Un lamentable accidente
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Un lamentable accidente

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El accidente de un Airbus A400M, conocido internacionalmente por ‘el Grizzly’, en Sevilla ha destapado toda la polémica que rodea a este programa y de la que ya me hice eco en un artículo anterior. Es lamentable que cuando llevamos mucho tiempo criticando la pasividad de los sucesivos gobiernos españoles en la gestión política del consorcio europeo, con una constante y continuada erosión de los intereses nacionales, de pronto todas las incidencias y retrasos que han afectado al programa surjan a la luz de este terrible evento.

Han sido empleados españoles los que han fallecido en un accidente aéreo; no existe modelo de avión en el mundo que no haya sufrido un accidente aéreo; son máquinas pilotadas por hombres y, por mucho que avance la tecnología, no nos podemos creer perfectos, aunque ciertamente la aeronáutica sea el sector industrial que más raya la perfección. Es una tragedia para la compañía y para sus empleados, y corresponde transmitir las condolencias a las familias y a los compañeros. Intentar ligar todos los problemas de un programa no muy diferentes de otros, como el JSF, el Eurofighter o el C-17, al accidente es prematuro e injusto. Todos los programas, hayan sido multinacionales o nacionales, han sufrido sobrecostes, retrasos y accidentes, y éste, sin duda, es un programa muy atrevido para una compañía que nació alrededor de este proyecto.

Que los países pongan sus aviones en tierra es una lógica medida de prudencia hasta que se averigüen las causas, pero no debemos extraer consecuencias, como que las incidencias detectadas en los procesos de entrega tienen que ver con este accidente, porque no existe ninguna razón objetiva en estos momentos, y cuando exista se corregirá, como ha sucedido en todos los accidentes ocurridos desde que comenzó la historia de la aviación.

Lo primero que debe evidenciarse una vez más es que los retrasos del programa tienen su raíz en decisiones políticas y operativas; la decisión del motor, muy arriesgada para una plataforma nueva, frente al criterio de la compañía fue una decisión política; el pretender que un avión que ya está en fase de producción pueda cumplir nuevos requerimientos, lo que resulta ser bastante habitual, ha introducido necesarios retrasos y sobrecostes. El avión, que en 2000 se estimaba en 105 millones de euros, tiene muy poco que ver con el avión actual, cuyo coste se acerca a los 170 millones.

Se ha criticado mucho la diversa procedencia de componentes y piezas, pero nada diferente de cualquier otro proyecto aeronáutico. Se han ido corrigiendo a mi juicio muchos defectos, como pretender mantener la ingeniería lejos de la línea final y de pruebas, pero eso ya se ha modificado. Se ha criticado que en Sevilla no existía suficiente experiencia, pero también falso, porque la industria aeronáutica nació en Sevilla a la vez que nacía en Francia o en Alemania. Los trabajadores de la compañía están haciendo un trabajo excelente, a pesar del cierto desamparo que tienen de su gobierno para el que trabajaron antes de la privatización. Los cambios en la cúpula y en el consejo apenas se notifican cuando se han producido, pero esto a mí no me preocupa. Cuanto antes saquen las manos los gobiernos de la compañía mejor para todos.

La industria aeronáutica española necesita en estos momentos de un fuerte respaldo de su gobierno y no que éste genere más dudas o transmita responsabilidades, como si de pronto fuera un ausente de la empresa y del programa. En estos momentos se necesita que todas las instituciones apuesten por la profesionalidad y la capacidad de la industria española, porque a veces los borrones se convierten en grandes manchas si no se limpian a tiempo.

Estoy seguro de que pronto se averiguarán las causas del accidente, uno más, y no será el ultimo, y si existió fallo mecánico se corregirá y el programa seguirá su curso y terminará siendo un gran éxito. Ahora que la competencia aprovechará para sacar tajada, es cuando más fuertes se deben mostrar los que son accionistas y principales clientes asegurando la continuidad del programa. Este es el gran reto y a este fin las autoridades deben dirigir sus esfuerzos.



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