es parte de encadenamientos productivos que se pueden ver afectados por la irrupción de nuevas dinámicas de conflicto.

Cabe preguntarse entonces: ¿cuál es el aporte de la Defensa frente estos nuevos modos de conflicto emergente? En primer lugar, la Defensa a través de sus medios y capacidades, debe proveer de un entendimiento situacional permanente que, mediante de la anticipación estratégica, permita prever la ocurrencia de fenómenos que resulten lesivos tanto para el interés como para la soberanía nacionales, aun cuando estos puedan presentarse bajo el umbral del conflicto armado; y en la eventualidad de que estos llegasen a ocurrir, tener capacidades suficientes de respuesta, mitigación y recuperación.

Seguidamente, los medios de la defensa constituyen orgánicamente la respuesta militar frente a aquellas amenazas que se manifiestan en los espacios soberanos. Arguyendo acerca de la probabilidad de que este tipo de conflictos pudieran tener implicancias territoriales, vale decir, que existan disputas sobre el control y explotación de determinados yacimientos, o incluso se pueda afectar la infraestructura crítica necesaria para las actividades productivas, los medios de la defensa constituyen la herramienta de poder del Estado para disuadir, y si es necesario, neutralizar potenciales amenazas. Tanto el despliegue territorial como las capacidades humanas y materiales del Ejército de Chile, están permanentemente al servicio del país, frente a la emergencia de nuevos modos de conflicto que, aun siendo disruptivos, resultan en un desafío para mantener un alto grado de preparación y alistamiento.

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